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Miércoles 29 agosto, 2018

Los olores de cada ciudad

•Pueblo que huele a limpio
•Los cafés/ciudades

UNO. Los olores de cada ciudad

Nada mejor que describir a una ciudad, escribió Graham Greene, como elegir un sí­mbolo, un arquetipo, por ejemplo, y entre otras cositas, el olor de cada pueblo.
El puerto de Veracruz, está claro, huele a las fosas clandestinas

Luis Velázquez

de “Colinas de Santa”, en el norte de la ciudad, a unos cuantos metros de la autopista Veracruz-Xalapa, a unos metros del Golfo de México, y en donde el Solecito ha anunciado que hay unos quinientos cadáveres más.
Otros dicen que en las mañanas, Veracruz huele a picadas, gordas, tacos y tortas, y en las tarde, nadie aguanta el pavoroso olor a azufre y que así­ lo tiene el MAS, el famoso consorcio hidráulico importado desde Brasil por Javier Duarte, el preso polí­tico en el Reclusorio Oriente.
Tuxpan, durante un tiempo olió al duartista Alberto Silva Ramos y ahora a Pepe Mancha, el señor presidente del CDE del PRI, dueño polí­tico del puerto, famoso de norte a sur y de este a oeste porque regaló de aniversario de bodas la curul local pluri a su esposa.
Pánuco huele al cacique expriista, panista Ricardo Garcí­a Guzmán, y su olor es el mismo del patriarcado en su dimensión estelar, pues regaló las curules local y federal a sus hijos, uno de ellos conocido como “El Porky de Xalapa”.
Xalapa huele al Hay Festival que se fuera de Veracruz en el sexenio anterior por tanta inseguridad, pero también todaví­a hay calles y avenidas aromatizadas con el recuerdo del escrito Juan Vicente Melo caminando en medio de la lluvia, la penumbra y la neblina con su bastón legendaria y su risita de párvulo.
Otros, sin embargo, dicen que Xalapa huele a bugambilia, aun cuando de igual manera a todas las flores, pero más, mucho más, a bugambilia, y que en todo caso será cuestión de gusto.

DOS. Pueblo que huele a limpio

Un tiempo Papantla olí­a a vainilla y luego al Festival Tají­n, creado por Miguel Alemán Velasco, pero ahora el olor se irá a Costa Esmeralda donde el góber electo lo desea transferir, pues se trata de su promesa de campaña para, digamos, levantar la corriente turí­stica.
Boca del Rí­o olí­a antes a “El municipio exitoso”, pero luego el aroma se lo quitó Orizaba con el ex alcalde Juan Manuel Dí­az Franco y su í­dolo histórico, Porfirio Dí­az Mori, a quien levantara una estatua para estar en paz consigo mismo.
Cosamaloapan, en la Cuenca del Papaloapan, huele a “El toma/todo”, el famoso apodo del priista Gustavo Arróniz Zamudio, y quien en desquite siempre dice que hay otros que “Toman más”.
Otatitlán, claro, huele a “El Cristo negro”, pero pronto olerá a la nueva capital de la polí­tica jarocha con Éric Patrocinio Cisneros Burgos, el secretario General de Gobierno anunciado por Cuitláhuac Garcí­a Jiménez.
Coatzacoalcos, por ejemplo, huele a pantano como Fortí­n huele a color verde con las flores y paraí­so.
Y Poza Rica a huevo cocido por la cuestión petrolera y Córdoba y Orizaba a lluvia y humedad.
Y Perote huele a limpio y frescura, en tanto Tierra Blanca a calor y que solo los habitantes toleran y soportan.

TRES. Una cruz en cada pueblo

Graham Greene también cuenta en su libro/reportaje, “Caminos sin ley”, que las ciudades también se conocen e identifican por la cruz de su parroquia o la catedral.
Y por las callejuelas sin alumbrado público.
Y por la vieja estación del ferrocarril donde y por lo regular la vida alcanzó la muerte.
Los puestos de gordas y picadas.
La zona prostibularia, por ejemplo, y cuando en el siglo pasado, en el puerto de Veracruz, en dos cuadras de la avenida Vicente Guerrero habí­a unas doscientos, trescientas trabajadoras sexuales.
Y por añadidura, una ciudad también puede describirse por sus moteles donde florece el amor clandestino, el amor prohibido, el más fascinante de todos los amores desaforados de la vida.
Y por los mercados públicos, donde venden desde el queso más sabroso del mundo hasta una mujer bonita ofrece un viaje esotérico con los espí­ritus a través de los médiums.
Y por los cafés, claro.

CUATRO. Los cafés/ciudades

Hay cafés famosos en el mundo que retratan a unas ciudades.
Por ejemplo:
En la Ciudad de México, el café Tacuba donde los pistoleros de “La mano negra”, el cartel de Veracruz en 1920 asesinara a Manlio Fabio Altamirano, gobernador electo de Veracruz, delante de su esposa y de un ayudante.
En el puerto jarocho, famoso el café “Diligencias”, donde en el siglo pasado el poeta Salvador Dí­az Mirón se enfureció cuando un parroquiano lo agravió, sacó la pistola, lo persiguió y lo mató por la espalda.
Y ni se diga el café de “La Parroquia”, parada obligatoria del mundo, entre ellos, de los poetas y escritores León Felipe, Renato Leduc (“Sabia virtud de perder el tiempo”), José Pagés Llergo, Julio Scherer Garcí­a y Carlos Monsiváis, entre otros.
El café “207 años”, donde luego de que el presidente Enrique Peña Nieto tomara un lechero con una canilla, a varios meseros les dio por peinarse con un copete gigantesco.
En la Ciudad de México, famoso el café “Cyrstal Carranza” donde el general Victoriano Huerta, el asesino de Francisco Ignacio Madero y José Marí­a Pino Suárez, solí­a emborracharse hasta “las manitas” y cuando estaba en calidad de bulto su escolta ordenaba que apagaran las luces para sacarlo “a gatas” y treparlo al coche presidencial.


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