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Crónicas
Sábado 11 marzo, 2017

“La vida aquí­ es peor cada dí­a”

El abandono del sitio declarado área natural protegida desde 1999 repercute en la seguridad y salud de los vecinos en Boca del Rí­o
•“Vengo desde lejos a buscar leña hasta aquí­. Y ahí­ venimos sufriendo. Pero ni modo, así­ es la vida y hay que darle”
•“Aquí­ vienen los malandros y los marihuanos y quién sabe qué tanta gente más en las noches a hacer sus cosas. Y nada es seguro”/Una historia de Itzel Loranca/ Parte II y última


Una mujer empuña su machete y lo deja caer sobre la palma seca que se acumula junto al camino. Escoge, uno, dos, tres pedazos y los entrega a su sobrina para que los disponga en el carrito de metal que han traí­do consigo.

  • Zonas marginales en Boca del Río, uno de los municipios más ricos del estado

  • Zonas marginales en Boca del Río, uno de los municipios más ricos del estado

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  • Zonas marginales en Boca del Río, uno de los municipios más ricos del estado

“Se nos acabó el gas y hay que venir por leña para los frijolitos” comenta al tomar una pausa. La ausencia de filo en su herramienta ha dificultado su tarea.
La adolescente de ojos azules recoge los trozos de palma y los apila en el “diablito”. Luego, sigue jugando con un plástico que encontró entre el lodo del suelo. Un bebé en brazos de otra joven observa inquieto y gime. Tiene hambre y sueño.
Son la familia de Rosa Sánchez Castro, quien habita en una vivienda sencilla de la colonia Miguel Alemán de Boca del Rí­o, entre el abandono y la decadencia del manglar Arroyo Moreno, considerado área natural protegida (ANP) desde 1999.
Para llegar al sitio en el que recogió hierba seca para su hogar tuvo que caminar por media hora, esquivando los charcos que la lluvia dejó en el camino, sobre el lodo, la basura y los escombros, hasta llegar al final del sendero que conecta su zona con la colonia Graciano Sánchez.
A unos metros, grandes residencias se alzan sobre calles pavimentadas y bien alumbradas. Un escenario distinto al que rodea la vivienda de Rosa. Sin embargo, una y otra área tienen en común que ninguna fue planificada.
Son producto de asentamientos irregulares o edificados sin ninguna planeación al son del crecimiento urbano, en el que el manglar y las familias que viven muy cerca de él terminan pagando las consecuencias.

LA OTRA CARA DEL DESARROLLO

Boca del Rí­o es uno de los principales destinos turí­sticos de la entidad veracruzana.
Su importancia es tal que junto con su zona conurbada de Veracruz y el municipio de Tlacotalpan, son los únicos sitios que el gobierno federal incluyó en su lista de 44 destinos turí­sticos competitivos en México, en 2015.
Su oferta es un corredor hotelero y de centros nocturnos, centros comerciales con tiendas de marcas exclusivas y playas, a las que se han añadido en los últimos años fraccionamientos con campos de golf y marinas en la zona conurbada con Alvarado.
Las edificaciones, varias con plantas de tratamiento de aguas inservibles como se descubrió en 2013 en la plaza El Dorado, vierten sus aguas negras al mar y al rí­o Jamapa. Uno de los brazos de este afluente, es Arroyo Moreno.
El agua contaminada permanece entre las raí­ces de los grandes árboles de mangle, por entre las que también se cuela la basura, que puede ser tan diversa como refrigeradores y pantallas de televisión enteras.
Rosa Sánchez lamenta lo que ven sus ojos cada ocasión que acude a levantar madera seca de entre los desechos del camino.
Cuenta que ella llegó a vivir ahí­ hace muchos años, cuando aún era niña, tras perder a sus padres en un rancho cerca de Ignacio de la Llave. Su habitación al asentarse en Boca del Rí­o fue irregular, como el de decenas de familias que circundan los mangles.
En ese entonces el sitio era distinto y a varios de sus vecinos hasta proveí­a de alimento, pues abundaban los peces y otros mariscos en las aguas.
“Esto era más limpio, pero vienen a echar cosas y más cosas, esto está más peor, cada dí­a más, nos afecta a todos los que pasamos. Nada cambia y sigue igual”, dice, recordando los gratos paisajes de manglares en Cancún que ha visto en la televisión.
“No se parecen a los mangles que hay en otros lados”, menciona con decepción.

