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15 noviembre, 2015

Los desaparecidos de Javier Duarte

•"Javier Duarte quiere que demos por muertos a nuestros hijos. Pero mi destino es buscar a mi hijo el resto de mi vida"

•Su hijo, secuestrado en el año 2012 a los 14 años de edad, es uno más de los 25 mil secuestrados en el país y uno más de los 132 en Veracruz

•"Ni siquiera a la persona que se llevó a mi hijo deseo lo que está pasando. Es un infierno" lo que la familia vive todos los días

•Cada noche la madre prende el foco de su casa para que si su hijo regresa pueda caminar sin tropezarse/Una crónica de Miguel Ángel León

  • Joshua Mendoza Castillo. Tres años desaparecido

  • Joshua Mendoza Castillo. Uno más

  • Joshua Mendoza Castillo. Tres años desaparecido

  • Joshua Mendoza Castillo. Tres años desaparecido

  • Joshua Mendoza Castillo. Tres años desaparecido

  • Joshua Mendoza Castillo. Tres años desaparecido

“Desde que desapareció mi hijo duermo tres horas al dí­a. Del trabajo a las funerarias, a ver si por lo menos recupero su cadáver. Hace tres años y dos meses que lo perdí­. Vivo con el alma mutilada. Si no fuera por mi otro jovencito hace tiempo me hubiera suicidado”.

Alicia Noemí­ Mendoza Castillo encarna la siniestra vida de las 132 madres veracruzanas que han extraviado a un hijo, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, que ubica a Veracruz como el segundo lugar con más personas no encontradas en el paí­s.

La última vez que se vio a su hijo de 14 años, Joshua Mendoza Castillo, fue el ocho de septiembre de 2012 en la alameda Francisco Gabilondo Soler, Orizaba, Veracruz. Con base en la investigación 1371/12 de la Procuradurí­a General de la Justicia, (PGR).

Sentada junto a un ataúd de madera, Alicia vela a su padre y reza al mismo tiempo por el paradero de Joshua. “Gracias a Dios a mi papá pude enterrarlo. Mi hijo no se si viva, si tenga hambre o si lo estén lastimando. Quisiera verlo de nuevo, con vida o en partes; pero verlo”.

El abuelo en pleno lecho de muerte pidió la presencia de su nieto para despedirse. “Tuve que mentir, le dije que lo habí­an encontrado, que estaba bien y que ya vení­a en camino. Mi padre se fue, no sé si al cielo a alcanzar a Joshua” comparte Alicia, mientras raya el llanto.

Los ojos de la madre se han hundido en los últimos tres años, duerme muy poco y no deja de llorarle a su hijo. Se muestra agobiada, posee ojeras color gris cenizo y arrugas en los párpados. Su mirada se extraví­a por momentos en el pasado y pierde el hilo conductor de la entrevista.

Alicia carga a todos lados su tableta. Vive pendiente de las notificaciones en los colectivos de desaparecidos en Facebook. Pasa más de ocho horas al dí­a investigando en internet cualquier indicio que pueda llevarla a su hijo.

Es miembro de nueve grupos en las redes sociales. Difunde con frecuencia notas de desaparecidos. Alicia no deja de enviar mensajes a la cuenta Jozh Mendoza: “¿Dónde estás, mi vida? Regresa. Dime para ir a rescatarte”. Pero los mensajes llevan tres años sin respuesta.

La fotografí­a de Joshua Mendoza aparece en la reciente lista de los 70 desaparecidos en Orizaba y sus alrededores, fue ví­ctima de aquella noche lúgubre del ocho de septiembre de 2012.

“En esa ocasión mi hijo no fue el único, hubo una limpia y se llevaron a muchos jóvenes, entre ellos estuvo Fernanda Rubí­, la hija de Araceli Salcedo, la que se chingó a Duarte”.

“Conozco a la señora Chely, formamos parte del colectivo Desaparecidos Córdoba - Orizaba, Tuvimos una audiencia en el Palacio de Gobernación el seis de junio de 2013 con Javier Duarte de Ochoa y Gerardo Buganza Salmerón”.

“La cita la conseguimos a través de varias marchas y manifestaciones”; la toma de la caseta Córdoba - Fortí­n, protesta frente a la PGR, en Reforma, Distrito Federal, caminatas en Orizaba; asilo Mier y Pesado, Parque Castillo, la Facultad de Ciencias Quí­micas de la UV”.

Fue hasta el cinco de junio de 2013 cuando siete familias del colectivo protestaron durante el Dí­a Mundial del Medio Ambiente, en Paso Coyol, Córdoba, Veracruz, consiguiendo una audiencia al dí­a siguiente en la capital del estado.

