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8 Columnas
Miércoles 16 octubre, 2019

La criminalidad sin castigo fomenta su proliferación


Por Reynaldo Escobar

Desde la antigí¼edad, el hombre ha experimentado diversas formas de castigo cuya finalidad pretende corregir la conducta de los delincuentes, sin violar sus derechos humanos, hoy tan de moda bajo la teorí­a de justicia, dejando atrás la venganza privada del “ojo...

por ojo y diente por diente”, así­ como la venganza pública por parte del Estado, mediante la aplicación de la pena de muerte o castigos infamantes que denigran a los transgresores de la ley.
Durante un tiempo, el pueblo exigí­a: “No más castigos crueles” cuyo propósito principal era saciar la sed de venganza, para atenuar el dolor de las ví­ctimas. Ahora que fácil resulta expresar el pésame o condolencia a los dolientes de los niños, de los adolescentes o de los hombres que perdieron la vida en una acción criminal, como “una emboscada”, que significa matar a traición a quien se encuentre en desventaja.
El fácil acceso de cualquier ciudadano a las drogas y al alcohol, han transformado a la sociedad para su autodestrucción; y peor aún resulta la inducción a niñas y niños para volverlos drogadictos dependientes de criminales traficantes. En tanto que las fuerzas de seguridad pública se han rezagado en su capacidad de respuesta con los cuerpos de policí­a que tienen a su cargo resguardar la vida de la población y el patrimonio personal y familiar de quienes resultan ví­ctimas de un “asalto a mano armada” o “robo con violencia”, que se han multiplicado de manera exponencial.
Lo peor del caso ha resultado ser, el desarme de la policí­a, que según las autoridades polí­ticas de los tres órdenes de gobierno, se decretó para generar menos violencia institucional, asegurando desde el Presidente de la República, Gobernadores y Alcaldes, que la violencia terminará muy pronto, aunque los hechos cotidianos muestren lo contrario.
La emboscada a los policí­as de Aguililla, Michoacán, puso al descubierto la falta de unidad en el mando policial y la falta de respaldo del Gobernador Silvano Aureoles, quien con excusas tontas, evade su responsabilidad ante los deudos de los 14 muertos. Al dí­a siguiente en Iguala, Guerrero otros 14 muertos elevan la cifra de asesinados por la ineficacia del combate a los narcotraficantes y bandas del crimen organizado, que como dijo “chuscamente” la Secretaria de Gobernación, “suceden diariamente y en todo el paí­s”. Vaya manera de justificar su responsabilidad oficial.


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