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Historias de desaparecidos
19 marzo, 2017

Una desgracia vivir en fraccionamiento Colinas de Santa Fe

•Cumple una década la unidad habitacional, próxima al terreno de las fosas clandestinas, cementerio particular de malandros, policí­as y polí­ticos
•Historias de crimen y maltrato han ocurrido dentro y fuera de sus casas, abandonadas sin terminar por la inmobiliaria Homex en 2012
•El infierno en las "Colinas". Cuesta la seguridad, la salud, cuesta el patrimonio y 3 mil pesos mensuales al INFONAVIT

Itzel Loranca

  • Colinas de Santa Fe: abandonado, insaluble e inseguro

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  • Colinas de Santa Fe: abandonado, insaluble e inseguro

Cuesta vivir en el fraccionamiento Colinas de Santa Fe. Cuesta la salud, la seguridad, el patrimonio y tres mil pesos al mes que el INFONAVIT descuenta puntualmente a las familias que, sin remedio, viven en el sitio más próximo a las fosas clandestinas con más restos humanos en todo México.
Al quedar inconcluso por la desarrolladora inmobiliaria Homex, que en 2012 lo abandonó tras declararse en quiebra, el Ayuntamiento de Veracruz no lo ha podido municipalizar.
Eso significa para Clementina Manzanilla Hernández despertar a diario con el hedor de inmundicia en todas las habitaciones de su casa. Abrir la puerta de su cuarto y encontrar el suelo cubierto de aguas negras, porque el drenaje se desbordó a través de la taza del baño durante la madrugada.
“Ya le metimos un trapo ahí­ adentro para que no salga el agua, pero sigue subiendo. Hay que estar pendientes todo el dí­a”, dice, y señala el sanitario que desde hace un par de años dejaron de utilizar.
La claridad del mediodí­a entra por la ventana principal de la sala y revela los azulejos húmedos de ser limpios con cloro y aromatizante. Pero el olor a podredumbre no se va.
Clementina atraviesa su cochera, que sirve para cocinar, lavar ropa y trastes, al ser inutilizables las llaves de agua al interior de la vivienda. Mientras se dirige a la banqueta con paso cansado, cuenta que ella, su esposo y sus cinco hijos tienen que bañarse en casa de una vecina.
Pero la limpieza y la higiene que procuran parece inútil cada vez que a alguno de sus hijos le da alguna enfermedad en el estómago por lo insalubre del lugar.
Pese a lo terrible del sitio, su familia, como muchas otras entre los seis mil 211 habitantes contados en Colinas de Santa Fe por el INEGI en 2010, no tiene dinero para abandonar la casa; continúa pagándola al Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT).
Al no ser administrado por el municipio, el organismo local de agua y saneamiento no puede arreglar los drenajes del fraccionamiento ni enviar un vactor.
Con resignación, Clementina recurre a la única solución que conoce. Con una mueca de asco, toma su cubeta de plástico y la hunde en el registro de la acera de su casa, mientras su esposo clava una varilla para disminuir el nivel del desagí¼e.

DESAMPARADOS AL NACER

En 2007 las primeras casas fueron habitadas en Colinas de Santa Fe, el último fraccionamiento de la ciudad hacia la zona norte, sobre la carretera Veracruz-Cardel.
Las manifestaciones vecinales denunciando muros agrietados, la ausencia de alumbrado público y hundimientos en los suelos de sus viviendas ocurrieron a partir de 2009. Luego, vino el problema del drenaje escurriendo por las calles y con los años, introduciéndose en sus hogares.
Nada importó. Los permisos para que Homex siguiera construyendo fueron expedidos por el gobierno municipal. Así­ llegaron la segunda etapa del fraccionamiento y la tercera, conocida como Jardines de Santa Fe.
Hasta hace unos años la página de la inmobiliaria anunciaba su más reciente sección en venta, presumiendo de escuelas, cercaní­a al centro de la ciudad y todos los servicios. No obstante, al igual que a sus antecesoras, los condominios de cuatro pisos en la tercera fase del conjunto habitacional serí­an un fiasco.
Con las viviendas sumidas en defectos de construcción y la falta de servicios públicos, la corrupción y el aislamiento lo envolvieron todo.

