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Martes 15 marzo, 2016

400 disparos a Milo Vela y familia

•En el libro "Los expedientes, ejecuciones de periodistas", Ricardo Ravelo incluye el asesinato del reportero Miguel Ángel López Velasco, su esposa y su hijo

•"Dispararon 33 veces a los tres cuerpos, incluso les dieron el tiro de gracia. Pero hay la versión de que en total detonaron 400 disparos"

•"Los agresores usaron tres armas diferentes: una .9 milímetros, otra .38 súper y una más de .380 según el parte policiaco"

•De un vehículo descendieron tres personas "y con un marro rompieron el candado de la puerta del corredor de su domicilio particular”

Ricardo Ravelo/Los expedientes, ejecuciones de periodistas

  • Milo Vela. Tiro de gracia

  • Fiscal. Poncio Pilatos/Yerania Rolón

El reportero Ricardo Ravelo ha publicado su octavo libro. Se llama "Los expedientes, ejecuciones de periodistas"...Editorial Grijalbo, sucedidos en el Veracruz de Javier Duarte.
El libro está basado en los expedientes que la Fiscalí­a de Veracruz y la Procuradurí­a General de la República levantaron sobre el asesinato de los 17 reporteros y fotógrafos y los tres diaristas de la fuente policiaca han perdido la vida.
Ravelo publicará dos tomos.
En el primero, que en unos dí­as circulará en el paí­s, incluye los crí­menes de Gregorio Jiménez de la Cruz, Ví­ctor Manuel Báez Chino, Evaristo Ortega Zárate, Miguel íngel López Velasco, Yolanda Ordaz de la Cruz, Gabriel Huge Córdova y Regina Martí­nez Pérez.
De igual manera, la desaparición de Sergio Landa Rosado y Gabriel Manuel Fonseca Hernández.
blog.expediente.mx publica hoy el relato apocalí­ptico sobre el homicidio de Miguel íngel López Velasco, Milovela.
Ricardo Ravelo, generoso, ha autorizado publicar tres capí­tulos. Prohibida su reproducción

Miguel íngel López Velasco, Milovela

La vida de Miguel íngel López Velasco, Milovela, quien por más de dos décadas trabajó para el diario veracruzano Notiver ”•al principio fue reportero de la fuente policí­aca y luego escaló a la subdirección”•, terminó en una verdadera tragedia. El 20 de junio de 2011, poco después de las cinco de la ma- ñana, Martina Martí­nez Cruz, radio-operadora de guardia de la Coordinación General de la Policí­a Intermunicipal Veracruz Boca del Rí­o, recibió una llamada. Al descolgar la bocina, escuchó la voz adormilada de una mujer que se identificó como vecina de López Velasco. “Mi llamada es anónima y es para denunciar que acabo de escuchar unos disparos en la casa de un periodista.” Enseguida le dio la dirección: calle San Jerónimo 142, esquina Villa Rica, colonia Fernando López Arias, a cinco calles del búnker de la Policí­a Intermunicipal. Los agentes se movilizaron de inmediato; por medio de sus radios, giraron instrucciones a todos los sectores para que informaran si veí­an circular una Pick up negra en la que viajaban dos personas que, según los testigos, estuvo estacionada en la casa de López Velasco. Los agentes sospechaban que en ese vehí­culo habí­an huido los asesinos. Tras los disparos, la camioneta arrancó a toda velocidad, incluso estuvo a punto de embestir a otro vehí­culo donde viajaban tres personas que minutos antes habí­an salido de un bar. Según las investigaciones ministeriales, el plan para asesinar a López Velasco, quien durante años recibió amenazas de muerte, se habí­a maquinado semanas atrás.

