El macho reaccionando con furia y barbarie y saña en la relación amorosa.
Unas, fallecidas a partir de la golpiza. Otras, con puñales. Otras más, baleadas.
Los siete homicidas están procesados según dice la presidenta municipal, Deysi Sagrero.
Pero, con todo, la vida sigue igual, empeorando. Las mujeres continúan expuestas a un crimen. Ninguna autoridad local ni estatal ha dado el manotazo ni tampoco tomado medidas precautorias. Los machos, igual que siempre, dueños de sus mujeres. Y ni modo, de que una mujer se enfrenté en igualdad de circunstancias fí­sicas a la fuerza de un hombre.
La alcaldesa clama una oficina de la Fiscalí­a para ver si así­, dice, baja el oleaje violento. Ellos tienen un Instituto de la Mujer, pero de nada o poco sirve. También está la comandancia policiaca, pero parafraseando al secretario de Seguridad Pública a propósito del primer reportero asesinado en el sexenio de MORENA, ni modo de poner un policí­a a cuidar a cada una de las mujeres del pueblo.

DOS. Veracruz, en las grandes ligas sombrí­as
Cada vez siguen asesinando a mujeres. La elite eclesiástica, a través del vocero de la Diócesis de Orizaba, ha encumbrado a Veracruz en el primer lugar nacional de feminicidios, en un tiempo cuando Veracruz ocupa el primer lugar nacional en secuestros.
Pero también, el primer lugar nacional con mujeres con cáncer de mama. Y el primer lugar nacional con adolescentes embarazadas. Y el primer lugar nacional en abortos. Y el primer lugar nacional en la producción y exportación de trabajadoras sexuales.
Terrible y espantoso destino social de las mujeres en Veracruz, y más si se considera que 6 de cada diez habitantes son mujeres.
La mayorí­a de secretarios del gabinete legal del gobierno estatal son hombres. La mayorí­a de diputados locales y federales, hombres. Y la mayorí­a de Senadores, hombres. Y la mayorí­a de presidentes municipales, hombres.
Y la mayorí­a de funcionarios en el gobierno estatal, hombres. Y las mujeres, por más y más brillantes, maestrí­as, doctorados, reducidas en la oficina burocrática.
Y de postre, con salarios de hambre, salarios jodidos.
Por eso, entre otras cositas, con el Club de Tobi en Veracruz, tantas mujeres asesinadas en Soteapan por sus parejas.

TRES. Retrato social de Veracruz
La última estadí­stica oficial dice que el 40 por ciento de los feminicidios se comete en casa y a cargo de la pareja.
Y en ese discurso tan manoseado, la autoridad se ha refocilado “lavándose las manos”.
Por fortuna, nunca el padre Adán golpeó y quitó la vida a la madre Eva por aquello de la manzana milagrosa.
Pero, caray, tan solo en Veracruz en los últimos 8 meses de MORENA en el palacio de Xalapa van 180 mujeres que han perdido la vida, dejando en la orfandad a un número incalculable de niños.
Estamos en un cí­rculo vicioso. Ningún historiador, sociólogo, antropólogo, sicólogo, siquiatrí­a, terapeuta familiar, polí­tico, ministro de Dios, ha aportado una estrategia eficaz y eficiente para disminuir el feminicidio.
Por ejemplo, el presidente Lázaro Cárdenas del Rí­o prohibió la venta de aguardiente y cerveza en las regiones indí­genas porque eran demasiados los crí­menes de mujeres por sus maridos ebrios, además, claro, de que los hombres se gastaban el dinerito del jornal en el alcohol y las trabajadoras sexuales.
Soteapan significa el retrato social del Veracruz de hoy.