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Diario de un reportero
Martes 29 diciembre, 2015

"Señora, policí­as estatales levantaron a su hijo"

Historia de un joven secuestrado en Veracruz
•"Todos, al piso, y quien se levante lo quemamos a balazos"
•En el centro nocturno, a la novia la encerraron en el baño
•"Si mi hijo está muerto, devuélvanlo para enterrarlo"
•Crónica de Miguel íngel León


“Aquel dí­a que levantaron a mi Dieguito yo presentí­ algo malo. Nunca imaginé vivir algo así­, desconfiar de mis autoridades. Jamás podré borrar la horrible imagen que hallé en internet. Algo me dice que a mi niño lo mataron, presiento también que no me lo quieren dar para enterrarlo. Son corazonadas que una madre tiene y esas nunca fallan”.

  • Diego Yahir Valerio García desapareció el 3 de agosto de 2013

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Diego Yahir Valerio Garcí­a eligió el tres de agosto de 2013 para pedir la aprobación de su madre en su nueva relación amorosa. No era sencillo, en el barrio ya consideraban su nueva conquista como una hazaña. Incluso llevó consigo una docena de rosas para amenizar la situación.

Dieguito, como es llamado por sus familiares, se habí­a enamorado de una mujer siete años mayor que él, tení­a 24 y además dos hijos; un valioso plus para los amigos de la cuadra, pues pocos “amarraban” a una mujer de esa edad siendo tan chamacos.

No obstante, doña Mónica Miguelina Garcí­a Heredia tuvo una mala corazonada al verla, de esas corazonadas que las madres suelen tener y difí­cilmente se equivocan. Adela del Carmen Peñuela, la exnovia del hoy desaparecido, se convertirí­a en la principal testigo y sospechosa en el caso AP/PGR/SDHPDSC/UEBPD/M23/025/201 de la Procuradurí­a General de la República, (PGR).

La visita se dio a las diez de la mañana, Diego Yahir Valerio, durante dos meses de relación a escondidas, habí­a cambiado hasta en la forma de vestir; ya no usaba prendas holgadas ni gorras de lado al estilo rapero, al parecer los integrantes del grupo El Cartel de Santa habí­an dejado de ser su inspiración.

Esta vez, “El chocorrol”, apodado por su tez morena, vestí­a una camisa color verde agua que fajaba para aparentar más edad, llevaba unos tenis marca Puma color gris, pantalón de mezclilla azul oscuro, además presumí­a un corte de cabello al estilo casquete corto, con las patillas en “v” a la altura de la oreja y un copete bien respingado con gel. Así­ se le vio por última vez con vida.

A doña Mónica Garcí­a le duró una hora de almuerzo su cara larga, tení­a enfrente a la responsable de que su hijo en los últimos 60 dí­as apenas llegara a dormir a la casa por las madrugadas. “Yo lo veí­a más flaco, me preocupaba porque ya ni comí­a en la casa y andaba enfermo de la gastritis”.

Con todo y el enojo, la madre preparó el platillo favorito de Diego Valerio: espagueti verde y pollo a la crema. Las palabras fueron escasas, al igual que los buenos gestos, la madre con disimulo, escaneaba de pies a cabeza a la pareja sentimental de su jovencito.

Los novios comentaron que darí­an una vuelta por el centro de la ciudad de Córdoba, Veracruz. Harí­an tiempo para regresar en punto de las 14:00 horas; tiempo para ganar nuevamente apetito y ver si la indiferencia de Mónica Garcí­a disminuí­a un poco para entonces.

La madre advirtió a Diego Valerio que lo querí­a puntual en casa para la comida, que de seguir ausentándose publicarí­a su fotografí­a en el periódico. “Quién iba a pensar que siempre sí­ iba a pegar su foto por todos lados. Quién me iba a decir que me lo iban a levantar esa misma noche”.

“¡SEÑORA!, LOS ESTATALES LEVANTARON A DIEGUITO”

El hermano mayor del desaparecido, de quien se omite el nombre, acercó en su camioneta a la pareja. Ahí­ desviaron caminos los dos Valerio Garcí­a; el más grande perseguirí­a un balón de fútbol en el llano cordobés. El segundo irí­a por el botí­n del escote pronunciado y jeans ajustados, quién años posteriores aceptarí­a ser consumidora y distribuidora de drogas ante la PGR.