En notas periodí­sticas y en su columna Va de nuez, que publicaba todos los dí­as en Notiver, Milovela habí­a denunciado innumerables veces a funcionarios de la Policí­a Municipal y de la Dirección de Tránsito por sus presuntos nexos con bandas delincuenciales que habí­an expandido en todo el estado sus actividades de secuestros, extorsiones, trata de personas y narcotráfico. El reportero también documentó los negocios de agentes de tránsito del puerto de Veracruz que, escudados en la institución, solí­an asaltar los contenedores y tráileres que transportaban mercancí­as de alto valor de los muelles de la zona portuaria. Con el tiempo, todo eso derivó en una guerra. En Youtube y en la página El blog del narco se difundieron videos en los que se acusa a Milovela de recibir dinero de una célula de los Zetas que operaba en el puerto de Veracruz. La información no ha sido confirmada por las autoridades federales que investigan el homicidio del periodista. En esos videos, cuyas transcripciones e imágenes se incluyen en el expediente del caso,1 se mencionan a otros reporteros locales: Hugo Gallardo San Gabriel, quien entonces cubrí­a la fuente policiaca de Telever, filial de Televisa en Veracruz, Marcos Miranda, Fidel Pérez, Yolanda Ordaz y Gabriel Huge, estos últimos de Notiver, como “parte de una red presuntamente financiada por los Zetas” para manejar información favorable a ese grupo criminal. Poco después, Ordaz y Huge también fueron asesinados, por lo que las autoridades sustentaron la hipótesis de que, al igual que Milovela, formaban un bloque de reporteros cooptados por el narcotráfico. El resto de sus colegas huyeron de Veracruz por un tiempo tras ser amenazados de muerte, ya que aparentemente se vieron imposibilitados para cumplir las demandas de los grupos criminales fragmentados por la sangrienta disputa de la plaza. Al parecer, Juan Carlos Carranza Saavedra, el Ñaca, uno de los narcopolicí­as afectados por la información que publicó López Velasco, decidió acallarlo a tiros la madrugada del 20 de junio de 2011.
1 Averiguación Previa 644/2011/IV/VER-06, radicada en la entonces Procuradurí­a General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalí­a General del Estado de Veracruz).

Poco antes de la ejecución, la Pick up negra, cuyas placas y propietario se desconocen, se estacionó al lado de la entrada principal de la casa del subdirector de Notiver. Durante la reconstrucción de los hechos, varios testigos expusieron a los peritos de la Procuradurí­a General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalí­a General del Estado) que del vehí­culo descendieron tres personas ”•algunos dijeron que eran cuatro”• y con un marro rompieron el candado de la puerta del corredor. Los golpes fueron tan contundentes que la puerta quedó destrozada. Luego forzaron la cerradura de la entrada principal e ingresaron a la casa donde dormí­an Milovela, su esposa Agustina Solana Melo, jubilada del Seguro Social, y su hijo Misael Ló- pez Solana, quien trabajaba como fotógrafo de la fuente policiaca de Notiver. Milovela habí­a llegado alrededor de las cuatro de la mañana, después del cierre de edición. Ya dentro de la casa, los criminales caminaron por la sala y subieron las escaleras. A golpes abrieron las puertas de las recámaras. Su saña no tuvo lí­mites. Dispararon 33 veces a los tres cuerpos, incluso les dieron el tiro de gracia; la sangre inundó el lugar. Los agresores usaron tres armas diferentes: una .9 milí­metros, otra .38 súper y una más de .380, según el parte policiaco. Cumplida su misión, salieron de la casa, abordaron la Pick up y se alejaron. Poco después de la llamada anónima, la policí­a ordenó bloquear todas las salidas de la ciudad de Veracruz. Los videos registrados por las cámaras de la policí­a ubicadas en las avenidas aledañas a la casa de Milovela aportaron poco a los investigadores, ya que eran de mala calidad. Los agentes permanecieron en la casa de Milovela por varias horas. Constataron que las cerraduras y las puertas estaban rotas, recogieron los 33 casquillos de tres calibres distintos y revisaron los tres cuerpos; el de Milovela tení­a la cabeza y el rostro destrozados. Quedó irreconocible. El primero que se enteró del triple crimen fue el fotógrafo Gabriel Huge, el Mariachi, amigo de Milovela, quien de inmediato llamó a Miguel íngel López Solana, el hijo mayor del subdirector de Notiver.