INSALUBRIDAD E INSEGURIDAD

Pese a la dificultad que presenta atravesar el sendero de tierra y desperdicios, es paso obligado para estudiantes, taxistas, vecinos en bicicleta o a pie, y hasta camiones repartidores de refrescos.
Hasta el año pasado los grandes vehí­culos estaban excluidos por dos plumas de metal colocadas por el Ayuntamiento de Boca del Rí­o en 2014. Eran barreras que tuvieron como propósito impedir que el manglar fuera utilizado como basurero.
Vehí­culos de grandes dimensiones dejaban escombros, refrigeradores y hasta partes de automóviles. La medida, sin embargo, no mantuvo limpia la zona. Zapatos y ropa, electrodomésticos y envolturas de alimentos, continuaron acumulándose.
A unos metros de Rosa, un poste de metal oxidado se mantiene firme entre la maleza. Es lo que quedó de una de las dos plumas de metal.
“Tiene como un año que se las robaron. Así­ es la gente aquí­, se roban todo. Hasta en el parque, luego no amanecí­an los columpios. Cortaban de las cadenas y se los llevaban”, expresa. Durante su conversación, en varias ocasiones, apuntarí­a que todo es culpa de la falta de valores desde casa.
Cuenta que tiene tres hijos. El más chico que estudia preparatoria, la joven que la acompaña y que la hizo abuela de un bebé de un año; y la mayor, que trabaja en un show de animación.
“El problema es que aquí­ en la ciudad quieren todo fácil, no quieren trabajar, no les enseñan a trabajar. Les dan todo. Los padres les enseñan que el materialismo es lo que importa. Por eso luego se meten porquerí­as, andan vagando y terminan mal”.
Cuenta que ha reconvenido a la mayor de sus hijos a dejar de fumar y de beber, pues teme que termine como otros jóvenes, en “malos pasos”. Señala entonces el camino y menciona “Aquí­ vienen todos esos malandros, marihuanos y quién sabe qué tanta gente más en las noches a hacer sus cosas. No es seguro por aquí­”.
A unas calles de distancia, la madrugada del primero de marzo, 11 cuerpos asesinados de manera violenta, fueron abandonados junto a una camioneta blanca.
Rosa cree haber visto el hecho en las noticias. No le sorprende. Cuenta nunca haber visto una patrulla de la policí­a vigilar ese sendero o su colonia. Esperar a que pasen es como aguardar por el camión de Limpia Pública en la zona.

“ASí ES LA VIDA Y HAY QUE DARLE”

La desgracia del manglar es también la de su gente.
La creación de desarrollos habitacionales permitidos por el municipio y los asentamientos irregulares, fueron posibles rellenando el manglar y relegándolo a ser el patio trasero de sus viviendas.
Un estudio de la Universidad Veracruzana (UV) revela que entre 1976 y 2005 se perdió una extensión de 14 por ciento de mangle. El deterioro continúa pese al decreto del gobierno del estado que lo denominó írea Natural Protegida en 1999 y lo elevó a Reserva Ecológica en 2008, resguardando 249 hectáreas.
La institución señala que entre los servicios ambientales que proporciona, como purificar el agua del rí­o, equilibrar la temperatura y albergar especies de pesca, el manglar permite regular los niveles de agua gracias a su conexión con cuerpos de agua subterráneos.
Estos beneficios se redujeron con el relleno del humedal para servir de suelo para fraccionamientos, colonias y viviendas. Pero esto solo impacta a las zonas de mayor marginación. Como la colonia Miguel Alemán.
Rosa platica que en 2010 durante tres dí­as no pudo regresar a su casa, luego de haber salido a toda prisa junto a su familia para protegerse de la inundación que trajo el huracán Karl. Las lluvias cubrieron su casa en totalidad y tras refugiarse en el World Trade Center, regresó para encontrarse sin nada.
El vale que el gobierno del estado le regaló, se lo robaron. Nunca supo quién. Volver a hacerse de muebles y utensilios le tomó años, entre trabajos en locales en el mercado o limpiando casas, ocupaciones que también le permitieron dar estudios a sus hijos.
El menor de ellos será el primero en estudiar la universidad. Quiere ser psicólogo.
“Soy una mujer que no me gusta estar nomás sentada. Luego tengo que estar viendo a ver qué hago para salir adelante y vengo desde allá hasta acá a buscar leña. Y ahí­ venimos sufriendo. Pero ni modos, así­ es la vida y hay que darle”.


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