Antes de asumir la pinta de hombrecito, Diego cumplí­a con un rol de adolescente: se ejercitaba en el gimnasio que posee la familia; tení­a obsesión por su abdomen, duplicaba las rutinas de abdominales para marcar los cuadros. No tomaba ni fumaba para conservar su figura atlética.

Un joven de complexión delgada que rebasaba el metro con 70 centí­metros de estatura, el ejercicio en las barras paralelas le ensancharon la espalda, sus bí­ceps y trí­ceps de los brazos los tonificaba con pesas de acero, ejercitaba además su cintura angosta. Participó en diversos desfiles que el gimnasio familiar organizaba.

Se llegó la hora acordada para la comida; pero la pareja no llegó. La paciencia de la madre le duró hasta las 21: 00 horas. Habí­a molestia por el desplante. La nobleza de su hijo le daba la impresión de que él no tomaba las decisiones. Intentó comunicarse con Diego; pero no habí­a respuesta desde su celular.

Caso contrario, el hermano mayor atendió la llamada de su madre preocupada. “Estamos en un bar del centro, ma, aquí­ está en chocorrol con su vieja”. “Se me vienen los dos ahorita mismo y dile al otro canijo que me dejó botada con la comida”. “Si mami, voy para allᔝ.

El hermano mayor no mintió al hablar en singular ví­a telefónica, pues regresó solo a casa, el reloj ya marcaba las 22:00 horas. Su plan era cambiarse la ropa enlodada del juego de fútbol y alcanzar a Dieguito, la idea era estar con él, no dejarlo solo.

Se bañó, se vistió elegante, se aromatizó, pero doña Mónica Garcí­a fue tajante: “Tú ya no sales, ya no me mueves la camioneta”. Aquella decisión libró a la madre de no tener, quizás, uno, sino dos desaparecidos.

Mónica Garcí­a refrigeró la comida, además puso en agua la docena de rosas escarlatas y se fue a descansar. A diferencia de muchas otras madres que no durmieron la noche en que sus hijos desaparecieron, Mónica sí­ pudo, aseguró que se trataba de un desplante más de su chico enamorado. Además ratificaba que era la de 24 años quien llevaba las riendas en la relación.

Sin embargo, la vida cambiarí­a por completo para la familia Valerio Garcí­a a las seis de la mañana, cuando golpearon la puerta de su casa sin control, hubo gritos también:

“¡Señora!, ¡señora!, los estatales levantaron a Dieguito“. Gritos que desencadenarí­an el maleficio de una desaparición.

Con base en el expediente 443/13 del Ministerio Público de Córdoba y el caso AP/PGR/SDHPDSC/UEBPD/M23/025/201 de la PGR, a Diego Yahir Valerio Garcí­a se le vio por última vez con vida la madrugada del domingo cuatro de agosto de 2013, en el interior del centro nocturno Pitbull, sobre el bulevar Córdoba-Fortí­n.

SIN EVIDENCIAS EN LAS CíMARAS DE VIDEO

De acuerdo con la declaración de la entonces novia, Adela del Carmen Peñuela, dos patrullas estatales se estacionaron fuera del sitio y apagaron las torretas. Fue cuando hombres armados, aparentemente uniformados de policí­as, gritaron: “Hijos de su puta madre. Se los va a llevar la verga”. La versión fue respaldada por el encargado del antro, meseros y demás presentes.

La orden para el público en general fue ponerse frente al piso, “Quien se levante, lo quemamos a balazos“. Mientras tanto, a Adela del Carmen la encerraron en el baño, presuntamente la despojaron de sus prendas. Ahí­ perdió contacto visual con Diego Valerio.

Las personas en el interior del centro nocturno se inmutaron y paralizaron hasta que los motores de los vehí­culos volvieron a encenderse. Al salir del baño, Adela del Carmen vio que llevaban a seis hombres, tres en cada vehí­culo estatal. Entre ellos, Diego Yair Valerio Garcí­a.