MADRIGUERA DE VIOLENCIA

Una cobija oscura en una ventana del segundo piso de un condominio en Jardines de Santa Fe, identificaba la penosa habitación. En ella, Israel de 12 años permanecí­a encadenado a la puerta todo el dí­a, cuidando de sus hermanos Osiris de seis y Miguel de dos.
Sus padres pocas veces eran observados por los vecinos, quienes los veí­an salir todas las mañanas. Horrorizados pero temerosos del agresivo padrastro de Israel, los habitantes del edificio introducí­an por la ventana a diario agua y alimentos.
No aguantando más, una de las habitantes del edificio delató la violencia que sufrí­an los niños en un video publicado en mayo de 2015.
Las imágenes revelaban una mesa, una colchoneta, un televisor y un ventilador como único mobiliario en el lugar. Eso y la larga cadena atada con un candado al tobillo derecho del niño.
“¿Y no te ha lastimado?”-preguntaba la vecina detrás de su celular.
“Nada más cuando me jalo”-respondí­a tí­midamente Israel.
Cuando la Policí­a Naval llegó al domicilio la madrugada del 11 de mayo para llevarlos a él y a sus hermanitos al DIF Municipal, no querí­a irse. Temí­a por la tunda que su padrastro le darí­a al ver el cuarto vací­o a su regreso.
Sin embargo, no hubo más golpes para él. Ni siquiera su madre se presentó ante las autoridades para exigirlos de vuelta. Tuvo que ser detenida y puesta a disposición del ministerio público, tras la investigación por maltrato infantil que se abrió en su contra.
Un año antes, en 2014 un niño de nueve años de edad habí­a sido rescatado en Colinas de Santa Fe, pero de una banda de secuestradores.
El 28 de julio, en una vivienda entre las calles San Rafael y San Julián, se encontró al niño apenas secuestrado dí­as antes. Era una casa de seguridad en la que además fueron detenidos seis hombres y una mujer. Ese dí­a, el fragor de las balas resonó en el fraccionamiento.
Para ese entonces el crimen ya era la cruz de cada dí­a para muchas familias en el sitio.
Los robos a viviendas y la llegada de personas desconocidas para invadir las casas desocupadas tras el hartazgo de sus propietarios, tuvo su corolario en mayo de 2014. Al caer la noche los vecinos descubrieron que todos los cables eléctricos de los postes de luz, en el puente que conduce de la carretera al fraccionamiento, fueron robados.
Por semanas la oscuridad sobrecogió a quienes entraban y salí­an de noche del conjunto habitacional. Pese a los reportes, fue una manifestación la que llamó la atención de las autoridades al problema.
Ahora, solo en el puente existen lámparas de iluminación LED. El alumbrado público en algunas de las calles del fraccionamiento, es una casualidad.

COLINAS DE SANTA FE DESPUÉS DE LAS FOSAS

Tras una década padeciendo la vida en Colinas de Santa Fe, Adela Blanco Cruz explica la problemática como “un efecto dominó”.
Las aguas negras sin tratar, al nunca haber funcionado la planta de tratamiento, son vertidas al rí­o Grande. Sin embargo, una constructora rellenó el vaso regulador que existí­a entre el afluente y el fraccionamiento en su afán de construir otro conjunto habitacional en la zona.
Con o sin lluvias, el agua del desagí¼e rebosa las alcantarillas y los registros, esparciéndose por el pavimento y las casas. El problema, ha avanzado de las últimas hacia las primeras calles del fraccionamiento con el paso de los años.
Adela cuenta con indignación que lo más reciente es la construcción de almacenes para la ampliación del puerto de Veracruz, al otro lado de la carretera.
Los patios de maniobras han casi obstruido la salida al mar del rí­o Grande. Debajo del puente que lleva su nombre, el arroyo se ha convertido en una inmensa charca de agua estancada junto a sus casas.
“Hemos ido de mal en peor y ahorita aunque impermeabilicemos las viviendas, como están rajadas por las fracturas, no les sirve, nos goteamos. Las mejoras que queremos hacer en las casas son imposibles, no hay remedio”.
El Consejo Nacional de Evaluación de la Polí­tica de Desarrollo Social en 2010 contó que una sola vivienda en Colinas de Santa Fe no tení­a drenaje y cuatro casas carecí­an de sanitario. Las cifras se tambalean ante la realidad en la que varias familias terminaron sin hogar.
Adela recuerda que a lo largo de estos años más de una vivienda ha colapsado por partes por los socavamientos y la falta de cimientos en el lugar.
Incontables veces los vecinos, convocados por ella, han bloqueado la carretera, y otras tantas, se han plantado frente al palacio municipal o en las calles del municipio para exigir otras condiciones de vida.
De nada sirve cuando en la Ley de Desarrollo Urbano, Ordenamiento Territorial y Vivienda del estado, no se contempla el caso de Colinas en el que un fraccionamiento queda a medio terminar.
El hallazgo de más de 250 cuerpos en 125 fosas por madres del colectivo de búsqueda de desaparecidos Solecito de Veracruz, a menos de cinco kilómetros de sus viviendas, ubicó a Colinas de Santa Fe en el mapa a nivel mundial.
En comparación con los enterramientos de San Fernando, Tamaulipas, donde se hallaron 196 osamentas y en Iguala, Guerrero, en donde se encontraron 131 cuerpos, las fosas de la ciudad de Veracruz, como un vertedero de restos humanos, son las que albergan más cuerpos hasta ahora en todo el paí­s.
La crudeza del descubrimiento, sin embargo, no ha trastornado la vida de los habitantes del sitio más próximo, para quienes la marginación pesa más con cada año que transcurre en la apatí­a de las autoridades. “Realmente no nos pelaban y aunque estén las fosas ahí­ nadie nos pela” sentencia Adela.


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