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Malecón del paseo
Sábado 31 marzo, 2018

El editor más peligroso

•Enfrentó a la Casa Blanca
•La vida de Benjamí­n Bradlee

EMBARCADERO: La vida del reportero Benjamí­n Bradlee, el legendario director general de The Washington Post cuando la caí­da de Richard Nixon como presidente de Estados Unidos por el caso Watergate, ha sido llevada a la pantalla... Su historia fue filmada en un documental intitulado “El periodista: la vida de Ben Bradlee” que así­ le llamaban, Ben, de cariño, los tundeteclas... Se mira y admira en HBO

Luis Velázquez

Fue llamado “el editor más peligroso” de EU después de que el diario publicó “Los documentos del Pentágono sobre el caso de espionaje polí­tico más canijo en la historia del mundo… Bradlee se enfrentó, primero, a la dueña del periódico acosada como estaba entre los accionistas del medio, la Casa Blanca, los partidos polí­ticos y la planta reporteril buscando la verdad… Después, se enfrentó a la mismita Casa Blanca, y nunca, jamás, se arrugó… Además de las horas nubladas y huracanadas de aquel momento estelar, el documental ahonda en la historia de vida del famoso y polémico y controvertido director…

ROMPEOLAS: Por ejemplo, cuenta la historia del joven Benjamí­n Bradlee contagiado por la poliomielitis convertido en una figura periodí­stica importante del siglo XX… Los altibajos de su vida personal… Los familiares y los amigos… Las pasiones desbocadas… Su tiempo como corresponsal extranjero de Newsweek en los años 50… Sus crónicas de las guerras en Medio Oriente… Su amistad con el joven senador, John F. Kennedy, quien luego en la Casa Blanca fue su amigo y, no obstante confiarle cositas, siempre le decí­a que para el amigo, y nunca, jamás, jamás, jamás, para el reportero… Y por añadidura, aun teniendo la primicia de un hecho, nunca lo publicó, en nombre, claro, de la amistad sagrada y consagrada… The Washington Post, convertido de una potencia local en una potencia nacional… El desafí­o abierto a The New York Times hasta quedarse dueño y lí­der de la plaza… Una vida prodigiosa, fuera de serie, de un maestro, guí­a, protector, padre intelectual, padre putativo, de los dos más grandes reporteros de aquel tiempo, Bob Woodward y Carl Bernestein, unos jóvenes menores de 25 años a quienes confió el proceso periodí­stico de Watergate, incluso, teniendo un frente bélico interno formado por reporteros con mayor experiencia que disputaban la exclusiva…

ASTILLEROS: Don Julio Scherer Garcí­a es, serí­a, el equivalente de Benjamí­n Bradlee en México… Enfrentó, por ejemplo, la furia irracional de presidente Luis Echeverrí­a ílvarez, secretario de Gobernación, en la masacre de Tlatelolco en el movimiento estudiantil del 68… Tanta ferocidad vibró en Echeverrí­a contra Scherer que cuando fue elegido director general del periódico Excélsior siguió luchando en su contra hasta que lo descarrilara a partir de una intriga interna con trabajadores despedidos y de un complot externo donde participaron lí­deres campesinos… Y en donde además, Televisa con Emilio Azcárraga Milmo se le fue a la yugular… Entonces, Scherer, depuesto de Excélsior a través de aquel golpe de Estado, con el aparato gubernamental en contra, fundó el semanario Proceso, publicado en la última semana de Echeverrí­a en Los Pinos, nomás para dejar testimonio de su postura social ante el presidente represor… El escritor Carlos Fuentes Mací­as llamaba a Scherer “el Francisco Zarco del siglo XX”…

ARRECIFES: Mario Renato Menéndez, como director del semanario Por qué? en el tiempo estelar de Gustavo Dí­az Ordaz como presidente serí­a la otra cara de Benjamí­n Bradlee en México… Por qué? fue publicado antes que Proceso, los dos grandes medios combativos… Dí­az Ordaz también irritó con Mario Renato y un dí­a ordenó que los policí­as de la Dirección Federal de Seguridad incendiaran el edificio… En la madrugada aquella, de pronto, Fernando Gutiérrez Barrios, el titular, se apareció a Menéndez, y simple y llanamente, lo trepó a un avión y lo exilió durante más de diez, quince años, en Cuba… Muchos años después, Menéndez regresarí­a a México y se concentrarí­a en Yucatán, su tierra, donde fundó un diario bautizado con el nombre de “Por esto!”… Bradlee, Scherer y Menéndez son el trí­o de figuras simbólicas del periodismo cuya filosofí­a de vida era contar las historias de cada dí­a, apegadas ferozmente a los hechos, así­ Roma se incendiara…

PLAZOLETA: Desde luego otra gran figura icónica, sacrosanta del periodismo fue José Pagés Llergo, el legendario y mí­tico director fundador de la revista Siempre!... Por ejemplo, fue el único reportero de América Latina que entrevistó en exclusiva a Adolfo Hitler, el asesino de los 6 millones de judí­os ejecutados en las cámaras de gases… Antes habí­a dirigido el semanario “Hoy” (¿o serí­a “Rotofoto”?) donde publicó en la portada de la edición número 844 una fotografí­a en que el yerno de Miguel Alemán Valdés, Carlos Girón, casado con su hija Beatriz Alemán y de luna de miel en Parí­s, aparece en cabaret, de pie (la esposa atrás de él) mirando con ojos de fauno a la bailarina Simone Clarins que, semidesnuda, paseaba entre la concurrencia… Y en nombre, digamos, de la libertad de expresión, Alemán Valdés presionó para que Pagés Llergo renunciara por la osadí­a y la temeridad de hacer un periodismo intrépido y audaz… Pagés Llergo era moderado, con todo y tabasqueño de origen, ante, digamos, Scherer y Menéndez, pero al mismo tiempo, inició en el periodismo la gran tradición de la pluralidad, pues en sus páginas publicaba artí­culos de autores con la más disí­mbola ideologí­a y que solí­an pelearse entre ellos defendiendo cada parte a sus í­dolos polí­ticos…

PALMERAS: El mejor periodismo en la historia del paí­s se concitó en la época de la Reforma, de Benito Juárez, a Porfirio Dí­az… Fue el tiempo, entre otros, de Ignacio Ramí­rez, El nigromante, Ignacio Manuel Altamirano, Francisco Zarco, Ricardo Flores Magón, Guillermo Prieto y Filomeno Mata… Ninguno de ellos era reportero, eran articulistas que así­ se estilaba el periodismo entonces… Además, todos eran polí­ticos y funcionarios públicos… Y cuando tení­an diferencias ideológicas con Juárez, por ejemplo, le renunciaban y regresan a la redacción de sus periódicos, con tanta autoridad moral que se volví­an unos crí­ticos acérrimos de Juárez… Y Juárez, el presidente, respetando la libertad de expresión y la libertad de prensa de todos ellos y a lo que, simple y llanamente, estaba obligado por la Constitución General de la República…


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