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Martes 19 abril, 2016

Ha consultado brujas para encontrar a nieto

•"Desde hace tres años mi nieto desapareció. Tengo 65 años y ya no sé qué hacer. Pronto voy a morir. Y tengo miedo de no verlo nunca más" dice su abuelo Ramón Ponce Moreno

•En la desesperación, ha gastado 60 mil pesos en sesiones espiritistas y ha pensado en suicidarse. Una historia más en el Veracruz sórdido y turbulento

•En septiembre del año 2013 el nieto salió a Córdoba porque le salió una chambita de pintar un automóvil y fue como si hubiera viajado "a la tierra del nunca jamás volveré"

•"Somos una familia pobre y mi nieto sería el primer profesionista en la familia" dice el orgulloso abuelo, quien fue chofer de remolques pesados

Miguel íngel León Carmona/En misión especial

  • Ramón Antonio Ponce Hubert. 18 años, desapareció en septiembre de 2013

  • Brigada nacional de búsqueda de desaparecidos, en Córdoba

AMATLíN DE LOS REYES, VERACRUZ.- “Nosotros somos una familia de traileros, querí­a que mi nieto fuera el primer profesionista, todo un chingón vaya. A él le gustaba estudiar y trabajar al mismo tiempo y hace tres años le salió una chambita, dizque pintando un carro en Córdoba. Desde entonces no ha regresado. Ya no sé qué hacer, tengo 65 años y sé que pronto me voy a morir. Tengo miedo de no verlo nunca más”.

Ramón Ponce Moreno, un hombre de cabello y bigote blanco. Con la barriga hinchada, propia de un chofer de remolques pesados. De manos ásperas, desde el saludo. Que de momento los recuerdos de su nieto, al que crió desde recién nacido, le arrebatan su hombrí­a; el viejo llora y lo hace en serio. Quejidos que cimbran la grabadora de voz desde el segundo uno.

Generaciones morí­an en la familia Ponce sin poder conseguir un tí­tulo como profesional, lo que significaba entonces la felicidad del hombre que hoy apenas puede con su pena. Él vio en Ramón Antonio Ponce Hubert, su nieto de 18 años, un potencial para las ciencias exactas y apostó por su educación… Sin imaginar que el tres de septiembre de 2013, alguien se lo arrebatarí­a junto con todas sus ilusiones.

Otra sórdida historia que la Primera Brigada Nacional de Desaparecidos en Veracruz ha logrado desenterrar en Amatlán de los Reyes, Veracruz. Más allá de los huesos cercenados y las fosas con los olores a carne cocinada.

Don Ramón, confí­a en el movimiento que acoge el sacerdote Julián Verónica y decide que es tiempo de escupir su miedo y relata la manera en que perdió a su marranito, como le llama hasta la fecha al ausente.

Al hombre no le da vergí¼enza y confiesa que en su desesperación por obtener respuestas ha acudido al servicio de las brujas, quienes a cambio de gratificaciones disque lo han visto con vida; trabajando para los malandros en el norte del paí­s, Tijuana fue la última referencia.

Sin embargo el hijo no ha vuelto. Hasta la fecha don Ramón Ponce ha gastado 60 mil pesos, aproximadamente, en sesiones espiritistas. “Hay veces que pienso en acabar con mi vida. ¿A qué me quedo?, se que puede regresar mi niño, pero y si no… Y si me muero de viejo y Dios no me permite volver a estar con él”, confiesa el padre y abuelo sollozando.

“A MI HIJO LE SALIÓ UNA CHAMBITA Y DESPUÉS YA NO REGRESÓ”

El martes tres de septiembre de 2013, Ramón Antonio reportó a su abuelo que saldrí­a a Córdoba, Veracruz, pues un amigo lo habí­a invitado a realizar una chambita, pintando un automóvil. Y salió de su domicilio, sin celular, sin identificaciones ni dinero. Se mudó a la tierra del nunca jamás sin nada, tampoco se despidió de sus seres amados.

El dí­a terminó y de Ramón no hubo noticias. Entonces su padre realizó el itinerario enfermizo que la mayorí­a de las familias de desaparecidos practican: visitó cárceles, hospitales, funerarias, se adentró en los barrios con fama de alojar matones y ni así­ encontró señas de su muchacho.

Ante la angustia, la familia decidió no interponer denuncia y don Ramón lo justifica “No lo hicimos por desconfianza a las autoridades, por acá ellos son los meros jefes. Es lo único que le puedo decir, entienda que nuestra familia tiene miedo”.