”•Recibí­ un reporte de la Policí­a Intermunicipal de que cerca de tu casa acaba de ocurrir un evento. Voy a checar de qué se trata ”•le dijo Huge a Miguel íngel. López Solana se dirigió a la casa de su padre. Al llegar vio patrullas y uniformados dentro y fuera del inmueble, también habí­a vecinos, reporteros y fotógrafos… Al entrar se topó con la tragedia: “Lo primero que vi fue a mi madre boca abajo en un charco de sangre. Mi padre estaba sentado, con la cara desfigurada. También mi hermano estaba boca abajo, en una recámara, con tres tiros en la nuca”, declaró posteriormente. Los tres cuerpos fueron llevados al Servicio Médico Forense, donde se les practicó la necropsia de ley; más tarde los trasladaron a una funeraria. Ahí­, López Solana reveló a los agentes del Ministerio Público el nombre del presunto asesino de su padre: Juan Carlos Carranza Saavedra, conocido como el Ñaca, un ex agente de tránsito municipal, quien lo habí­a amenazado de muerte. Los agentes ministeriales decidieron citar a López Solana a declarar, pero él se negó. Su vida y la de su familia corrí­an peligro, les contestó; les adelantó incluso su decisión de irse a Estados Unidos, donde hoy vive como asilado. El gremio periodí­stico quedó consternado; algunos reporteros se alarmaron luego de que los llamados matazetas subieron a Youtube varios videos en los que hablaban de una “lista negra” de periodistas vinculados con los Zetas que también iban a morir. En uno de esos videos, el del 7 de agosto de 2011, semanas después de la ejecución de Milovela, el grupo criminal, presumiblemente vinculado con la gente de Joaquí­n Guzmán Loera, el Chapo, anunció que habí­a llegado a Veracruz a terminar con los “mugrosos zetas” y los periodistas corruptos que trabajaban para ellos. Con base en las revelaciones de López Solana, la Procuradurí­a General de Justicia de Veracruz ordenó la búsqueda del Ñaca, quien, según la ficha criminal de las autoridades estatales, fue agente de tránsito municipal en el puerto, donde fungí­a como miembro de los Zetas cuando la organización criminal dominaba el territorio veracruzano. En 2009 se cambió al cártel de Jalisco Nueva Generación (cjng) por desavenencias con algunos de los jefes de los Zetas en Veracruz, y se convirtió en el lugarteniente de Nemesio Oseguera Cervantes, el Mencho, (lí­der de ese grupo), y jefe de plaza en Veracruz. Su expediente consigna también sus andanzas como policí­a y su trabajo como chofer del general Arturo Quintero Ortega, entonces director de tránsito en el puerto jarocho. Personaje siniestro, el Ñaca combinaba sus actividades con la venta de drogas, el tráfico de migrantes, la trata de personas e incluso secuestros y extorsiones desde hací­a varios años, por lo que ya tení­a antecedentes. En abril de 2007, por ejemplo, su entonces jefe Quintero Ortega sufrió un atentado al llegar a su casa del fraccionamiento El Coyol, del que salió ileso. El que murió en la refriega fue José Manuel Castro Soto, quien lo acompañaba ese dí­a. El secretario general de Gobierno de esa época, Reynaldo Escobar ”•posteriormente titular de la Procuradurí­a de Justicia de Veracruz”• declaró que, según una de las lí­neas de investigación, el ataque iba dirigido contra el chofer del general: el Ñaca, quien una semana antes habí­a solicitado vacaciones. Cinco dí­as antes del atentado contra Quintero Ortega, descubrieron un cuerpo con una cartulina firmada por Gente Nueva ”•un cártel que disputaba la plaza a los Zetas y al CJNG”• con el mensaje: “Sigues tú, Carranza”. La procuradurí­a centró sus pesquisas en el Ñaca. El Ñaca era señalado por las autoridades y por López Velasco, quien en su columna Va de nuez lo consideraba uno los personajes clave en el tráfico de drogas, los secuestros, los asesinatos y las extorsiones. Las autoridades lo tení­an plenamente identificado como un eslabón entre los Zetas ”•para quienes trabajó al principio”• y las corporaciones policiacas. Después del atentado contra el general Quintero Ortega, su nombre volvió a mencionarse a finales de junio de 2009 en dos videos subidos a Youtube en los que seis presuntos zetas eran amagados. En uno de ellos, un comando armado los interroga y los obliga a revelar cómo opera su red de tráfico de personas (migrantes y prostitutas), extorsiones y narcotráfico en el corredor que comprende la pení­nsula de Yucatán, Veracruz, Monterrey y se extiende a la frontera con Estados Unidos.

