Los desaparecidos de Javier Duarte
•"Javier Duarte quiere que demos por muertos a nuestros hijos. Pero mi destino es buscar a mi hijo el resto de mi vida"
•Su hijo, secuestrado en el año 2012 a los 14 años de edad, es uno más de los 25 mil secuestrados en el país y uno más de los 132 en Veracruz
•"Ni siquiera a la persona que se llevó a mi hijo deseo lo que está pasando. Es un infierno" lo que la familia vive todos los días
•Cada noche la madre prende el foco de su casa para que si su hijo regresa pueda caminar sin tropezarse/Una crónica de Miguel Ángel León
“Desde que desapareció mi hijo duermo tres horas al día. Del trabajo a las funerarias, a ver si por lo menos recupero su cadáver. Hace tres años y dos meses que lo perdí. Vivo con el alma mutilada. Si no fuera por mi otro jovencito hace tiempo me hubiera suicidado”.
Alicia Noemí Mendoza Castillo encarna la siniestra vida de las 132 madres veracruzanas que han extraviado a un hijo, de acuerdo con el Sistema Nacional de Seguridad Pública, que ubica a Veracruz como el segundo lugar con más personas no encontradas en el país.
La última vez que se vio a su hijo de 14 años, Joshua Mendoza Castillo, fue el ocho de septiembre de 2012 en la alameda Francisco Gabilondo Soler, Orizaba, Veracruz. Con base en la investigación 1371/12 de la Procuraduría General de la Justicia, (PGR).
Sentada junto a un ataúd de madera, Alicia vela a su padre y reza al mismo tiempo por el paradero de Joshua. “Gracias a Dios a mi papá pude enterrarlo. Mi hijo no se si viva, si tenga hambre o si lo estén lastimando. Quisiera verlo de nuevo, con vida o en partes; pero verlo”.
El abuelo en pleno lecho de muerte pidió la presencia de su nieto para despedirse. “Tuve que mentir, le dije que lo habían encontrado, que estaba bien y que ya venía en camino. Mi padre se fue, no sé si al cielo a alcanzar a Joshua” comparte Alicia, mientras raya el llanto.
Los ojos de la madre se han hundido en los últimos tres años, duerme muy poco y no deja de llorarle a su hijo. Se muestra agobiada, posee ojeras color gris cenizo y arrugas en los párpados. Su mirada se extravía por momentos en el pasado y pierde el hilo conductor de la entrevista.
Alicia carga a todos lados su tableta. Vive pendiente de las notificaciones en los colectivos de desaparecidos en Facebook. Pasa más de ocho horas al día investigando en internet cualquier indicio que pueda llevarla a su hijo.
Es miembro de nueve grupos en las redes sociales. Difunde con frecuencia notas de desaparecidos. Alicia no deja de enviar mensajes a la cuenta Jozh Mendoza: “¿Dónde estás, mi vida? Regresa. Dime para ir a rescatarte”. Pero los mensajes llevan tres años sin respuesta.
La fotografía de Joshua Mendoza aparece en la reciente lista de los 70 desaparecidos en Orizaba y sus alrededores, fue víctima de aquella noche lúgubre del ocho de septiembre de 2012.
“En esa ocasión mi hijo no fue el único, hubo una limpia y se llevaron a muchos jóvenes, entre ellos estuvo Fernanda Rubí, la hija de Araceli Salcedo, la que se chingó a Duarte”.
“Conozco a la señora Chely, formamos parte del colectivo Desaparecidos Córdoba - Orizaba, Tuvimos una audiencia en el Palacio de Gobernación el seis de junio de 2013 con Javier Duarte de Ochoa y Gerardo Buganza Salmerón”.
“La cita la conseguimos a través de varias marchas y manifestaciones”; la toma de la caseta Córdoba - Fortín, protesta frente a la PGR, en Reforma, Distrito Federal, caminatas en Orizaba; asilo Mier y Pesado, Parque Castillo, la Facultad de Ciencias Químicas de la UV”.
Fue hasta el cinco de junio de 2013 cuando siete familias del colectivo protestaron durante el Día Mundial del Medio Ambiente, en Paso Coyol, Córdoba, Veracruz, consiguiendo una audiencia al día siguiente en la capital del estado.
