“Mamá: mi novia está embarazada”
•Crónica de Jimena Rodríguez Borbonio
Mi nombre es Esteban Quintanilla, me convertí en padre a los 18 años y a pesar de que me hice responsable de mis actos, no puede ver a mi hijo en mucho tiempo.
“Marlene por favor déjame visitar a mi hijo, quiero verlo, tiene más de un mes que no paso tiempo con él”.
Durante algún tiempo, solo pude ver fotos de Aldo. Poder visitarlo o que la madre de mi hijo me permitiera verlo era muy poco probable.
Nunca pensé que el ser padre, fuera tan duro. El trabajo era lo de menos, en algún momento tendría que hacerlo. El sentimiento de no poder abrazarlo era insoportable. Todo por causa de malas decisiones.
Marlene tenía 16 años cuando quedo embarazada, era una niña con miedo y sobre todo confundida por lo que estaba pasando.
La manera en que nos enteramos de nuestro embarazo fue muy común.
“Esteban: no me ha bajado”.
Después de diez minutos la prueba de embarazo, marco positivo. Lo único en lo que pude pensar fue en nuestras familias. Lo demás se iba a dar solo.
Recuerdo con precisión el día que le dije a mi mamá.
El comedor formado con seis sillas, una mesa un poco extensa, y mi mamá comiendo en la cabecera. Sencillamente salió de mi boca como vomito verbal.
“Mamá mi novia está embarazada”.
Su única reacción fue llorar.
Con mi viejo fue un poco más complicado. Estaba saliendo de su guardia cuando le dije que Marlene estaba embarazada. Me dio el sermón de mi vida. Durante semanas no me dirigió la palabra.
Lo complicado fueron mis padres, diciéndome “que ya me había chingado la vida”.
Respecto a su familia, sus abuelos y tíos solo preguntaron si respondería por mis actos. Yo dije que sí.
Los meses iban pasando, las visitas al doctor, saber sobre mi hijo. Estaba muy emocionado por su llegada.
El trabajo en México en general está muy mal pagado, y cada vez eran más gastos que teníamos que solventar.
Comencé trabajando en una empacadora de frutas, las chingas que me daba eran muy fuertes, cansado y preocupado llegaba a la casa, esperando descansar.
Los fines de semana no eran para mí entusiasmo, puesto que, un pupitre, pizarra y cálculos me esperaban.
Seguí con mis estudios, decidí entrar a Ingeniería química, en una escuela abierta.
Yo sabía perfectamente que un trabajo sin título no es trabajo seguro. Necesitaba algo seguro para mi hijo.
Como lo pensaba nada era seguro, cuatro meses duré en ese trabajo. Un mes estuve desempleado y nuestras familias nos ayudaron. Conseguí un empleo en el ayuntamiento y ahí me mantuve un buen rato.
Lo suficiente para que Aldo naciera.
La primera vez que vi a mi hijo fui esa piedra que sacó agua. Siempre había sido una persona un tanto seca e indiferente.
4 de julio del 2014 el nacimiento de mi niño. Era la personita que venía cambiar por completo nuestras vidas.
Durante mucho tiempo las diferencias y la monotonía hicieron de nuestra relación una etapa insoportable.
Aunque no vivíamos juntos, las discusiones eran diarias. Los malentendidos cada segundo y el cariño que nos teníamos poco a poco se iba convirtiendo en pasado.
“Marlene por favor déjame ver a Aldo, es mi hijo”.
Las veces que podía llevarlo a mi casa y convivir con él y mi familia eran muy pocas y el tiempo se consumía demasiado rápido.
A pesar de que ella tenía sus motivos por el cual no quería que lo viera, yo tenía mis motivos. En realidad solo era uno.
Amaba a mi hijo.
No la culpo a ella, no me culpo a mí. El motivo de nuestra separación, fue falta de comunicación, dedicación, de entrega.
Ella tuvo que renunciar a muchas cosas, yo tuve entregarme por completo a otras.
Aldo ya tiene 1 año y 3 meses; lo veo más seguido.
Las cosas entre la mamá de mi hijo y yo se compusieron, después de hablar y darnos cuenta de que nuestras malas decisiones eran cosa del pasado, llegamos a una buena relación.
No estoy seguro de que seamos una pareja; pero estoy totalmente consciente de que somos una familia, por lo mismo ella y mi hijo pueden contar conmigo siempre.
Le doy la gracias a Marlene por darme la dicha de tener a mi hijo, por compartir algo en común, una parte de alegría, de vida.
Amo mí a mi hijo y daría la vida por él. Así como mi caso, existen muchos más que pasan por la misma situación, algunos con un giro diferente.
A pesar de que soy muy joven para ser padre, pienso que no existe un momento exacto para serlo. Puesto que ser padre se hace no se nace.


