Playa de Alvarado es tiradero de basura, cuerpos y petróleo
Cada dos pasos que da sobre la playa de Alvarado, Don Higinio levanta una botella de plástico, a veces hasta tres juntas. Ahí, en su labor como recolector de botellas que después vende por kilo, ha visto de todo tirado cerca del mar, hasta cuerpos desmembrados.
Texto y fotografía Rosalía Vázquez
“Le digo: hace quince días había una cabeza, no se veía el cuerpo, jamás, la pura cabeza de un hombre que, dicen los vecinos, era de los que andaban mal”. Él ya no sabe lo que las autoridades habrán hecho con la cabeza.
De cabellos blancos y piel quemada, anda en tenis para no quemarse los pies y advierte a los turistas que juguetean en el mar: “Si se quieren bañar aquí a la vuelta hay unas albercas, el mar tiene orita (ahorita) mucha serpiente, trae la suciedad”.
Dicen los lugareños que los pedazos de chapopote pegados a las algas y los sapos que aparecen muertos a la orilla son porque muy cerca hay plataformas de Petróleos Mexicanos (PEMEX).
Cuentan que ahora es común que la arena sea negra brillante, que ya se están acostumbrando; pero ya no se meten al mar porque lo consideran contaminado y no vaya a ser que pesquen una enfermedad de “tanta muerte que jala el mar".
Don Higinio aprovecha el peor de los males porque de todos modos la playa sigue sucia, y aunque a veces hay presencia de fuerzas armadas para cuidar la seguridad, nadie cuida a la misma playa.
Por eso luce así, con envases de detergentes, desodorantes, zapatillas y chanclas olvidadas, residuos de papas fritas, medicinas, bolsas, vidrios. Una playa en camino a ser relleno sanitario.
“Nadie la limpia, la autoridad pues no viene y ya siempre está así, aquí no es como en Veracruz que las limpian que para tener el turismo; acá no se preocupan porque nadie viene”.
Los pocos turistas que llegan no lo saben, no comprenden el nuevo color de la arena ni la causa de los animales muertos al borde. No cuestionan el porqué de las manchas negras de chapopote.
No saben por supuesto, que ahí donde se están correteando, meses antes encontraron un cuerpo putrefacto, arrastrado por el mar, aventado por quien sabe quién y quien sabe porqué.
Hasta esquivan la basura que inundó la playa y los niños se sumergen hasta cubrirse la cabeza, y los hermanos se llenan de arena negra, y si les da flojera, todos contribuyen a que el lugar se vaya perdiendo, dejando más botellas de basura que minutos después Higinio meterá a su costal.
DE PESCADORES A DELINCUENTES
¡Qué lástima!, susurra doña Carmen cuando visita Alvarado, y a su hermana le va contando cómo en las calles cercanas al mar han encontrado cuerpos por montón, le narra la vez en que toda la colonia se juntó para identificar a los tres cuerpos tirados en un lote baldío.
O aquella vez en que doña Juana salió gritando porque una camioneta se levantó a su hijo y jamás lo han vuelto a ver.
Son días de festejo en Alvarado, ya pasó el encierro de burros y diario hay cabalgatas que aprovechan las familias para mostrar su “estatus quo”. En las calles hay gente alcoholizada, risas, a orines huelen las calles y las jardineras.
Pero el festejo dura poco en este municipio Veracruzano porque la violencia ya se adueñó de él, cuentan que ahora la ola de violencia se centra ahí y va desde lo más atroz hasta lo que parecería común, como la pareja que se agarró a patadas en plena calle porque él le tiró un espejo a la moto de ella.
Pero los pleitos entre los habitantes comunes ya es lo de menos, ahora lo preocupante es que en esas casitas humildes donde vivían los pescadores ahora hay lujosas viviendas.
“¡Qué lástima, aquí era de puro pescador, ¿te acuerdas de don Toño? Y ahora es de puro matón” insiste doña Carmen.