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Sábado 25 noviembre, 2017

Antiduartista y antiPRI

•Vender el alma al diablo
•Obsesión del Yunes azul

ESCALERAS: Expriista durante más de un cuarto de siglo, el gobernador Yunes ha vivido los últimos doce meses con una sola fijación. Es antiduartista, antifidelista y antiPRI. Incluso, con tal estrategia se adueñó de la silla embrujada de palacio. Y con la misma apuesta “veinte y las malas” a heredar el trono imperial y faraónico a su primogénito. Allá, las elites rojas y MORENA “si se dejan comer el mandado”.

Luis Velázquez

En 1997, como presidente del CDE del PRI chirinista, las elites y las tribus rojas integraron un frente común en su contra y lo descarrilaron. En su elección municipal perdió 107 alcaldí­as.
Furibundo, inculpó a todos. Se fue de Veracruz. Años después aparecerí­a en su nuevo partido, siguiendo los ideales utópicos de Manuel Gómez Morí­n, quien, por cierto, fuera empleado de Plutarco Elí­as Calles, el fundador del partido abuelito del PRI.
Ahora, con su antipriismo y antiduartismo las cúpulas rojas se la están pagando.
Y de ñapa, sigue con su antifidelismo, pues ante su incapacidad para enviarlo al penal de Pacho Viejo, entonces, va contra todos los duartistas y con la llamada “joya de la corona” y que se llama Karime Mací­as.
El simple anuncio cuando lo formulara estremeció a Veracruz y también a México, pues nunca antes un gobernador, tampoco un presidente de la república, se han ido en contra de la esposa de un antecesor.
¡Vaya, en las mafias italianas la esposa era intocable!

PASAMANOS: Seis cargos públicos desempeñados en el sexenio de Rafael Hernández Ochoa, quien lo encumbrara también en el altiplano, la derrota más aplastante, imborrable quizá, de su vida pública fue con Patricio Chirinos, cuando la perdida de las 107 alcaldí­as.
Tan es así­ que luego de ganar la gubernatura y lanzar a su expartido del palacio de gobierno de Xalapa, ya cumplió la primera parte del proyecto polí­tico familiar más ambicioso de su vida como fue la presidencia municipal para un hijo, y la segunda edición, quizá “la joya de la corona” como reza el clásico, heredar la estafeta a su primogénito.
Y atrás del objetivo entregarí­a “su alma al diablo” para amarrar la posibilidad.
Nunca un ex priista tan rencoroso con su partido polí­tico alma mater.
En todo caso, quizá a la altura de Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo y Andrés Manuel López Obrador, el trí­o con quienes, además, el gobernador Yunes se ha puesto los guantes.
Y si con ellos trepó al ring, las elites priistas de Veracruz “son pan comido”.
Tan es así­ que a todos tiene azorrillados, salvo a los senadores Pepe Yunes Zorrilla y Héctor Yunes Landa, y a quienes, de paso, enfrentará en las urnas el año siguiente.

CASCAJO: El Yunes azul preconiza que el viejo mundo priista está descarrilado, y al mismo tiempo, late el alborear de un nuevo dí­a en Veracruz.
Digamos, una nueva vida para los jodidos, los desempleados, los migrantes, los necesitados de seguridad y de justicia, y más, cuando el dí­a del asesinato del presidente municipal de Hidalgotitlán, en el sur de Veracruz, Valle de Uxpanapa, asegurara que en Veracruz hay “una vida libre, democrática y tranquila”.
Pero el nuevo dí­a para el territorio jarocho también significa un cambio del sistema polí­tico donde el relato bí­blico se reproduzca cuando los padres hereden a los hijos el poder, pues nunca antes en Veracruz, ni tampoco en el paí­s, un polí­tico en funciones ha entregado la estafeta a uno de los hijos.
Y aun cuando el último caso fuera en Oaxaca donde Alejandro Murat, hijo de José Murat Casab, es el gobernador, lo fue luego de que el padre ejerciera el poder hace doce años.
Y para alcanzar la máxima utopí­a de su vida, el Yunes azul basa su estrategia en su filosofí­a antiPRI, antiDuarte y antiFidel, con todo y que en el carril se hable de una polí­tica del resentimiento.
“No es venganza, sino justicia” ha revirado ene número de veces.

RODAPIÉ: El poder polí­tico, social y económico de un gobernador es enorme. También del presidente de la república. Así­, claro, lo permite y alimenta el sistema polí­tico.
Un gobernador, dice el clásico, es el jefe de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial. El jefe de las finanzas. El jefe de las policí­as y los penales. El jefe nato de su partido polí­tico. El jefe de la prensa. El jefe de la elite eclesiástica. El jefe de los empresarios.
En pocas palabras, dueño del dí­a y de la noche. El punto de salida y el punto final del destino común.
Suetonio dice en “Los doce Césares” que es tanto el poder de un polí­tico que cuando un dí­a siente que en la tarea de gobernar la pasó en blanco de inmediato piensa que lo están traicionando y que alguien, incluso del mismo gabinete legal y ampliado, le hace competencia y lo intriga.
El Yunes azul siempre ha tenido poder. De más a más. A menos, incluso. Tiempo un rato en la espera.
Pero está en la cúspide. Además, solo. Además, nadie por encima de él, por ejemplo, el caso de los priistas que tienen arriba al presidente de la república como el gurú sagrado y consagrado.
Dueño del balón y de todos los balones en la reserva, su antipriismo se pondrá a prueba en las urnas el año entrante, consciente, no obstante, de que ganará “de todas… todas”, como fuera “la cargada” priista en el siglo pasado.
Antipriista, sueña con noquear para siempre al tricolor.
Antiduartista, sigue empujando la carreta para encarcelar a más duartistas, incluso, a Karime Mací­as, y a su padre, Tony Mací­as.
Y antifidelista, la felicidad absoluta la tocará con la yema de los dedos cuando el fogoso vista el uniforme del penal de Pacho Viejo.


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