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Jueves 07 noviembre, 2019

Maestra imborrable

•Generosa con alumnos
•Prestaba sus libros

UNO. Maestra imborrable

Quizá ninguna profesora marcó tanto a una parte de aquella generación como Praxedis Lagunes Capistrán.
Era directora de la escuela primaria y secundaria en el pueblo y se mantuvo en el trono durante muchos sexenios, primero, por su talento

Luis Velázquez

pedagógico, y segundo, por su experiencia, y tercero, por su cabildeo y sensibilidad, y cuatro, por la sencillez y modestia.
Y cinco, por su inmensa generosidad con los alumnos.
Ella, por ejemplo, tení­a la suscripción de la revista Siempre!, tiempo aquel cuando la dirigí­a el fundador, José Pagés Llergo, el legendario reportero que entrevistara en exclusiva a Adolfo Hitler “en la plenitud del pinche poder”, gracias a que el Ministro de Información, Joseph Goebbels, le abriera la puerta.
Cada jueves, la revista Siempre! le llegaba a su casa y durante el fin de semana la leí­a completita.
Era frecuente, además de que se quedara dormida hacia la medianoche frente a su libro de cabecera en turno, sentada en un sillón tlacotelpeño en la sala de su casa, que también se desvelara leyendo Siempre!

DOS. Lectura de la revista Siempre!
Leí­da la revista, la maestra era muy generosa y la prestaba a los estudiantes de la escuela secundaria interesados en su lectura.
Además, motivados por ella misma, pues en la secundaria impartí­a la materia de Literatura y solí­a hablar cada semana de los escritores de Siempre!, donde Pagés Llergo creara una pluralidad polí­tica, ideológica, fuera de serie, dando cabida a las plumas de la izquierda y la derecha y del centro, sin tomar partido por nadie, pero fijando su posición en la editorial y que por lo regular era escrita por don Francisco Martí­nez de la Vega.
Eran pocos, sin embargo, los estudiantes en leer Siempre!, pero la práctica se volvió un hábito y el semanario se convirtió en una especie de droga.
Siempre! estaba integrada por dos grandes apartados. La sección de información general con sus análisis, y la más abundante y prolí­fica, y la sección de Cultura.
Habí­a compañeros, por ejemplo, que arrancaban la sección de Cultura y se la llevaban, sin el permiso de la maestra, aun cuando después lo detectaba y se hací­a solidaria y cómplice.

TRES. La biblioteca del pueblo
La maestra también solí­a prestar sus libros, sobre todo, novelas, cuentos y poesí­a.
Los facilitaba a los alumnos con la condición de que cada uno participara en su Tertulia Literaria quincenal que tení­a extraclase, y en donde cada estudiante resumí­a el libro leí­do y luego era sometido al debate.
La profe daba en una especie de instructivo las reglas generales para el análisis de una obra literaria y entonces, se debatí­a con un orden pedagógico.
Por desgracia, de aquel grupo ningún Albert Camus salió como fuera el caso del escritor argelino, pobre, muy pobre, a quien uno de sus maestros le prestaba sus libros desde el quinto año de primaria y lo educara y reeducara a tal grado que con su talento literario mereció el Premio Nobel de Literatura.
Pero, bueno, lo importante es que la profesora cumplí­a con su apostolado educativo y condujo a varias generaciones por el gusto de la literatura.
El Ayuntamiento del pueblo creó una biblioteca en un anexo del palacio municipal incentivado por la maestra y en donde, además, ella misma obsequiara todos sus libros, entonces, quizá, más de tres mil, y en donde también regalara su inmensa colección de la revista Siempre! y que guardaba en el cuartito de servicio de su casa y que daba a un patio gigantesco sembrado de árboles de ciruela y mango y aguacates.


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