La madre acudió enseguida al Mando Único en Córdoba, acompañada de la novia, esperó seis horas, pero nunca recibió atención. Entonces se dirigió con agentes de la policí­a estatal en Fortí­n, ciudad vecina. “No, señora, aquí­ no tenemos a nadie. Nosotros no levantamos. Vaya al C4, de Córdoba, luego los marinos usan nuestras unidades”. Tampoco encontró a su hijo.

Regresó al antro Pitbull, exigió entonces las grabaciones de lo suscitado horas antes. Los encargados comentaron que sus equipos estaban en reparación, no habí­a evidencias tampoco. El sitio no fue clausurado posterior al levantamiento masivo, nada habí­a pasado aparentemente.

El dí­a cinco de agosto de 2013 fue impuesta la denuncia 443/13 en el Ministerio Público de Córdoba, con el doctor Raúl Lagos, Fiscal número siete. La madre, fúrica, exigió las grabaciones del bulevar Córdoba-Fortí­n. “Ahí­ seguro habí­a respuestas. Pude haber seguido la pista de mi Dieguito, pero me la hicieron cansada”.

“Ay señora, usted está aquí­ haciendo alboroto y seguramente su hijo está por otro lado divirtiéndose gastando su dinero. Este cuento ya me lo sé. Además cómo asegura que se trata de la policí­a estatal, ¡por favor, señora!“.

“Bueno licenciado, si no son, entonces muéstreme las cintas, confirme si se trata entonces de patrullas clonadas”.

“¿Y para qué me trae a esta muchachita?” desvió Raúl Lagos la petición de la madre angustiada.

“Porque ella estuvo con él, vio todo. Es su novia. La traje para que también denuncie lo que miró”.

“No hace falta. Ya después si se le requiere la iremos a visitar a su domicilio”.

“Y lo de las cámaras, licenciado, muéstreme por favor”.

“Mire, su petición va a quedar registrada en la denuncia. Tranquilí­cese, como todo, lleva su tiempo“. De acuerdo con el fiscal número siete, la autorización debí­a llegar desde el Centro Estatal de Control, Comando, Comunicaciones y Cómputo, (C4). Mónica Garcí­a, no conforme, emitió en más de dos ocasiones la solicitud por escrito a la misma dependencia.

Luego de diez dí­as, mediante un oficio proveniente del Centro C4, de Xalapa, le informaron que la solicitud la habí­an recibido del M.P. de Córdoba hasta el dí­a 12 de agosto, siete dí­as posteriores a los hechos. Y que desafortunadamente ya no habí­a información gráfica, pues el material se elimina cada ocho dí­as.

De esta manera se daba por perdido o eliminado un indicio clave para el rastreo de Diego Yahir Garcí­a. No obstante, la denuncia ante la PGR, la madre del desaparecido reparte culpas por igual:

En primer lugar al M.P. de Córdoba, por haber demorado tanto en enviar la solicitud de las grabaciones. De igual manera al C4 por sólo reguardar material de suma importancia por un periodo de ocho dí­as, pese a que el servicio de Sistema Estatal de Videovigilancia es destacado en su página oficial en internet.

“SI MI HIJO ESTí MUERTO, DEVUELVANLO PARA ENTERRARLO”

El tiempo, con su misma crueldad para las madres de desaparecidos en Veracruz, no perdonó tampoco a Mónica Garcí­a, transcurrí­a velozmente; los meses pasaban y las esperanzas se hací­an polvo. Fue hasta el nueve de enero de 2014 cuando una noticia trágica llegarí­a a vista de la madre. “Ese dí­a no lo voy a borrar hasta que me muera” asegura solloza la madre.

Mónica Garcí­a, haciendo su rastreo diario en internet, encontró una nota informativa con sustento fotográfico en un sitio desconocido, que le secuestrarí­a el aliento por numerosos segundos. Tres cuerpos habí­an sido hallados sin vida en el municipio de Soledad de Doblado. Uno de ellos poseí­a un parecido estremecedor con su Dieguito.

“Simplemente una madre no puede confundir a su hijo y menos a mi niño, todo mundo dice que se parece a mí­; fue como verme en un espejo sin vida; los mismo labios delgados, sus ojitos grandes y rasgados, las pestañas chinas, su boca ancha, sus dientes, las cejas bien tupidas”. La madre debe hacer una pausa en la entrevista, queda sin palabras, se inunda entre sus lágrimas.