En otro de los videos, tres de los presuntos sicarios ”•identificados como Sergio Francisco Cano Acosta, Samuel Ibarra Garcí­a y Rodolfo Lara Sánchez”•, supuestamente ejecutados en junio de 2009 en la zona conurbada de Veracruz-Boca del Rí­o, confesaron que fueron los Zetas quienes secuestraron a Francisco Serrano Aramoni, administrador de la aduana de Veracruz, de cuyo paradero no se volvió a saber. Lara Sánchez dijo que él era el encargado de dar información al grupo criminal sobre los contenedores que llegaban al puerto de Veracruz, que posteriormente eran asaltados: “La elección de los contenedores era al azar. Se elegí­an los de mayor valor y ellos [los Zetas] decidí­an si les convení­a o no”. También reveló que Gilberto Osorio y el Ñaca estaban implicados en los levantones, asesinatos, extorsiones y robos de tráileres. Según él, en el secuestro y la ejecución de Serrano Aramoni participó un comandante llamado Osiris, a quien las autoridades identificaron posteriormente como José Osiris Cruz Cabrera, ex jefe de tránsito de Veracruz, quien el 16 de septiembre de 2009 fue detenido en la casa de la panista Elizabeth Torres, entonces regidora en el ayuntamiento de Veracruz. También mencionó que fueron el Ñaca y otros sujetos apodados el Moca, el Pelos, Fierro y Baker los que instrumentaron el operativo para secuestrar a Serrano Aramoni, quien fue ultimado en un rancho cercano al puerto de Veracruz pocos dí­as antes de que apareciera el video. Desde 2005, el cártel de Juárez y los Zetas comenzaron a disputarse la plaza de Veracruz. Albino Quintero, miembro del segundo grupo, estaba afincado en el puerto de Veracruz desde hací­a tiempo. Viví­a protegido en el fraccionamiento Costa de Oro, en Boca del Rí­o, y era vecino del ex gobernador prií­sta Miguel Alemán Velasco. Para 2007, los Zetas ya controlaban el entorno. El 3 de marzo de ese año, en la comunidad de Villarí­n ”•una población cercana al puerto que la organización convirtió en su feudo”•, el grupo criminal organizó una carrera de caballos en la que fue ejecutado Efraí­n Teodoro Torres, el Z-14, uno de los miembros fundadores de la organización.

