Viñetas del poder
*Ante la cero rendición de cuentas, Tomás Ruiz González habría renunciado a SEFIPLAN por las mismas razones que Salvador Sánchez, el cuñado de Manlio Fabio Altamirano, a saber: negarse a validar documentos bajo sospecha…
Último semestre del sexenio fidelista. 2010. Salvador Sánchez, el cuñado del entonces senador Manlio Fabio Beltrones, renuncia a la Secretaría de Finanzas y Planeación y deja Xalapa, la tierra donde había llegado como Hernán Cortés a las playas de Chalchihuecan, como conquistador.
Luis Velázquez
Pero que, para su desventura, nunca pudo crecer… como soñaba.
Antonio Ferrari Cazarín, joven, recién desempacado en la política, hijo del Pedro Páramo de Boca del Río, el odontólogo Ramón Ferrari Pardiño, aquel que contaba chistes al gobernador Miguel Alemán Velasco en su audiencia como titular de SEDARPA, entra al relevo.
Y Ferrari Cazarín cumple, acata sin chistar, la orden que Salvador Sánchez había rechazado y le llevara, incluso, a la renuncia.
O sea, firmar al cuarto para las doce el préstamo que el góber fogoso solicitaba de diez mil millones de pesos.
Mientras Salvador Sánchez (ahora subsecretario de Turismo con Claudia Ruiz-Massieu Salinas) se negó a firmar el trámite crediticio, pues restaban dos, tres meses a Fidel Herrera para concluir el sexenio, por tanto, los hechos y las circunstancias se ponían bajo sospecha, Ferrari Cazarín lo firmó.
Pero de acuerdo con la fama pública, el muchachito lo suscribió a cambio de una promesa que nunca le cumplieron: repetir en la Secretaría de Finanzas en el sexenio inmediato.
Entonces, Tomás Ruiz González, el genio del SAT salinista, aterrizó en SEFIPLAN y, ni modo, Antonio Ferrari arrastró con la carga histórica y de consuelo aceptó la dirección del COBAEV, convirtiéndose de un especialista en finanzas en el Enrique Laubscher del siglo XXI, soñando que desde ahí desembarcaría en la candidatura priista a la alcaldía de Boca del Río.
Pero… primero se le atravesó el arquitecto Raúl Zarrabal Ferat, secretario de Comunicaciones, exregidor y exdiputado; luego, cuando Zarrabal junior fuera doblegado y bajado del caballo a mitad del río, con la cartera del síndico y regidores y funcionarios de confianza distribuida, a Ferrari Cazarín se le atravesó otro junior, Sergio Pazos, y, bueno, estaría luchando por la suplencia.
Lo decía Fernando López Arias, candidato a gobernador de Veracruz en 1962, exsenador de la república y exprocurador de Justicia de la nación en el sexenio del mexiquense Adolfo López Mateos, cuando enfrentara la huelga médica del Seguro Social: “Suplente… ni de Dios”.
DOS VERSIONES DE UNA RENUNCIA ANUNCIADA
Tomás Ruiz González ha dejado la Secretaría de Finanzas y Planeación. De entrada, fue renunciado, pues en el sistema político del país nadie dimite a un gobernador ni a un presidente de la República, pues si fuera así, entonces ningún chiste representaría la figura del tlatoani, el gurú, el jefe máximo, la presidencia y la gubernatura imperial.
Pero, bueno, el genio del SAT, el líder del PANAL de la profe Elba Esther Gordillo (ahora en desgracia) durante apenas un semestre, ha dicho que se retira de Xalapa (por lo pronto) porque tiene ofertas laborales.
Pero ante la cero rendición de cuentas y la transparencia en el ejercicio del poder sexenal, en la cúpula gobernante se habla de lo siguiente: Tomás Ruiz, cuyo pasado inspira respeto en el búnker peñista, habría tendido un puente con el secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray Caso, el político más cercano al inquilino de Los Pinos, para informar, entre otras cositas, sobre la deuda pública de Veracruz.
Una deuda pública que en la realidad asciende a 59 mil 900 millones de pesos más las bursatilizaciones.
Vaya usted a saber…
El caso es que, y de acuerdo con las versiones, cuando el sexenio próspero sostuvo una reunión directa con el titular de Hacienda, hablaron de una deuda pública maquillada, en tanto Videgaray Caso ya tenía papelitos.
Y Xalapa, con SEFIPLAN, se convirtieron en tierra vietnamita, llena de bombas sembradas en el subsuelo.
Y más cuando de paso, el senador Fernando Yunes Márquez había lanzado al mundo la denuncia de irregularidades por 5 mil millones de pesos, todos recursos federales, en la cuenta pública de Veracruz correspondiente al año 2011.
Otra versión, sin embargo, y ante la opacidad es la siguiente: igual que Salvador Sánchez, a diferencia de Antonio Ferrari Cazarín, Tomás Ruiz se habría negado a firmar una serie de papelitos (facturas, obra pública quizá) de recursos federales etiquetados y que habrían sido desviados para otras acciones y decisiones.
Y como de acuerdo con la cultura priista establecida desde Plutarco Elías Calles, “El turco” fundador del abuelito del PRI, el creador del maximato que lo llevara a imponer cuatro presidentes de la República, nadie puede rebelarse al dios terrenal, entonces, Tomás Ruiz fue lanzado del paraíso, como Luzbel, el ángel del Dios bíblico.
TODOS SE HAN VUELTO UNAS TUMBAS…
Otra viñeta, sin embargo, habla de que el examigo de la profe Elba Esther Gordillo estaba harto de ser considerado un Ken en SEFIPLAN.
Uno: durante 2 años y 3 meses vivió acotado en la dependencia, pues otros (subsecretarios y hasta los tesoreros Vicente Benítez y Antonio Tarek Abdalá Saad) tenían derecho de picaporte y ellos se habían adueñado de todas las canicas.
Dos: el macrocosmos de SEFIPLAN fue reducido para Tomás Ruiz en un microcosmos, un mundo pequeño, chiquito, acostumbrado como ha estado en cargos federales a ser la figura estelar.
Tres: mientras nunca tocó baranda con el erario, Ruiz González fue utilizado para solucionar grandes pendientes económicos y financieros de SEFIPLAN, convertida en polvo en el sexenio anterior.
Cuatro: el fuego amigo en su contra desatado desde el bombardeo mediático con “una mano que meció la cuna”.
Cinco: el desorden y el caos administrativo en cada secretaría, donde suelen existir dobles y triples mandos y en donde la fama pública consigna riquezas inexplicables.
Por eso (y otras razones desconocidas, pero imaginadas), Tomás Ruiz prefirió retirarse de Veracruz.
Y como la cultura priista así lo reclama y exige, igual que sus antecesores en la renuncia (Pablo Anaya Rivera, Tomás Carrillo Sánchez, Guillermo Herrera, Fabrizio Aguilar, etcétera) guardará silencio porque, ni hablar, en política el jefe es el jefe.
Y si algún lastimado y/o resentido interrumpe el silencio, entonces, puede ser bloqueado para el resto de su vida, y en el peor de los escenarios, exiliado a las islas Fiji, enviado de embajador, encarcelado tipo Elba Esther Gordillo y/o sepultado con honores y la bandera nacional en el féretro, declarado héroe de la patria.
Por eso es que los 42 políticos despedidos y removidos en el sexenio próspero se han vuelto unas tumbas…