“Yo le pedí­ a Dios que no se tratara de mi hijo y me dirigí­ a Soledad de Doblado”. De acuerdo con información proporcionada por habitantes del lugar, los cuerpos habí­an sido llevados al SEMEFO de Paso del Macho, a unos 30 minutos en coche. La madre se dirigió al poblado con el acelerador a tope y llegó en la mitad de lo indicado por Google Maps.

Agentes policiales de Paso del Macho le dijeron que no habí­a información de su muchacho, que fuera a Veracruz, la mandaron de regreso. Ahí­, los policí­as concluyeron que el levantamiento se habí­a canalizado a la Dirección General de Investigaciones Ministeriales, en Xalapa. La madre sin pensarlo completó la ruta de 307 kilómetros según marcaba su GPS.

Al lugar indicado por los policí­as de Veracruz llegó Mónica Garcí­a, cargaba dos rostros grabados en fotografí­as: el primero mostraba la cara sonriente y llena de vida de Dieguito. La segunda, un rostro con la mirada congelada en infinito, sin vida. No se irí­a del lugar la madre hasta que le mostraran las evidencias del cuerpo.

Las similitudes dejaron boquiabierta a la titular, Marí­a del Rosario Zamora González. Ganó tiempo, la invitó a pasar a su oficina.

“Señora, esto nos puede meter en problemas. ¿Cómo asegura que tenemos aquí­ a esos cuerpos?“.

“Yo no aseguro nada, vengo a saber si se trata o no de mi hijo”.

“Pues las fotos no son de aquí­. No es el estilo de imágenes que nosotros retratamos, pero si nosotros lo hubiéramos recogido y se tratara de su hijo, créame que ya se lo estuviéramos regresado. Necesito saber la fecha exacta en que aparecieron los cadáveres para buscar más información, señora”.

“Yo lo único que sé es que si existe la fotografí­a, también existe el muerto. Dí­ganme dónde puedo verificar si se trata o no de mi Dieguito”.

“Es que no se debe fiar de lo que publican en las páginas los periodistas, esos siempre ponen fotografí­as de otros eventos. Mejor investigue de cuándo es el material que me muestra y le aseguro que vamos a dar con el cadáver“.

Posterior a la entrevista le fue mostrada una carpeta de los cuerpos no reconocidos en el estado de Veracruz, solicitada al SEMEFO de Xalapa, advirtiendo que la carpeta no se muestra tan fácilmente. “Eran muchos muertos, yo creo que eran como 80 fotografí­as, la mayorí­a eran jovencitos, me da miedo decirle cómo estaban; pero ahí­ no estaba Diego, algo me escondí­an”.

Mónica Miguelina Garcí­a Heredia regresó a casa, como salió aquel dí­a, sin nada. Han pasado 28 dolorosos meses, la insistencia de conocer el cuerpo hallado en Soledad de Doblado cedió a causa de enfermedades derivadas de la presión y la angustia. Estragos secundarios de las madres de familiares de desaparecidos.

Hasta la fecha el expediente sigue abierto en las diferentes instancias estatales, el caso Diego Yahir Valerio Garcí­a fue canalizado a la PGR. El caso sigue abierto. La madre ha depositado su confianza en la instancia a nivel federal. “Sólo quiero recuperar a mi hijo, sea vivo o muerto”.


3 comentario(s)

Lu 02 Jun, 2018 - 09:06
Y ahora por culpa de la maldita corrupción e impunidad. Y tambien por esa mujer desconsiderada. Mi hijo de 4 años quizá nunca vea a su padre, Diego. 😢

Cynthia 04 Ene, 2016 - 19:02
Este maldito GOBIERNO esp el corrupto responsable de todos los desaparecidos y Jovenes secuestrados y muertos con que fin lo hacen . Tenernos paralisados muertos en miedo mal nacida gente infernal . Tenemos Que unirnos ya solos muchos.

carlos saldaña 29 Dic, 2015 - 16:30
Así es en la mayoría de casos de desaparecidos.! Policías involucrados y corrupción por parte de los funcionarios de las dependencias , por no aceptar la colucion que existe entre autoridades y delincuentes....

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