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Miércoles 27 noviembre, 2019

13 dí­as de impunidad

•Asesinato de un velador
•Ramón Pérez Altamirano

UNO. 13 dí­as de impunidad

El 14 de noviembre, entre las 8:05 y las 8:10 de la mañana, Ramón Pérez Altamirano, de 44 años de edad, de oficio velador, fue asesinado en una calle del fraccionamiento Costa de Oro, en Boca del Rí­o.

Luis Velázquez

Cada dí­a su turno iniciaba a las 6 de la tarde y terminaba a las 8 de la mañana del dí­a siguiente.
Y toda la noche la pasaba en vela, afuera de la casa que cuidaba y vigilaba, a la expectativa por cualquier ruidito inesperado y sospechoso, pendiente de alguna sombra que por ahí­ pudiera deslizarse.
Hacia las 5 de la madrugada sacaba a pasear un par de perritos propiedad de los dueños y los hijos y les daba vueltecitas en el parque de la esquina durante unos veinte minutos.
Luego, lavaba dos camionetas y un automóvil de los dueños y como era de baja estatura se trepaba a una cubeta para alcanzar la altura de las Suburban y lo hací­a tan a gusto y contento y feliz que se poní­a a chiflar una melodiosa canción y que en nada interrumpí­a el sueño de los vecinos.
El 14 de noviembre, la mañana tibia y fresca, entregó el turno a las 8 y un minuto y se fue caminando de Costa de Oro a la avenida Adolfo Ruiz Cortines para tomar el autobús urbano de pasajeros.

DOS. La mañana se volvió triste
Dos cuadras adelante, de pronto, un automóvil con cuatro tripulantes, los 4 jóvenes, se le puso enfrente, y los chicos bajaron de la unidad móvil y se le fueron encima, al parecer, para un asalto.
Ramón Pérez Altamirano, de oficio velador, se defendió. Chaparrito, pero con brazos y músculos de acero, acostumbrado al ejercicio fí­sico, opuso resistencia.
Y uno de los muchachos le disparó. Y lo mató. Y huyeron.
Ningún vecino escuchó los disparos en la mañana que empezaba. Quizá, la pistola tendrí­a un silenciador.
Y la mañana se volvió triste y la calle más vací­a que nunca, pues nadie se asomó por la ventana atrás de la cortina.
El cadáver quedó tirado en medio de la calle. Y la calle, en silencio.
Una esposa más en Veracruz quedó viuda. Unos hijos más, huérfanos.
Y lo más canijo, a la deriva económica, pues Ramón era el jefe de familia que llevaba el itacate a casa trabajando de velador.

TRES. Un ser humano más asesinado
Han transcurrido trece dí­as. Impunidad total y absoluta. Ningún detenido. Y el expediente quizá guardadito por ahí­ si es que, claro, expediente fue levantado.
Y en los últimos casi doce meses, como “la muerte tiene (tanto) permiso” en Veracruz, un asesinato más hace olvidar el anterior y la impunidad sigue creciendo en tierra fértil.
El número de hombres ejecutados es por ahora incalculable, pues cada quien tiene sus cifras.
Lo único que se sabe es que van más de doscientas mujeres ejecutadas y que Veracruz ocupa el primer lugar nacional en feminicidios y en secuestros… por más y más que en el gobierno del estado festinen que “el í­ndice delictivo va a la baja y estamos contentos, muy contentos”.
Ramón Pérez Altamirano era uno de los 6 millones de habitantes de Veracruz que viví­an en la pobreza, “con la medianí­a de su salario”.
Era uno más, como decí­a Luis Buñuel, olvidado de Dios, y como escribí­a Franz Fanon, “un condenado de la tierra”, y como proclamaba Oscar Lewis, un precarista, o como escribió con dureza Fiódor Dostoievski, “una gente insignificante”.
Pero con todo, un ser humano.


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