La última carrera habí­a terminado en empate. La discusión, al calor del alcohol y los efectos de la cocaí­na, terminó en un tiroteo. La justa habí­a sido autorizada por el ayuntamiento de Veracruz y durante su desarrollo, policí­as municipales, al servicio de la organización, se habí­an encargado de la logí­stica. De lo que pasó ese dí­a en Villarí­n dio cuenta un video de Gente Nueva difundido por TV Azteca dí­as después de la balacera. En él aparecen seis presuntos zetas, entre ellos Ví­ctor Manuel Pérez Rocha y Jesús Arano Serví­n, quienes además de dar detalles sobre lo ocurrido en esa justa y confesar su participación en diversos asesinatos y secuestros, revelan información sobre la manera de operar de la célula criminal, así­ como sus presuntos ví­nculos con policí­as y periodistas. El 27 de marzo de 2007 Pérez Rocha y Arano Serví­n aparecieron muertos. Sus cuerpos fueron envueltos en sábanas a las afueras de Telever, la filial de Televisa en Veracruz, con un mensaje: “Somos Gente Nueva. Y esto les va a pasar a todos los que apoyan a los Zetas. Somos Gente (Nueva). Así­ morirán los demás”. El entorno de Milovela estaba plagado de muertes, traiciones, tiroteos, decapitados y descuartizados que dejaban los grupos criminales que se disputaban la plaza Veracruz-Boca del Rí­o. Las balaceras eran constantes y los capos de cada bando presuntamente recibí­an protección de los cuerpos policiacos a cambio de dinero. Según Miguel íngel López Solana, desde la década de los ochenta su padre habí­a recibido ataques. Una vez lo agredieron con arma de fuego, aunque resultó ileso. El trabajo periodí­stico de Milovela siempre estuvo vinculado al ámbito policí­aco. Le apasionaba la nota roja; solí­a llevar consigo radios portátiles para monitorear las frecuencias de la policí­a y también consultaba las redes sociales para obtener información de primera mano. Tení­a sus contactos oficiales y no oficiales a los que acudí­a con frecuencia, siempre en busca de la primicia. Nunca discriminó nada. Apenas recibí­a una llamada telefónica o un tip sobre algún homicidio o balacera, salí­a disparado de la redacción de Notiver. Algunas veces el periódico se distribuí­a más tarde ”•a las ocho de la mañana”• porque de última hora habí­a incluido la nota del dí­a. No en vano el lema del rotativo es: “Notiver, la noticia en el momento que sucede”. Hiperactivo, hábil, entrón y con amplias capacidades para “colarse” hasta en los lugares más cerrados, Milovela habí­a tejido una amplia red de contactos en los cuerpos policí­acos, que incluí­a a comandantes y agentes de todos los niveles; ellos solí­an filtrarle datos. Algunas veces se subí­a a una patrulla o se sumaba a un comando policiaco y en medio de tiroteos o persecuciones tomaba nota para su columna. Su divisa era informar sin cortapisas, aún a costa de su vida. Como pocos, Milovela conocí­a los sótanos de la delincuencia en Veracruz y las cañerí­as del mundo policí­aco. Estaba bien informado de las operaciones mafiosas en la zona portuaria ”•corazón de la mafia veracruzana”•, donde habitualmente arriban decenas de buques con cargamentos de drogas y embarques con dinero en efectivo que los propios funcionarios portuarios ligados al crimen organizado suelen solapar a cambio de cañonazos de dinero. Sabí­a también el modus operandi del contrabando, ese otro brazo delincuencial; conocí­a a los grupos de narcotraficantes, a los lavadores de dinero, las redes de distribución de drogas en el estado y qué funcionarios protegí­an a los delincuentes; de igual forma, tení­a los nombres de quienes estaban implicados en el robo de autos y el secuestro, delitos que alcanzaron niveles de escándalo en Veracruz durante los últimos 10 años. El 7 de noviembre de 1991, Milovela se topó con uno de los episodios más cruentos en la historia delictiva de la entidad: la matanza de agentes federales en Tlalixcoyan, que puso en evidencia el presunto encubrimiento del negocio del narcotráfico por parte del ejército y que salpicó por igual a altos mandos de la Policí­a Judicial Federal y a un caudal de polí­ticos de todos los niveles. Aquel dí­a, según la cronologí­a no oficial, una avioneta Cessna procedente de Colombia aterrizó en el paraje llamado Llano de La Ví­bora, ubicado en el municipio de Tlalixcoyan, a una hora del puerto de Veracruz. La aeronave transportaba media tonelada de cocaí­na. Desde el 6 de noviembre, comenzaron los preparativos para recibir la droga. La madrugada del dí­a 7, una docena de campesinos, dirigidos por los interesados en el carga mento, colocaron sábanas blancas en el llano con el propósito de guiar a la aeronave para un aterrizaje seguro, que estaba programado entre seis y media y siete de la mañana. Tlalixcoyan no sólo tení­a fama de ser un territorio de matones y caciques, también se le conocí­a por su amplia llanura, propicia para improvisar pistas clandestinas que facilitaban el descenso de avionetas con droga. Durante muchos años, la pista de Tlalixcoyan fue utilizada para bajar aviones repletos de artí­culos de contrabando, en cuyos negocios estaban implicadas varias familias veracruzanas de abolengo, que debí­an sus fortunas a la venta de fayuca. Ahí­ descendí­an también aeronaves con droga que eran muy bien protegidas por las autoridades estatales a través de su brazo armado: la policí­a. La mañana de aquel 7 de noviembre un espeso manto de niebla cubrí­a el lugar. Aun así­, la avioneta descendió según el plan. Un grupo de militares ya estaba en el sitio, aunque se mantuvieron a distancia. Minutos después llegó un avión de la PGR proveniente de Tapachula, Chiapas, que