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Sábado 19 noviembre, 2016

Orgí­a de corrupción

•Régimen sultaní­stico
•De Baco y Dionisio a Duarte

PASAMANOS: Con todo el poder polí­tico en sus manos, Javier Duarte, JD, el prófugo de la justicia dejó en Veracruz una orgí­a de corrupción.
Bastarí­a referir que el PRI nacional lo incluyó en la célebre lista de corruptos como el número uno del paí­s, encima, por ejemplo, de César Duarte, ex de Chihuahua, y Roberto Borge, ex de Quintana Roo, y Memo Padrés, ex de Sonora, y Rodrigo Medina, ex de Nuevo León.

Luis Velázquez

Incluso, igual que en Nicaragua con Daniel Ortega, con más años en el poder absoluto que Anastasio Somoza, el caso de Duarte podrí­a definirse como “un régimen sultaní­stico (Edmundo Jarquí­n) y en el que “la voluntad e intereses del sultán se confunden con los del Estado”.
Serí­a, entonces, apenas, apenitas, un sultán jarocho, digamos, como el cacique gordo de Cempoala, que a la llegada de Hernán Cortés a las playas de Chalchihuecan tení­a 50 efebos en la sevicia sexual, sólo digamos comparable al emperador romano, Adriano, con Antí­noo, el chico de 17 años por el que enloqueciera y exiliara a su esposa en el otro extremo del reino para vivir el romance en paz.
Duarte tuvo todo el poder imaginado del mundo.
Todo.
Todo lo tocó. Todo lo corrompió.
El politólogo Carlos Ronzón lo resume así­:
La peor desgracia: robarse los recursos públicos (becas, pago a viejitos del 60 y más, pensiones, apoyo alimentario, ayudas a discapacitados, etcétera) y empobrecer y joder a la población, con todo y que ningún polí­tico se levanta todos los dí­as pensando en “joder a México”.
El peor atropello: robarnos el futuro condenándonos a pagar y sufrir sus excesos y saqueos por mucho tiempo.
La ocurrencia más estrafalaria: pensar que sus cambios de look era asunto de polí­tica pública. Pintarse el pelo de amarrillo, estrenar peinaditos a cada rato, dejarse crecer la barba, ejercitarse en el estadio de la UV con fotógrafos y camarógrafos, ponerse a dieta y bajar la panza.
La peor desgracia, desgracia tétrica: victimizar a los secuestrados, desaparecidos y asesinados como agentes de los carteles y cartelitos y manipular con el billete fácil a los medios para ensuciar su memoria en el archivo del olvido y la impunidad.
Una orgí­a de corrupción económica y social, moral y ética.
La última ridiculez: el pasaporte falso confiscado en Tapachula, Chiapas, donde ahora se hace llamar Alex Huerta del Valle, personalidad múltiple y bipolar que es.
Mejor, digamos, pudo llamarse Donald Trump.
Es la hora, pues, de “mover a México” (con y sin Enrique Peña Nieto) y capturar a Javier Duarte.
La PGR ofrece 15 millones de pesos de recompensa por datos que lleven a su paradero.
Y porfis, que nadie lo busque en las cajuelas de los automóviles, pues tal operativo está a cargo de la PGR y la lnterpol.

BALAUSTRADAS: La orgí­a de corrupción de Duarte se pincelea en seis palabras: una cuchillada a la piel social.
Por ejemplo, son insólitos los abusos y atropellos y caen en el asombro y la perplejidad.
Parecen, más que un cuento de hadas, una historia de brujas, brujas malas, perversas y siniestras.
Insaciable para el billete y el placer, el pueblo jarocho con su fósforo bitacal endilgó los siguientes apodos a sus hermanos:
Cecil, el operador. Eugenio, el hombre de los negocios. Daniel, el cerebro.
Eugenio, por ejemplo, surtí­a las despensas al sistema educativo y era proveedor de las dependencias estatales.
Los presos de los penales de Veracruz están a base de agua y tecitos de zacate-limón, porque el recurso oficial desapareció.
Los empleados de los penales con cartulinas recordando que “mi familia también come”.
Un juez federal obligó a la secretarí­a de Finanzas y Planeación y al Instituto de Pensiones a depositar la pensión a Francisco Emilio González Christen, una ví­ctima más de miles a quien pagaban el cheque atrasado y de “hule”.
La rara y extraña desaparición de 1,263 millones de pesos de los Juegos Centroamericanos.
Los hospitales, tronados. Incluso, sin curitas, por ejemplo, y sin fondos para comprar los alimentos de los enfermos, además de los burócratas del Sector Salud, como los maestros, el pago de la quincena y del bono y del retroactivo.
Cada dí­a la población amotinada y el góber interino, doctor en Derecho Constitucional, el deslenguado Flavino Rí­os, pidiendo un milagro: una tregua a los manifestantes.

ESCALERAS: El único legado del prófugo de la justicia más famoso del paí­s significa una orgí­a de corrupción.
Orgí­a de sangre que incluye niños y mujeres y reporteros y activistas sociales asesinados.
Orgí­a de impunidad, la Fiscalí­a, dejando hacer y dejando pasar, y sólo asestando el manotazo, caso Gabriel Deantes, acusado de enriquecimiento ilí­cito, embargadas cuatro propiedades, cuando la PGR y la Interpol, unidas, buscan a Duarte en 190 paí­ses.
Orgí­a administrativa, con el saqueo a las arcas.
Orgí­a educativa, con 600 mil personas de 14 años de edad en adelante en el analfabetismo, sin saber leer ni escribir.
Orgí­a laboral, con un Veracruz en primer lugar nacional de producción y exportación de trabajadoras sexuales.
Orgí­a en la salud pública con “una catástrofe humanitaria” como la denominó el góber electo.
Javier Duarte, la versión jarocha de Baco, el dios romano de los bacanales y las orgí­as, y de Dionisio, su homólogo griego, fiestas de vino, sexo, crí­menes y conspiraciones polí­ticas.


1 comentario(s)

Carlos Beltrán Veraza 24 Nov, 2016 - 17:10
PEÑA: TODO EL PAIS LO SABE ! TU ERES COMPLICE !

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