Y en este siglo, Alejandro Almazán, quien fue estudiante en la facultad de Letras de la U.N.A.M., 4 veces Premio Nacional de Crónica, Premio Internacional de Crónica de la Fundación Gabriel Garcí­a Márquez, varias novelas en su curriculo y ahora, lejos del diarismo, guionista de documentales en Netflix.

LUNES
La flama reporteril
Muchos escritores consagrados pasaron antes por el periodismo, aun cuando también en la gloria terrenal hay escritores que entraron al periodismo, y en todo caso, alternaron ambos oficios.
Entre otros, en Estados Unidos, Ernest Hemingway, Francis Scott Fitzgerald, John Dos Passos, William Faulkner, Tom Wolfe, Norman Mailer, Jack London, John Reed, y desde luego, Truman Capote, quien cuando publicara “A sangre frí­a”, la historia de un par de jóvenes quienes al salir de la cárcel matan a una pareja de ancianos, creó y recreó lo que se conoció por el Nuevo Periodismo, donde la literatura y la realidad se cruzan y entrecruzan.
En México, por ejemplo, además de Martí­n Luis Guzmán, Carlos Fuentes, Juan José Tablada, Fernando Bení­tez, Jorge Ibargí¼engoitia, ni se diga Vicente Leñero, Ricardo Raphael, Ignacio Ramí­rez, “El nigromante”, Ignacio Manuel Altamirano y Guillermo Prieto, entre otros.
Y en América Latina, Mario Vargas Llosas, Gabriel Garcí­a Márquez, Julio Cortázar, Alejandro Carpentier, Martí­n Caparros, Ricardo Piglia y Roberto Bolaño.
En Rusia, León Tolstoi, Dostoiesky, Antón Chéjov, Iván Turgueneiv y Máximo Gorki son figuras estelares que de cronistas pasaron a escritores y mantuvieron la flama reporteril.
Todos ellos son figuras imprescindibles en la biblioteca, digamos, de un trabajador de la información, primero, para su cultura general, y segundo, para reaprehender la pasión por el oficio, y tercero, para descubrir nuevas técnicas narrativas.

MARTES
Escribir de noche
El polaco Ryzard Kapuscinski es otro caso universal. Estudió Historia, hablaba 8 idiomas, cubrió 25 frentes bélicos, impartí­a cursos de periodismo en la Fundación de Garcí­a Márquez en Colombia, y estaba especializado en los conflictos del Tercer Mundo, cuyo eje central era Africa.
En el dí­a, reporteaba para su agencia noticiosa polaca. Y en la noche, escribí­a sus libros, un total de cincuenta, de los cuales unos 18 están traducidos al español.
Así­, alternaba la pasión reporteril con la pasión literaria, lejos de una vida social en las reuniones con los amigos.
Por ejemplo, cada vez que andaba de gira periodí­stica en el mundo solí­a dormir en las casas sencillas y modestas de sus protagonistas sociales en vez de hospedarse en hoteles de 5 estrellas con bares de primer nivel, cerca del tránsito de mujeres bellas, para conocer a fondo, decí­a, la vida de la gente sin importancia como le llamaba Dostoievsky a los pobres, en ningún momento por desdén, sino para significar la incidencia social.

MIÉRCOLES
El oficio más bello del mundo
Cada quien ama su oficio, pero el periodismo es uno de los oficios más bellos del mundo. Contar historias todos los dí­as satisface hace feliz el corazón. Y las neuronas se reciclan para estar alerta sin perder la chispa ni “el ojo de tigre” como llaman los boxeadores a la hora de la pelea estelar.
Pero con todo, las crónicas y reportajes de cada dí­a publicados en el periódico se pierden, se diluyen, dejar de ser noticia en la tarde y dos dí­as después, ya nadie se acuerda, porque, además, se vive tan intenso que todos los dí­as hay reporteros que escriben mejores textos.
Por eso, nada más deseable que un reportero diera el siguiente paso para escribir, digamos, primero, libros periodí­sticos basados en historiales reales, y después, novelas, cuentos, poemas, soñando, claro, con la posibilidad de su trascendencia.
José Vasconcelos, por ejemplo, decí­a que mil años luz preferible leer libros de los clásicos, escritores ya muertos, y cuya obra literaria sobrevivió entre los siglos y siguen leyéndose.
Carlos Monsiváis y Carlos Fuentes leí­an la Biblia una vez cada año, porque aseguraban que es el mejor libro de crónicas y reportajes publicado en la historia de la humanidad.

JUEVES
Reporteros Premios Nobel de Literatura
Hemingway y Garcí­a Márquez, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, Antón Chéjov y Tolstoi, Andrés Malraux, Albert Camus y Jean-Paul Sartre, entre otros, alternaban el periodismo y la literatura.
Por ejemplo, cuando escribí­an una novela se distanciaban del periodismo y se encerraban algunos meses a escribir literatura.
Hemingway y Garcí­a Márquez, por ejemplo, escribí­an 6 horas diarias, encerrados en sus oficinas, sin recibir absolutamente a nadie. Incluso, la esposa del Gabo actuaba como su firme secretaria y ni siquiera llamadas telefónicas le pasaba porque estaba dedicado con devoción religiosa a la literatura.
Terminada la novela en turno, Hemingway y el Gabo agarraban camino en el mundo para escribir sus crónicas como enviados especiales de algún medio internacional.
Durante muchos años, Albert Camus fue director de un periódico en Francia. Se llamaba “Combate” y era ferozmente crí­tico.
Y todos los dí­as, de manera religiosa, Camus dirigí­a el medio. Y en las madrugadas y en las mañanas escribí­a sus novelas.
Hemingway, Garcí­a Márquez y Camus fueron Premio Nobel de Literatura. Los tres, reporteros.

VIERNES
La vida de John Reed
450 años antes de Cristo, Herodoto fue el primer escritor y cronista en armar este relajo.
Un dí­a, echó dos mudas de ropa en su morral, se lo echó al hombro y se fue al continente asiático para conocer las historias del otro extremo del mundo.
Publicó un libro de crónicas donde la ficción se atraviesa con hechos y cositas irreales llamado “Los nueve libros de la historia” y que todaví­a se leen con la fascinación de un mundo nuevo.
Igual de fascinante, por ejemplo, fue cuando a los 24, 25 años, John Reed agarró sus tiliches, trepó en el ferrocarril norteamericano para llegar a México y durante 4 meses cronicó la Revolución al lado de Pancho Villa.
Luego, regresó a Estados Unidos, anduvo por ahí­ metido en huelgas obreras y luego otra vez agarró sus tiliches y terminó en Rusia cronicando la revolución al lado de Lenin, con quien de tarde de tarde, sentados en una silla rozándose las piernas para la confidencia, dialogaban sobre el destino de la humanidad.
Incluso, tanto amó John Reed a Rusia que pescó el tifus y murió en Rusia y fue sepultado en la Plaza Roja por órdenes de Lenin.
El periodismo y la literatura son hermanitos gemelos.