presuntamente brindaba protección a los tripulantes de la avioneta. Cuando los agentes federales descendieron de la aeronave, el cargamento ya estaba siendo descargado. De pronto comenzó el tiroteo. Los policí­as gritaban que eran agentes federales, pero los militares no los oyeron o no los quisieron oí­r. En medio de la balacera, los narcotraficantes huyeron hacia los matorrales y se perdieron entre el caserí­o de la zona. En la refriega cayeron siete agentes. La versión oficial dice que todo se debió a una confusión, pero nadie la creyó. Nunca se supo quién abrió el fuego y por qué; tampoco quiénes protegí­an a los narcos que arribaron en la avioneta Cessna. Milovela comenzó a armar el rompecabezas para informar sobre lo que ocurrió aquel 7 de noviembre de 1991 en el Llano de la Ví­bora. Con base en testimonios y expedientes, escribió el libro Masacre en el Llano de la Ví­bora. 2 En su investigación expuso que en Tlalixcoyan todos estaban involucrados; varios funcionarios de diversas dependencias federales y locales resultaron implicados en aquella operación de narcotráfico.
2 Miguel íngel López Velasco, Masacre en el Llano de la Ví­bora, Posada, México, 1993.
El volumen incluyó fotografí­as en las que aparecen los cuerpos perforados de los siete agentes federales asesinados por los militares. También mencionaba las pistas clandestinas en las cuales aterrizaban con frecuencia aviones cargados con droga. Según sus indagaciones, al menos un mes antes del enfrentamiento en Tlalixcoyan, un avioneta que transportaba enervantes descendió en una pista propiedad del ingenio San Cristóbal ”•localizada en el municipio de Carlos A. Carrillo”•. El avión era custodiado por agentes federales encabezados por Fernando Vázquez Chellius, un policí­a implicado en varias operaciones de ese tipo hasta que fue encarcelado, sin embargo, pronto recobró su libertad mediante los beneficios de ley. Milovela escribió: La Policí­a Judicial Federal llegó un dí­a después de que narcotraficantes recibieran un correo aéreo con 600 kilos de cocaí­na… La PGR no arrestó a nadie pero tiene pruebas contra dos sospechosos. En la madrugada del 26 de octubre de 1991, en la pista rural La Chorrera, construida en Carlos A. Carrillo para el desempeño de actividades comerciales del ingenio San Cristóbal, municipio de Cosamaloapan, los narcotraficantes nuevamente hicieron acto de presencia y burlaron la persecución de un avión interceptor P-33 de la PGR. El avión de los narcotraficantes aterrizó sin dificultades bajo la protección de media docena de hombres que vestí­an los uniformes de la PJF (Policí­a Judicial Federal). Milovela habí­a recibido varias amenazas de muerte de policí­as municipales y miembros del crimen organizado debido a su trabajo periodí­stico y sus presuntas relaciones con funcionarios y mafiosos. En 2007, en medio de la guerra entre los Zetas y el CJNG, el columnista recibió una mensaje intimidatorio: supuestos narcotraficantes depositaron en la puerta principal del periódico Notiver la cabeza de un zeta ejecutado un dí­a antes, acompañada de un narcomensaje: “Aquí­ te dejamos un regalo… así­ van a rodar muchas cabezas, Milovela lo sabe y muchos más, van cien cabezas por mi papá. Atentamente, el hijo de Mario Sánchez y la Gente Nueva”. Las intimidaciones se intensificaron en los últimos seis años, cuando la delincuencia se asentó en Veracruz. Milovela le confesó a su hijo Miguel íngel que tení­a miedo, pero nunca presentó una denuncia ni solicitó protección policí­aca para él o su familia. Tras su muerte, la maraña comenzó a desenrollarse. Las investigaciones sobre los homicidios de Milovela, su esposa e hijo continuaron por parte de la procuradurí­a de Veracruz. La conclusión, aunque dudosa, sostiene que el Ñaca es el autor intelectual y material del triple homicidio del 20 de junio de 2011, sin embargo, se desconoce el móvil. ¿Trastocó López Velasco algunos intereses de la mafia local? ¿Puso en riesgo o de plano abortó algún negocio por alguna publicación suya? ¿Fue una traición? Hasta ahora nadie lo sabe. Lo cierto es que el Ñaca, según la indagatoria, no actuó solo. Se infiere que hubo más de un tirador, quizá tres, según las hipótesis de la investigación. Lo extraño es que nadie sabe quiénes más participaron en la masacre del 20 de junio de 2011. De acuerdo con la Procuradurí­a General de la República (pgr),3 en el triple homicidio estuvo involucrado el crimen organizado, en particular una célula de los Zetas y el CJNG, organizaciones que penetraron las estructuras policiacas de Veracruz, y cuyos ramajes y ví­nculos polí­ticos habí­an sido denunciados por Milovela durante varios años. Durante meses, las autoridades buscaron al Ñaca. Nunca lo encontraron. Dos dí­as después del triple homicidio, agentes estatales acudieron a su domicilio, en Andador iluminación 746, en el complejo inmobiliario Infonavit Tamsa. Tocaron a la puerta, pero nadie respondió. Luego preguntaron a los vecinos por él, pero ninguno les supo dar razón. Sin embargo, el Ñaca apareció semanas después. Un dí­a llamó al diario Notiver desde un restaurante de la Ciudad de México para decir que no estuvo implicado en el triple homicidio, aunque admitió haber trabajado para los Zetas, pero se habí­a salido “porque querí­an matar a medio Veracruz y [él] no estuv[o] de acuerdo”. Justificó su salida de la entidad porque, dijo, los sicarios de esa organización intentaron asesinarlo.
3 Averiguación Previa 644/2011/IV/VER-06, radicada en la entonces Procuradurí­a General de Justicia del Estado de Veracruz (hoy Fiscalí­a General del Estado de Veracruz).