“Recuerdo que le dijimos al gobernador que no quedaba otra que escapar de Veracruz, temíamos por nuestras vidas. Él contestó que escaparíamos todos, entonces, pues la situación estaba difícil. Qué mejor fuéramos fuertes y pacientes”, comparte fúrica, la madre.
“Lo único que han hecho por nosotras, las madres de los desaparecidos, es darnos atención psicológica. ¿Qué quieren?, qué los olvidemos, qué los demos por muertos, no señor. Si mi destino es buscar a mi hijo lo que me resta de vida, así será, lo debo de encontrar”.
“Ya me cansé de pedirle una entrevista a Juan Manuel Diez Francos. Es la fecha que sigue sin darme la cara”. El colectivo solicitó espacio en los espectaculares de la ciudad para anunciar las fotos de nuestros hijos”.
“Un representante del alcalde nos dijo que la mayoría de los sitios pertenecen a particulares, que habláramos con ellos. Y que si el interés era anunciar las fotografías, que el metro para las lonas tenía un costo de 900 pesos”. Aracely menea la cabeza y le tiembla su mano derecha.
El caso de Joshua Mendoza tampoco ha sido de interés para la prensa local. “Es solo un niño de 14 años, uno más de los 26 mil que hacen falta en México. No causa el suficiente morbo para que se publique y la gente lea su caso en todo el país, y me ayude a encontrarlo”.
Alicia Castillo, con un esfuerzo sobrehumano, comienza a narrar la noche del viernes siete de septiembre, cuando las huellas de su hijo se perdieron. Aquella noche que los demonios de la inseguridad laceraron su alma.
Era una tarde común y corriente, Joshua Mendoza Castillo avisó a su madre vía mensaje de texto que estaba en la alameda de Orizaba con sus amigos. (19:00 horas) ””Ahorita llego mamá. Te quiero mucho””. Fueron sus últimas palabras, grabadas en el celular.
Aquella mañana, Alicia desayunó con Joshua. Le preparó su Choco Milk como de costumbre. “Antes de irme a trabajar se burló, como solía hacerlo, de mi estatura. ””Vente chaparrita chula”” Lo abracé y nos tomamos la última foto, la misma que ahora difundo para rastrearlo.
Era un chico amiguero, popular en el barrio de la Cuauhtémoc. La casa siempre estaba llena de jóvenes. Escuchaban canciones de La Arrolladora y Calle 13. Ahora el silencio es perpetuo en el cuarto de Joshua. Los amigos no volvieron por miedo. ”Mi hogar es sinónimo de peligro”.
Alicia describe a Joshua rebelde como cualquier adolescente, pero siempre debía llegar a casa antes de las diez y media de la noche. Su pasión siempre fue el mundo del graffiti, solía vender fierro viejo para conseguir dinero y comprar latas de aerosol.
En la casa de la familia Mendoza Castillo permanecen las pinturas del desaparecido. “Mi hijo firmaba sus dibujos con la marca Kero”. El pequeño autor patentaba su trabajo como cualquier literato celoso de sus creaciones.
“Él me decía que cada pared rayada en la calle con la marca “Kero” significaba un te quiero en mi honor, la madre entra en un llanto crónico. Me produce rabia los falsos señalamientos contra mi hijo, sólo por su gusto de pintar bardas. ¡Qué estupidez!”
En la fachada sin revocar de la casa, se aprecia un graffiti con el nombre Alis, como Joshua llamaba a su mamá. Las figuras coloridas son el único adorno en la morada de tres recámaras con techo de lámina.
Los cimientos se sostienen a orillas del Río Blanco, en un escenario siniestro carente de alumbrado público y pavimento. Entre olores a agua sucia y lodo, Alicia todos los días se asoma a al río buscando restos humanos flotantes que pudieran ser los de Joshua Mendoza Castillo.
“A mi una persona me dijo que a mi niño no se lo llevaron por graffitear, que eso era mentira”. De acuerdo con los relatos emitidos ante la PGR, a Joshua Mendoza se le vio por última vez a bordo de un carro Jetta color rojo, del lado del copiloto, a exceso de velocidad.
Policías municipales de Orizaba detuvieron a los pasajeros del vehículo, para luego trasladarlos a la comandancia de Río Blanco, Veracruz. Se declara que dos mujeres se hicieron pasar por familiares del infante y nunca más se volvió a saber de ellos. Investigación 1371/12 de la PGR.
