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Martes 15 octubre, 2019

“El hombre invisible”

•Un indí­gena de Zongolica
•La gran estafa polí­tica

UNO. “El hombre invisible”

Se llamaba Celedonio Macuistle Tecpile y era un indí­gena de la sierra de Zongolica. Murió en la pobreza más impresionante, como miles.
Toda su vida, desde la infancia, fue cortador de café, de cí­tricos y de caña de azúcar.

Luis Velázquez

La mitad del año de todos los años desde cuando sus padres lo llevaron al corte se la pasaba de migrante en Veracruz.
Viví­a en Astacinga, un poblado en lo más alto de la montaña, vecino del municipio de Tehuipango, que limita con Puebla, y en donde en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, los malandros de entonces trepados en sus caballos y armados entraron al pueblo por la única calle disparando a diestra y siniestra y dejando un tiradero de cadáveres.
En la cresta de la montaña, de cara al sol cuando salí­a, su familia, como todos los vecinos, viví­a de sembrar hortalizas en el patio de la casa. Y todo el año, todos los años, comí­an lechuguita y rabanitos.
La mayorí­a de sus hijos migraron de Astacinga. El hambre, intituló Luis Spota a una de sus novelas, “muchas cornadas da”.
Unos, las mujeres, quedaron en Zongolica, casadas. Otros, se fueron a la Ciudad de México y camino a Estados Unidos. El mayor, Noel, terminó de albañil en el Distrito Federal y nunca volvió al pueblo. ¿Para qué, con tanta pobreza y miseria?

DOS. La gran estafa
En el tiempo de Celedonio Macuiste el antropólogo Gonzalo Aguirre Beltrán estaba de moda.
Varias veces anduvo en la sierra de Zongolica que haciendo estudios y Celedonio fue su guí­a, su enlace, su contacto.
Su esposa Rosita guisó frijolitos y arroz y tortillitas echadas a mano para Aguirre Beltrán.
Entonces, el antropólogo les juró que los ayudarí­a en su calidad de vida, buscando, por ejemplo, un trabajo para Celedonio en el gobierno en Zongolica y estudios para los hijos.
La familia soñó con el paraí­so terrenal.
Pero el famoso antropólogo, como dice la canción de la Martina, “ni por el caballo volvió”.
Simple y llanamente los utilizó y los estafó y “les tomó el pelo”.
Es, sin embargo, la vida de los indí­genas y los campesinos, y con frecuencia, de los obreros.
Los polí­ticos de todos los partidos de izquierda, centro y derecho, conservadores y liberales, usan a los pobres. La mayor parte de las veces, como carnada electoral para ganar en las urnas. Y otras, como guí­as en el caso de Aguirre Beltrán.

TRES. Un hombre maravilloso
Era Celedonio un hombre maravilloso con unos 5, 6 hijos. El más sencillo de todos los sencillos. El más solidario.
Siempre andaba con un perrito que lo acompañaba dí­a y noche, incluso en el surco. Incluso,
Toda su ropa cabí­a en un morralito diminuto. Una muda se quitaba y otra se poní­a. Toda su vida, en huaraches.
Su familia, su gran preocupación, con todo y sus debilidades humanas.
Algún dí­a fue, como la mayorí­a de los indí­genas, “un acarreado” del P.R.I., entonces el partido dominante en Veracruz.
Luego, mirando, observando y padeciendo el desdén y el menosprecio de los polí­ticos en turno se distanció por completo.
Su casita de palos y techo de palma y piso de tierra estaba frente al palacio municipal y la iglesia con un gigantesco patio que era para sus hijos su centro de diversión, y en donde además se reuní­an los niños de Astacinga.
Descanse en paz…


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