Al dí­a siguiente, Notiver publicó la breve entrevista con el Ñaca, quien aseguró que Milovela era su amigo y que jamás le habrí­a hecho daño porque se conocí­an desde niños. Confesó que le tení­a gratitud porque 10 años atrás lo habí­a ayudado a entrar a la Dirección de Tránsito; dijo también que nunca tuvo tratos que fueran más allá de algún encuentro en los Portales, en el puerto de Veracruz. Lo que sí­ dijo es que un ex agente de tránsito de apellido Osorio, que estaba implicado en el robo de contenedores y tráileres, habí­a amenazado de muerte a López Velasco en el café La Merced dí­as antes del asesinato. Y remató: “Todos los implicados en la muerte de Milovela están muertos”. El 13 de mayo de 2013 las autoridades dieron por muerto al Ñaca. Según algunas notas periodí­sticas difundidas en las redes sociales y en varios diarios veracruzanos, presuntamente cayó en un tiroteo entre marinos y narcotraficantes en Zapopan, Jalisco, donde murieron varios miembros del cjng, organización a la que pertenecí­a:

La versión sobre la muerte en Zapopan, Jalisco, del narcotraficante veracruzano Juan Carlos Carranza Saavedra, alias El Ñaca, lí­der máximo del Cártel de Jalisco Nueva Generación en Veracruz ”•Los Matazetas”• y ex jefe de plaza anteriormente de la organización criminal de Miguel íngel Treviño Morales en el puerto, cobró fuerza en redes sociales. Incluso circula una foto del mando delincuencial supuestamente abatido por la Marina. Ninguna autoridad ha confirmado ni desmentido los hechos. El Veracruzano figura como lugarteniente clave del lí­der del CJNG, Nemesio Oseguera Cervantes, El Mencho. Al Ñaca, ex agente de tránsito, se le atribuyó el secuestro y muerte del director de la Aduana, Francisco Serrano Aramoni, a principios de junio de 2009, así­ como la muerte de varios periodistas porteños. De igual forma se afirma que él le arrebató la plaza a sus antiguos aliados, Los Zetas, quienes supuestamente lo perseguí­an para ejecutarlo. De acuerdo con la información que circula en internet, durante su permanencia en la organización de Miguel íngel Treviño Morales, Carranza Saavedra, el Ñaca, fue el encargado de los sobornos a mandos policiacos… Luego cambiarí­a de bando criminal.