“Recuerdo que le dijimos al gobernador que no quedaba otra que escapar de Veracruz, temí­amos por nuestras vidas. Él contestó que escaparí­amos todos, entonces, pues la situación estaba difí­cil. Qué mejor fuéramos fuertes y pacientes”, comparte fúrica, la madre.

“Lo único que han hecho por nosotras, las madres de los desaparecidos, es darnos atención psicológica. ¿Qué quieren?, qué los olvidemos, qué los demos por muertos, no señor. Si mi destino es buscar a mi hijo lo que me resta de vida, así­ será, lo debo de encontrar”.

“Ya me cansé de pedirle una entrevista a Juan Manuel Diez Francos. Es la fecha que sigue sin darme la cara”. El colectivo solicitó espacio en los espectaculares de la ciudad para anunciar las fotos de nuestros hijos”.

“Un representante del alcalde nos dijo que la mayorí­a de los sitios pertenecen a particulares, que habláramos con ellos. Y que si el interés era anunciar las fotografí­as, que el metro para las lonas tení­a un costo de 900 pesos”. Aracely menea la cabeza y le tiembla su mano derecha.

El caso de Joshua Mendoza tampoco ha sido de interés para la prensa local. “Es solo un niño de 14 años, uno más de los 26 mil que hacen falta en México. No causa el suficiente morbo para que se publique y la gente lea su caso en todo el paí­s, y me ayude a encontrarlo”.

Alicia Castillo, con un esfuerzo sobrehumano, comienza a narrar la noche del viernes siete de septiembre, cuando las huellas de su hijo se perdieron. Aquella noche que los demonios de la inseguridad laceraron su alma.

Era una tarde común y corriente, Joshua Mendoza Castillo avisó a su madre ví­a mensaje de texto que estaba en la alameda de Orizaba con sus amigos. (19:00 horas) ””Ahorita llego mamá. Te quiero mucho””. Fueron sus últimas palabras, grabadas en el celular.

Aquella mañana, Alicia desayunó con Joshua. Le preparó su Choco Milk como de costumbre. “Antes de irme a trabajar se burló, como solí­a hacerlo, de mi estatura. ””Vente chaparrita chula”” Lo abracé y nos tomamos la última foto, la misma que ahora difundo para rastrearlo.

Era un chico amiguero, popular en el barrio de la Cuauhtémoc. La casa siempre estaba llena de jóvenes. Escuchaban canciones de La Arrolladora y Calle 13. Ahora el silencio es perpetuo en el cuarto de Joshua. Los amigos no volvieron por miedo. ”Mi hogar es sinónimo de peligro”.

Alicia describe a Joshua rebelde como cualquier adolescente, pero siempre debí­a llegar a casa antes de las diez y media de la noche. Su pasión siempre fue el mundo del graffiti, solí­a vender fierro viejo para conseguir dinero y comprar latas de aerosol.

En la casa de la familia Mendoza Castillo permanecen las pinturas del desaparecido. “Mi hijo firmaba sus dibujos con la marca Kero”. El pequeño autor patentaba su trabajo como cualquier literato celoso de sus creaciones.

“Él me decí­a que cada pared rayada en la calle con la marca “Kero” significaba un te quiero en mi honor, la madre entra en un llanto crónico. Me produce rabia los falsos señalamientos contra mi hijo, sólo por su gusto de pintar bardas. ¡Qué estupidez!”

En la fachada sin revocar de la casa, se aprecia un graffiti con el nombre Alis, como Joshua llamaba a su mamá. Las figuras coloridas son el único adorno en la morada de tres recámaras con techo de lámina.

Los cimientos se sostienen a orillas del Rí­o Blanco, en un escenario siniestro carente de alumbrado público y pavimento. Entre olores a agua sucia y lodo, Alicia todos los dí­as se asoma a al rí­o buscando restos humanos flotantes que pudieran ser los de Joshua Mendoza Castillo.

“A mi una persona me dijo que a mi niño no se lo llevaron por graffitear, que eso era mentira”. De acuerdo con los relatos emitidos ante la PGR, a Joshua Mendoza se le vio por última vez a bordo de un carro Jetta color rojo, del lado del copiloto, a exceso de velocidad.

Policí­as municipales de Orizaba detuvieron a los pasajeros del vehí­culo, para luego trasladarlos a la comandancia de Rí­o Blanco, Veracruz. Se declara que dos mujeres se hicieron pasar por familiares del infante y nunca más se volvió a saber de ellos. Investigación 1371/12 de la PGR.

