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Lunes 25 noviembre, 2019

Pedir perdón

Edel ílvarez Peña es el primer polí­tico de Veracruz en pedir perdón a los jodidos, los desamparados, los pobres, “los condenados de la tierra” les decí­a Franz Fanon, “los olvidados” según Luis Buñuel, “la gente insignificante” los describí­a León Tolstoi.
Fue en su informe de gobierno y casi se arrodilló ante el millón de indí­genas habitantes de las 8 regiones étnicas de sur a norte y de este a oeste de Veracruz.

Luis Velázquez

Y ha expresado el perdón a nombre del Poder Judicial en otros sexenios y en el bienio anterior a los 600 (otros dicen que quinientos) indí­genas privados de su libertad por delitos menores, la mayorí­a, parece, por robar un pollito y/o una gallinita para llevar el itacate (por un dí­a) a casa para los niños, la esposa y los padres seniles.
Pero, indicativo, además de solicitar perdón (y que por lo regular es insuficiente, incluso, vuelto ejercicio demagógico pues a los polí­ticos ha dado por hincarse ante los pobres) reveló que al momento, en su gestión, ciento once indí­genas recuperaron su libertad.
Es decir, fortaleció su palabra con hechos y acciones concretas y especí­ficas, y lo que, digamos, como reza el anuncio televisivo, “hace la diferencia”.
Nunca antes un magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia, T.S.J.
Peor tantito: jamás el T.S.J. ni las Fiscalí­as azules y rojas se ocuparon del asunto, quizá porque se trata de los también denominados “excluidos sociales”, además de que, y en todo caso, los indí­genas y los campesinos y los obreros suelen ocuparse como “carne de cañón” para muchas cositas, entre otras, ser acarreados para eventos partidistas y públicos.
Todaví­a más: ílvarez Peña también dijo que cuarenta y nueve indí­genas están en trámite, a punto de alcanzar la libertad con sus expedientes avanzados en la revisión.

LOS INDíGENAS COMO PRESEA
En su biografí­a polí­tica, el magistrado enlista, entre otras, la presidencia municipal de Coatzacoalcos, la dirección del Instituto de Educación para Adultos (otro organismo con inusitada trascendencia social) y la presidencia del C.D.E. del P.R.I.
Nunca ha sido diputado local ni federal ni senador ni estuvo a cargo de una secretarí­a del gabinete legal o ampliado del gobierno de Veracruz.
Pero quizá la más alta satisfacción de su vida pública es el T.S.J., entre otras razones, y como ejemplo ahora, por servir en su más alta expresión a la población más jodida, jodida entre los jodidos, como son los indí­genas.
Y más todaví­a, estando presos.
Y más, y cuando por lo general, la población indí­gena sirve para que uno que otro polí­tico se dé “golpes de pecho” y se santigua en nombre de ellos y de la patria y quizá, de paso, para ganar indulgencias en la otra orilla del charco.
Por ejemplo, en el duartazgo, Jorge Carvallo Delfí­n, secretario de Desarrollo Social, viajó a la sierra de Zongolica a repartir despensitas acompañado de un ejército de reporteros, fotógrafos y camarógrafos y posando abrazado y con una risita Mejoral con una anciana y publicando la foto en los medios.
Y en la yunicidad, la titular de la SEDESOL, Indira Rosales San Román (“Yo, Indira” rezó la leyenda de su informe senatorial), fue al salón de belleza, le pusieron unas trenzas, se vistió con un trajecito folclórico y se fue a Zongolica llevando unas estufitas ecológicas y en donde se puso a echar tortillas a mano con el bosque de fotógrafos y camarógrafos inmortalizando el momento sublime perpetuado un dí­a después en la prensa escrita, hablada y digital.
El Tribunal Superior de Justicia pidió perdón a los indí­genas quizá también por tantos actos demagógicos… y de los que la población electoral está harta, molesta, irritada, encabritada.

GRAN LEGADO HUMANITARIO
Faltan todaví­a por revisarse, digamos, unos cuatrocientos cincuenta expedientes de indí­genas presos.
Se ignora el número de ellos encarcelados por delitos menores.
Pero ojalá la gran tarea social continúe, porque ante el manifiesto fracaso de la polí­tica económica para alentar la creación de empleos pagados con justicia laboral resulta imperdonable la ofensa y la humillación, injusticia además, de que un indí­gena sea obligado por el hambre familiar a robar un pollito y sea condenado a equis número de años privado de su libertad.
Además, trasladados a cárceles lejanas para evitar la visita de los hijos y la pareja.
Además, con gobernadores que llegan y se van sin detenerse en la injusticia cometida.
Además, sin que ninguno de los diputados locales y federales y senadores se ocupe de ellos, tan ocupados en que suelen andar en las curules soñando con el cargo público siguiente y cabildeando privilegios y canonjí­as.
ílvarez Peña cumplió con su conciencia social.
Ciento once indí­genas liberados significan su gran legado humanitario.


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