La gran estafa
Hay un fraude de Javier Duarte, el fugitivo de la PGR, que está quedando impune. Es la gran estafa a miles de profesores y burócratas. Y lo grave es que en la Secretaría de Fianzas (SEFIPLAN) les han dado carpetazo. Y lo peor, que por ahí le saltaría la liebre al góber interino en los próximos 30 días de noviembre.
Luis Velázquez
La historia inicia cuando los secretarios de Finanzas y Planeación, digamos, llenos de bondad, pensando en el bienestar social de los trabajadores al servicio del Estado, quizá planeando al mismo tiempo un negociazo, pactaron con firmas comerciales vender a crédito automóviles y casas a todos ellos.
Mientras por un lado SEFIPLAN sería, digamos, una especie de aval, con cargo a la nómina, les abrieron líneas de crédito para comprar coches y casitas donde vivir y tener un techito seguro.
Y cada mes con cargo a la nómina les descontaban para en automático SEFIPLAN abonar a las instituciones bancarias otorgantes del crédito correspondiente.
Durante muchos meses, los profes y burócratas fueron felices. Tenían su cochecito. Tenían su casita, su departamentito social. Y en el cheque mensual SEFIPLAN anotaba el descuento para el abonito.
Javier Duarte, JD, era aclamado en las reuniones sindicales. El genio financiero. El político con gran sentido social. “Te queremos, Duarte, te queremos” le gritaban. JD sonreía y mostraba su mazorca dental con sabor a bipolaridad.
Un día, cuando según sus cuentas los profes y burócratas calculaban que habían pagado su crédito fueron al banco y solicitaron la liberación de la deuda para en automático tramitar la factura.
Y entonces, el infierno se vino encima.
En el banco les dijeron que además de que adeudaban cantidad millonaria, habían sido reportados al Buró de crédito por incumplidos, negligentes, indolentes, valemadristas.
Simple y llanamente, en SEFIPLAN, y por instrucciones del góber prófugo de la justicia, habían retenido el dinero millonario de los abonos mensuales de los profes y burócratas con un destino que nadie por ahora conoce, pero al mismo tiempo, sospecha.
ALISTAN DENUNCIA PENAL
Algunos profes y burócratas han renegociado el crédito y están pagando como pueden, digamos, el cochecito. Otros, la casa, pues andan temerosos de perder su patrimonio.
Han dialogado con los dirigentes sindicales y la mayoría se está haciendo “patos”.
Se ignora porque de alguna manera fueron beneficiados y les tocó una copia… a cambio de guardar silencio.
Se ignoran las razones por las que han incidido en el desencanto fatalista y cruzado de brazos, resignados al infortunio.
Se ignora si porque esperan que el nuevo gobernador tome posesión y pudieran reabrir el caso para lanzarse a la yugular, cierto, de JD, pero más aún de algunos de los secretarios de Finanzas y Planeación.
El caso es que figurar en el Buró de Crédito les ha llevado al insomnio, porque significa tener cerradas las puertas para cualquiera operación crediticia.
Y, por supuesto, la ambición sin límites y la codicia inescrupulosa de JD está fuera de duda.
Y por añadidura, sus cómplices y aliados, los titulares de Finanzas, a saber, Tomás Ruiz González, Carlos Aguirre Morales, Fernando Chárleston junior, Mauricio Audirac Murillo y Antonio Gómez Pelegrín, pues Salvador Manzur Díaz sólo duró 26 días en la dependencia, apenas, apenitas para respirar y en ningún ilícito participó, gracias, digamos ahora, a la caída del Pacto México cuando aquel descubrimiento sociológico del “oro molido” con los programas sociales.
Un abogado penalista que asesora a una parte de los profesores que se están agrupando alrededor de una denuncia dice que irán por los cinco titulares de SEFIPLAN, con Javier Duarte encabezando la gran estafa. La estafa silenciosa, lenta, pero fatídica como un síncope cardiaco volcánico.
“DEVOLVER EL DINERO ROBADO”
Resulta inverosímil el atraco. Por un lado, se insiste, cada mes SEFIPLAN descontaba en la nómina el abonito a los bancos para ir pagando el cochecito y la casita. Y por el otro, retenía la lana.
El hecho de fregar así a los profes y burócratas es tanto como robar a un muerto, despojar a un anciano indefenso, engañar a un indígena, ultrajar un cadáver.
Y lo peor, cada uno de los cinco secretarios se habrían prestado al juego sucio y cochino.
Un día, JD, quien fue subsecretario y secretario de Finanzas y Planeación, y conocía el tenebroso arte de “meter la mano al cajón” gracias a su maestro, el góber fogoso, ordenó a sus empleados de ángora en SEFIPLAN que desviaron el abonito y lo depositaran, digamos, a equis cuenta bancaria.
Y/o de plano, y dada la cantidad millonaria mensual, lo ocuparan para pagar una casita más en Woodlands, o un pago para el departamentito en el edificio Pelícano, y/o para comprar un caballo fino y exquisito para su señora esposa amazonas.
Y los titulares de SEFIPLAN acataron las órdenes al pie de la letra.
Y al mes siguiente otra vez y al otro de nuevo y así de manera sucesiva.
En la Ley de Responsabilidades de Funcionarios Públicos tal delito se llama complicidad, aun cuando en Alvarado le llamarían de otro modo.
Por fortuna, Miguel íngel Yunes Linares ha jurado y perjurado que en base a la ley, obligará a Javier Duarte a “devolver el dinero robado”.
Por eso, bien harían los profes y burócratas en tocar sus puertas para anotarse en la agenda pública de los pendientes.
Y más, porque una cosita es molestarse en el café y hablar pestes de Javier Duarte y otra es proceder conforme a derecho.
Y más, porque consumada la fechoría sólo resta luchar para recuperar la dignidad perdida.
El engaño. La estafa. La burla. El atraco. Y lo peor, “sin deberla ni temerla”.
ENTÉRESE RíPIDO
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