Golpeas un par de veces la puerta, el aroma a monte quemado sale y envuelve el flaco cuerpo del "Asiático", quién vuelve a vender mota luego de tres meses ausente.

Juan “El Asiático” Vélez pasó casi tres meses manteniendo un perfil bajo luego de recibir amenazas de ser delatado. Con él regresan todos sus clientes habituales.

Una tarde, mientras Asiático fumaba hierba y jugaba videojuegos, suena su teléfono. Contesta de inmediato al ver que era ella, Mel.

“Hola soy Chicho, sabes quién soy. Te conozco y sé las chingaderas que andas haciendo y te voy a poner el dedo”.

El hombre desconocido cuelga y no vuelve a llamar.

Juan vende el resto de su mercancí­a, compra un teléfono nuevo y desaparece de la ciudad. Esta vez toma en serio la amenaza. La tercera desde que empezó a vender.

Tres meses y dí­as duró su exilio. Hace dos semanas compró de nuevo el Asiático. Dos kilos de mota oaxaqueña para vender al menudeo en el puerto de Veracruz.

De piel clara y cabello lacio alborotado, apenas con ropa dentro de su hogar. El uno cincuenta de estatura y sus ojos rasgados respaldan el origen del alias.

“¿Que tal ese? Me acaba de llegar una weed bien loca, ¿la quieres probar o compras el cienpiés de una vez?” Ofrece su producto al entrar.

Juan estudia psiquiatrí­a. Cursa los últimos semestres de la carrera en una escuela privada, licenciatura que empezó hace varios años en la Universidad Veracruzana.

Mil ochocientos pesos paga el Asiático por kilo de mariguana. La vende a $100 por cada 13 gramos. Gana cerca de 5 veces más lo que invierte por la droga.

La mayor parte de sus ingresos por la venta de mariguana los usa para pagar las colegiaturas. Realmente poco le queda para darse lujos.

En el cumpleaños de su madre, ”“con quien aún vive- la invitó a cenar en el lujoso restaurant Mardel, del puerto de Veracruz. Cena pagada con dinero de la mariguana.

El Asiático es independiente. La mariguana que él vende no proviene de los carteles y lo que gana va í­ntegramente para su bolsillo o lo re invierte en más hierba.

“Esta la trae un tipo todo hippie. La siembra en un ranchito de Oaxaca y la trae cada dos o tres meses en una mochila hasta Veracruz y acá la vende por kilo a los dealers.”

En su habitación el olor a mota es permanente. Casi siempre encuentras un par de amigos suyos o clientes probando la mercancí­a.

Para él, la presunción es algo que pone en riesgo al comerciante. Sólo los narcos se dan el lujo de tener lujos.

Lo ideal para los narcomenudistas independientes es no levantar sospechas. Entre más incógnito sea su negocio, mejor les va.

“El Asiático” pasa desapercibido. Si lo miras caminando por la calle no pensarí­as que está involucrado en algo ilegal como el comercio de mariguana.

“Muchos de los que venden son estudiantes, madres solteras o señoras jubiladas. No somos puntos ni nada.” A veces Juan consigue trabajo de tiempo completo para pagar sus cuentas.

En Veracruz proliferan las narco tienditas o puntos. Es común entre los yonkis jarochos escuchar que en “cada parque de cada colonia, hay un punto”.

Los riesgos para un independiente vienen con los clientes. Para Juan fue así­. Las amenazas que ha recibido han sido por asuntos pasionales.

Durante cinco años ha mantenido una relación a distancia con una chica de otro paí­s. La visita cada diciembre.

A pesar de eso, Asiático mantiene diversas relaciones con muchas mujeres, de las cuales alguna le ha traí­do problemas, en especial una: Mel.

“Cuando empecé a salir con ella le dije que tení­a un trip pendejo de una relación a distancia. Aunque fue bonito como por año y medio”

“La chica extranjera llega a fin de año y la otra me pregunta qué pasa. Lo pienso mucho pero después de irse decido quedarme con la segunda”

La psicologí­a y la mariguana son dos elementos que se cruzan. Una te permite mirar dentro de ti y la otra mirar dentro de otros. Juan se apasiona por ambas.

Para el Asiático no vale la pena vivir, según dice, como rata, esperando que vengan a matarte y quitarte el punto. Las guerras entre narcos no le interesan.