La noche del 10 de mayo, elementos de la Secretarí­a de Marina se enfrentaron con varios sujetos armados en la Torre ímbar del fraccionamiento Puerta de Hierro, frente a Plaza Andares. El saldo: un muerto cuya identidad se desconoce de manera oficial. Trascendió que la persona muerta podrí­a ser Juan José Esparragoza Moreno, El Azul, y/o Juan Carlos Carranza Saavedra, El Ñaca. Carranza Saavedra ha sido señalado como responsable del asesinato del periodista Miguel íngel López Velasco, así­ como de su esposa y de su hijo menor. Otras versiones apuntan a que el ex comandante de la Policí­a Judicial, Gilberto Osorio, es otro de los implicados en el triple homicidio.

Después del supuesto enfrentamiento, al Ñaca se le declaró oficialmente muerto, a pesar de que ninguna autoridad pudo ver o examinar el cuerpo. Los asesinatos de Milovela, su esposa y su hijo menor siguen impunes, pues se ignora el paradero de los demás participantes en el triple homicidio. Extraoficialmente todos están muertos, pero no existen evidencias de ello. El 10 de junio de 2013, dos años después de la muerte de Milovela, su hijo Miguel íngel escribió una carta desde Estados Unidos en la cual se quejó de la falta de resultados concretos en la investigación del triple homicidio: El camino no ha sido fácil y aún hace falta mucho por recorrer. No es un logro que me hayan otorgado el asilo polí­tico, simplemente en Estados Unidos se aplican correctamente las leyes. Vuelvo a exigir de manera enérgica a las autoridades de la procuración de justicia que se aclare y se castigue a los autores materiales e intelectuales del asesinato de mi familia. Han pasado dos años y aún no existe siquiera una lí­nea certera de investigación, por extraña y oscuras razones las autoridades del gobierno de Veracruz pretenden congelar las investigaciones, a ellos sólo les pido justicia. A pesar de que el expediente de este caso está en manos de la PGR, nada se ha dicho al respecto. Todo está blindado por el silencio oficial.


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