Pasaron veinte dí­as para aceptar la desaparición. Alicia Castillo agotó las posibilidades de localizar a su hijo; llamadas telefónicas, amigos cercanos, redes sociales, comandancias municipales, morgues, pero el rastro de Joshua se habí­a ido.

“Es un tormento ver que el tiempo transcurre, y tu hijo sigue sin cruzar la puerta. Me aferraba a la idea de que podí­a llegar en cualquier momento. Mis familiares me preguntaban a diario por él. Eran balazos en el pecho, lloraba en los rincones muerta de miedo”.

Alicia sabí­a que el tiempo era clave para imponer la denuncia, pero carecí­a de valor para aceptar su realidad, Alicia se toma la boca del estómago, mientras seca sus lágrimas. “Ni siquiera a la persona que se llevó a mi hijo le deseo lo que estoy pasando. Es un infierno”.

Han pasado mil 159 dí­as desde la ausencia de Joshua Mendoza. En promedio, siete personas desaparecen diariamente en México, del dos mil seis a la fecha. Con base en los datos http://interactivo.eluniversal.com.mx/desaparecidos/ unas ocho mil madres sufren como la señora Alicia.

Se han ido tres cumpleaños sin festejarle a Joshua. “Al primero de haberlo perdido, le hice su misa, y cortamos el pastel como si estuviera. Al segundo sólo fue una misa. Este último ya no hicimos nada. No hay nada que festejar, y para rezar, en mi casa donde pueda llorar”.

Alicia se desintoxica en su trabajo como docente de secundaria, trata de mantenerse ocupada para no pensar en su tragedia. Ante la desgracia, la también egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la UV ha ganado concursos de ortografí­a con sus alumnos.

Fue en el salón de clases, el jueves 27 de septiembre de 2012 cuando Alicia rompió en llanto , no podí­a más, contó el motivo de su poca lucidez al frente del grupo. Ese medio dí­a lloraron los alumnos y maestras. “Oramos por mi hijo. Fue una terapia espiritual”.

El simple hecho de trabajar con muchachos de la edad de mi Joshua me mantiene viva. Estoy entregada a mis alumnos, me llenan de energí­a para salir a buscar a Joshua todos los dí­as.

Posterior a su jornada laboral, Alicia desgasta sus energí­as en el spinning, juega Solitario en la computadora hasta que la derrote el sueño. Le teme al insomnio, es un cáncer que no la deja estar en paz de madrugada. Prefiere agotarse y dormir unas tres horas.

Así­ acontece el calvario de Alicia Castillo, madre soltera, con más fuerza que esperanza, no se rinde. “Si yo tengo miedo, mi hijo tiene más. Él sabe que lo voy a buscar. No pienso fallarle. Lo buscaré mientras Dios me preste vida”.

Desde la noche trágica del ocho de septiembre, una luz de 100 watts parpadea a la entrada de la casa. El único destello en la penumbra junto al rí­o. “No pienso apagar ese foco, mi hijo puede regresar de madrugada, no me gustarí­a que se perdiera”, Alicia finaliza la entrevista inconsolable.


4 comentario(s)

Yo 11 Mar, 2020 - 22:09
Cabaña si te consta porque no denuncias, o es porque tu andas en ese negocio. Y da la cara con la pgr no te ocultes en un cabaña

Cabaña 11 Mar, 2020 - 15:22
Ese vato era chapulín, y se juntaba con gente de mala procedencia si algo le pasó fue por el tipo de vida que vivía más de una vez traía droga

Julio César 15 Nov, 2015 - 14:02
Qué terrible la angustia de vivir con el alma en un hilo, Noemí de todo corazón mi admiración y respeto ante lo que has vivido, es la primera vez que leo la historia de Joshua y estoy desconcertado...un abrazo

Damián 14 Nov, 2015 - 17:18
Es una pena muy grande de la miss ,porque el dolor mas grande que le pueden dar a una madre es el perder un hijo . ella es un gran ejemplo como persona ; porque es trabajadora,responsable y sobretodo muy buen ser humano y quisiera que la ayudarán a través de sus departamentos especializados y etc... A ella. Y a las demás madres desesperadas porque no es posible que encuentren pistas de gente desaparecida famosas por ser hijos de personas conocidas en la sociedad y no puedan encontrar pistas de gente sencilla y trabajadora. Por favor de la manera más atenta ayudar y tener el compromiso de aliviar o consolar un poco su dolor de todas las madres. De hijos desaparecidos .

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