Pasaron veinte días para aceptar la desaparición. Alicia Castillo agotó las posibilidades de localizar a su hijo; llamadas telefónicas, amigos cercanos, redes sociales, comandancias municipales, morgues, pero el rastro de Joshua se había ido.
“Es un tormento ver que el tiempo transcurre, y tu hijo sigue sin cruzar la puerta. Me aferraba a la idea de que podía llegar en cualquier momento. Mis familiares me preguntaban a diario por él. Eran balazos en el pecho, lloraba en los rincones muerta de miedo”.
Alicia sabía que el tiempo era clave para imponer la denuncia, pero carecía de valor para aceptar su realidad, Alicia se toma la boca del estómago, mientras seca sus lágrimas. “Ni siquiera a la persona que se llevó a mi hijo le deseo lo que estoy pasando. Es un infierno”.
Han pasado mil 159 días desde la ausencia de Joshua Mendoza. En promedio, siete personas desaparecen diariamente en México, del dos mil seis a la fecha. Con base en los datos http://interactivo.eluniversal.com.mx/desaparecidos/ unas ocho mil madres sufren como la señora Alicia.
Se han ido tres cumpleaños sin festejarle a Joshua. “Al primero de haberlo perdido, le hice su misa, y cortamos el pastel como si estuviera. Al segundo sólo fue una misa. Este último ya no hicimos nada. No hay nada que festejar, y para rezar, en mi casa donde pueda llorar”.
Alicia se desintoxica en su trabajo como docente de secundaria, trata de mantenerse ocupada para no pensar en su tragedia. Ante la desgracia, la también egresada de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación de la UV ha ganado concursos de ortografía con sus alumnos.
Fue en el salón de clases, el jueves 27 de septiembre de 2012 cuando Alicia rompió en llanto , no podía más, contó el motivo de su poca lucidez al frente del grupo. Ese medio día lloraron los alumnos y maestras. “Oramos por mi hijo. Fue una terapia espiritual”.
El simple hecho de trabajar con muchachos de la edad de mi Joshua me mantiene viva. Estoy entregada a mis alumnos, me llenan de energía para salir a buscar a Joshua todos los días.
Posterior a su jornada laboral, Alicia desgasta sus energías en el spinning, juega Solitario en la computadora hasta que la derrote el sueño. Le teme al insomnio, es un cáncer que no la deja estar en paz de madrugada. Prefiere agotarse y dormir unas tres horas.
Así acontece el calvario de Alicia Castillo, madre soltera, con más fuerza que esperanza, no se rinde. “Si yo tengo miedo, mi hijo tiene más. Él sabe que lo voy a buscar. No pienso fallarle. Lo buscaré mientras Dios me preste vida”.
Desde la noche trágica del ocho de septiembre, una luz de 100 watts parpadea a la entrada de la casa. El único destello en la penumbra junto al río. “No pienso apagar ese foco, mi hijo puede regresar de madrugada, no me gustaría que se perdiera”, Alicia finaliza la entrevista inconsolable.
Yo 11 Mar, 2020 - 22:09
Cabaña si te consta porque no denuncias, o es porque tu andas en ese negocio. Y da la cara con la pgr no te ocultes en un cabaña
Cabaña 11 Mar, 2020 - 15:22
Ese vato era chapulÃn, y se juntaba con gente de mala procedencia si algo le pasó fue por el tipo de vida que vivÃa más de una vez traÃa droga
Julio César 15 Nov, 2015 - 14:02
Qué terrible la angustia de vivir con el alma en un hilo, Noemà de todo corazón mi admiración y respeto ante lo que has vivido, es la primera vez que leo la historia de Joshua y estoy desconcertado...un abrazo
Damián 14 Nov, 2015 - 17:18
Es una pena muy grande de la miss ,porque el dolor mas grande que le pueden dar a una madre es el perder un hijo . ella es un gran ejemplo como persona ; porque es trabajadora,responsable y sobretodo muy buen ser humano y quisiera que la ayudarán a través de sus departamentos especializados y etc... A ella. Y a las demás madres desesperadas porque no es posible que encuentren pistas de gente desaparecida famosas por ser hijos de personas conocidas en la sociedad y no puedan encontrar pistas de gente sencilla y trabajadora. Por favor de la manera más atenta ayudar y tener el compromiso de aliviar o consolar un poco su dolor de todas las madres. De hijos desaparecidos .