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Escenarios
Miércoles 13 julio, 2016

Historia de Paco Portilla

•De la gloria al infierno
•Hábil para sobrevivir

1

A los 27 años de edad, Francisco Portilla Bonilla, entonces agente del Ministerio Público, fue nombrado procurador de Justicia por el gobernador Rafael Hernández Ochoa, en un gabinete donde ya estaban Miguel íngel Yunes Linares y Gonzalo Morgado Huesca, compadritos.

Luis Velázquez

Llegaba Portilla al gabinete legal, luego de que en un rancho de Martí­nez de la Torre, los sicarios de la familia Arámburo, de Teziutlán, Puebla, asesinaran con alevosí­a, ventaja y premeditación a siete campesinos invasores de sus terrenos.
Durante tres meses, Luis Echeverrí­a ílvarez negó el habla a Hernández Ochoa, pues atrás del presidente, molestos, indignados, iracundos, estaban sus consentidos, los lí­deres campesinos, Alfredo Vladimir Bonfil y Celestino Salcedo Monteón, más sus funcionarios agraristas, Augusto Gómez Villanueva y Félix Barra, originario, por cierto, de Poza Rica.
A partir de entonces, y antes de cumplir los 30 años, Portilla se encumbró.
Las mieles del poder le llegaron demasiado pronto y se engolosinó, porque desde aquel tiempo ha logrado mantenerse en la cima.
Dos veces presidente municipal de Córdoba, derrotado en las urnas para una curul legislativa, beneficiado con una notarí­a fast track, nunca desde el principio de la década de los 70 en el siglo pasado le ha faltado la chamba.
Claro, ha sido rechazado en las urnas por la población electoral, pero al mismo tiempo, cada gobernador le ha tendido la mano, debido, entre otras cositas, a su, digamos, vocación institucional de “tirarse al piso” de todos y flotar y seguir flotando, como lo recomienda Joseph Fouché.
Con todo, ahora con Javier Duarte se mantuvo, por un lado, en el primer cí­rculo del poder, pero de igual manera, ha tenido su Waterloo.
Madriza doble, triple, en menos de lo que canta un gallo…

2

Es hora de refugiarse una vez más en la notarí­a cordobesa.
En el primer capí­tulo, JD maniobró en el Congreso duartista para imponerlo como Fiscal Anticorrupción.
Entonces, le brincó Miguel íngel Yunes Linares con el CEN del PAN de Ricardo Anaya, y el asunto llegó a la secretarí­a de Gobernación camino a Los Pinos.
Y desde Los Pinos la orden fue expedida: el nombramiento del Fiscal resulta improcedente.
Marcha atrás en el Congreso.
Francisco Portilla se replegó, pues así­ le enseña su manual de sobrevivencia.
De pronto, zas, que declinaba, pero que al mismo tiempo, oh paradoja, buscarí­a ser magistrado anticorrupción.
Incluso, hasta la ex presidenta municipal de Minatitlán y diputada local y ex lideresa de la CNOP, Guadalupe Porras, suegra de Marcos Theurel Cotero, ex alcalde de Coatzacoalcos, acusada por la sí­ndica de su pueblo de “la más corrupta de todos los polí­ticos”, apareció en la lista.
Y cuando los vientos iban caminando, caprichoso y berrinchudo, JD anunció que otra vez irí­a con el Fiscal Anticorrupción.
Y desde el altiplano llegó el manotazo.
La Procuradurí­a General de la República, PGR, anunciaba que habí­a presentado ante la Suprema Corte de Justicia de la nación, acciones de inconstitucionalidad en contra del Congreso jarocho, Congreso con mayorí­a duartista, por violentar, ni más ni menos, el espí­ritu del Sistema Nacional Anticorrupción, máxima obra de Enrique Peña Nieto.
Incluso, la PGR lo precisaba al pie de la letra:
No al Fiscal. No a los magistrados. No al Contralor.
Simple y llanamente, porque mientras Peña Nieto establece candados para combatir la corrupción que ha ubicado a México en los primeros lugares del mundo, Javier Duarte la fomenta.
El manotazo del CEN del PAN y PRD, igual que cuando el Pacto México, descarrilado por la frivolidad duartista de Salvador Manzur Dí­az, alcanzaba una parte más de la serie.
Y Paco Portilla… quedó en el aire.

3

Muchos, demasiados, excesivos favores polí­ticos y de otra naturaleza deberá Paco Portilla a JD, para entregarle sin reservas el capital polí­tico que le resta.
JD lo ha estado utilizando y Portilla Bonilla se deja, porque sin duda tal cual está y/o se siente obligado, a partir, digamos, de los favores recí­procos.
Pero hacia el final del sexenio, JD está descarrilado, y todos los priistas que todaví­a estén a su lado, más desplomados quedarán.
Peor, pues mientras JD se irá más enriquecido que como salió Fidel Herrera Beltrán, a Paco Portilla le habrí­a, digamos como hipótesis, tocado una probadita de las mieles.

4

Podrí­a, no obstante, ponderarse que Bonilla es un polí­tico agradecido, pero al mismo tiempo, la enseñanza bí­blica y de la vida enseña que en la lealtad ha de existir reciprocidad.
Más aún: en toda amistad las partes están obligadas, pero de igual manera, nunca, jamás, prestarse a ilí­citos jurí­dicos y éticos, y menos en una relación entre polí­ticos, a menos que las partes se beneficien, en todo caso, en igualdad de circunstancias.
Triste final, porque mientras a los 27 años Portilla fue procurador, ahora se la ha pasado en cargos menores, y lo peor, con el descrédito en que está terminando en el duartismo.


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