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Malecón del paseo
Viernes 06 septiembre, 2019

Los cafés de Parí­s

•Llenos de escritores
•Centro del mundo

EMBARCADERO: Durante muchos años, los cafés de Parí­s a la orilla del rí­o Sena, en el bulevar, fueron el centro mundial de intelectuales, escritores y periodistas... Allí­ se concitaban todos, conscientes los primeros de buscar los resplandores de la prensa global, y los trabajadores de la información, a la cacerí­a de las estrellas... De aquellos, el único que los evadí­a era Jean-Paul Sartre... Pero de cualquier forma, iba, y el desafí­o era su aventura

Luis Velázquez

Sartre solí­a llevar a sus alumnas tratando de seducirlas con su lenguaje y sus relaciones amicales cuando todos lo aclamaban…

ROMPEOLAS: La llamada “Generación perdida” de escritores (Ernest Hemingway, John Dos Pasos, William Faulkner y John Steinbeck, entre otros de Estados Unidos) tení­a sus cafés preferidos en Parí­s… Todas las tardes, Hemingway solí­a llegar a un café para esperar al poeta Ezra Pound, entonces, en la cúspide de la fama mundial… Y durante muchas semanas lo esperó hasta que un dí­a se le presentó… Y Pound lo adoptó como su discí­pulo y lo fue llevando de la mano hasta encumbrarse…

ASTILLEROS: Julio Cortázar tení­a ya mucho tiempo de vivir en Parí­s y cada tarde llegaba a un café, con unas libretas de escribir y un montón de lapiceros y lápices… Se sentaba en el fondo del café para pasar inadvertido y pedí­a un lechero y luego enseguida clavaba la mirada en el cuaderno para escribir y a veces, el café se enfriaba porque seguí­a escribiendo cuentos y novelas… Una tarde, Gabriel Garcí­a Márquez llegó al café para conocerlo… Y desde lejos, se la pasó mirando aquel ejercicio mágico de inspiración superior y nunca se acercó… Así­ estuvo durante una semana feliz con el hechizo de la contemplación…

ESCOLLERAS: Una tarde, tres peruanos llegaron a un café de Paris con las mesas en la banqueta frente rí­o Sena, esperando que pasara su paisano Mario Vargas Llosa… Y hacia las 5:45 P.M., Vargas Llosa pasó caminando aprisa y de prisa y con prisa y uno de los 3 peruanos se levantó en estampida… “Mario, Mario, le dijo, soy peruano y estoy con dos paisanos más en el café… Te invitamos un caf锝… Vargas Llosa contestó así­: “Gracias. Tengo prisa”… El peruano insistió y Vargas Llosa le reviró: “Gracias, faltan quince minutos para las seis y debo llegar a mi departamento porque a las 6 en punto debo estar escribiendo”… Y siguió caminando…

PLAZOLETA: En un café de Parí­s se reuní­an los corresponsales extranjeros en tiempo de la segunda guerra mundial… Allí­, solí­an intercambiar información basados en puros dí­ceres, versiones extraoficiales, para escribir, según ellos, la exclusiva de lo que el dí­a anterior habí­a pasado en el frente de guerra… Pero sin asistir nunca a la batalla… Más o menos como la fábula de las ranas que soñaban con tener un rey… Por eso a Hemingway y Dos Pasos los respetaban tanto porque siempre reporteaban desde el centro bélico…

PALMERAS: Quizá desde entonces viene el hábito y la costumbre de reportear desde un café… Por ejemplo, en cada pueblo urbano hay un café preferido por los trabajadores de la información y también consentido de los polí­ticos… Incluso, en un café local, un caricaturista, Bruno Ferreira, Brunóf, pintó un mural que en su tiempo causó escalofrí­os en el gremio reporteril, aun cuando pasado un ratito todos lo aceptaron… Ahora, claro, el presidente de la república tiene sus mañaneras, pero la tradición sigue en la provincia y en la aldea y en el rancho grande… Los cafés son el centro por excelencia de los polí­ticos y los reporteros…


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