Desde entonces, fotografí­as con las señas particulares de Ramón Antonio Ponce Hubert, circulan por las redes sociales; que de acuerdo a comentarios sobre el muro de Facebook, salió con un pantalón de mezclilla azul, camiseta blanca cuello en V y tenis blancos, los más viejos en su armario, pues el trabajo, le advirtieron, que serí­a sucio.

Mide un metro con 85 centí­metros, de complexión robusta, por ello el apodo de marranito. Piel morena, cabello corto y nariz aguileña. Caracterí­sticas que comparte don Ramón a los brigadistas de desaparecidos en Veracruz, por si entre el cementerio de huesos, hallan algo parecido a su hijo.

“SOMOS UNA FAMILIA POBRE; PERO ÉL SERíA EL PRIMER PROFESIONISTA”

Ramón Antonio estudiaba el quinto semestre en el Centro de Bachillerato Tecnológico Industrial, CBTIS número 47, de Córdoba, Veracruz, con la especialidad en mecatrónica. Su padre lo describe como un estudiante de ochos, suficiente para tenerlo orgulloso, pues trabajaba de sol a sombra, 16 horas diarias.

Una persona a quien adjetivan como tranquilo y trabajador. Prestó sus energí­as de adolescente a diversas farmacias en el pueblo de Amatlán de los Reyes, repartiendo medicamentos en motocicleta. “Un chamaco que no paraba. Le digo que le gustaba ganar su dinerito”, recalca el padre, incrédulo ante su desgracia.

Ramón Antonio, cada semana repartí­a sus ganancias en tres tantos: un poco era para su madre, de quien por solicitud del abuelo solo se menciona que sufre de artritis, padecimiento que le cala los huesos y apenas le permite moverse. Otro tanto era para los cigarros de su papá y ya lo que sobraba para gastarlo en el barrio con los amigos.

“Siempre le dije que su propósito de vida tení­a que ser algo más que un trailero. Él solo se reí­a y me abrazaba la barriga. En la actualidad hay muchas empresas ensambladoras de tráileres modernos, la Volvo, por ejemplo. Yo le decí­a que se preparara para que se acomodara en uno de esos trabajos, del dinero yo veí­a cómo, pero lo conseguí­a”, comparte orgulloso de su esfuerzo.

Además de sus jornadas laborales, elaborando proyectos sobre mostradores de farmacias, Ramón Antonio se daba tiempo los fines de semana para tocar la baterí­a en el coro de la iglesia, mismo santuario donde ahora su padre hace fila para someterse a análisis de ADN y compararlos con los cadáveres cercenados hallados en San Rafael Calerí­a, Córdoba.

Y así­ se extravió la vida de un joven dedicado al trabajo y al estudio; con una jornada de siete de la mañana a diez de la noche, si acaso con una hora de descanso. El muchacho no tomaba ni fumaba. “Se lo llevaron cuando apenas estaba aprendiendo a vivir”.

“EL TIEMPO PASA Y MI HIJO NO REGRESA; A VECES PIENSO EN SUICIDARME”

“Yo vengo a ver a estas personas que buscan muertos y les doy las fotos de mi hijo por si lo encuentran entre los regueros de huesos. Mi esperanza siempre ha sido encobrarlo con vida, pero pasan los años y me voy poniendo viejo. Me da miedo pensar que me voy a ir sin verlo de nuevo”, comparte don Ramón, un hombre de voz bronca, que por su ausente llora como infante.

“Estoy desesperado, no sé qué más hacer. Ya no duermo. En mi trabajo como trailero eran cotidianos los desvelos, pero con este problema vivo a puro insomnio. No soportó la presión, por eso a veces pienso en quitarme la vida”.

Y así­ culmina la entrevista, pues la hilera donde forma don Ramón, de los solicitantes al examen gratuito de ADN por la Universidad de Morelos, avanza hasta su turno. Así­ levanta su cachucha y saluda a los médicos, de antemano pide disculpas por sus lágrimas…” Es por mi hijo. Lo quiero mucho y ya llevo rato esperándolo”. Luego el hombre de 65 años se pierde a paso lento.


1 comentario(s)

jose eduardo ponce macias 22 Abr, 2016 - 16:35
Tio ...padrino.....aunque ...no se vea....tu famila....nosotros estamos en tu dolor.....esos hijos de sptm...no saben ..y no tienen familia.....nosotros...si.....ultimamente ....des.unidos...pero somos familia.....amo a mi gente....y el aparecera.....verdad. De dios......tqm...y te respeto......

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