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Lunes 14 septiembre, 2015

Las cartas de Pablo Escobar

La encontró en su ropero leyendo las cartas. “¿El que escribió esto es el mismo Pablo Escobar?”, le preguntó su hija. Con tan solo 12 años, le costaba creer que quien firmaba esos mensajes dirigidos a su madre era el mismo hombre del que tanto horror habí­a escuchado. La niña era Marí­a José y su madre es Silvia Hoyos, la periodista que intercambió, a inicios de los años noventa, cartas con el narcotraficante colombiano y que, como su hija, encontró a través de lo que este escribí­a a un “Escobar totalmente distinto".
La correspondencia permaneció, antes y después de que su hija la descubriera, guardada en un sobre de papel manila en un cajón. Ahora, 24 años después de que los mensajes del narco más temido llegaron a sus manos, Hoyos los desempolva y explica en el libro Los dí­as del dragón (Semana Libros) su intercambio epistolar con Escobar, antes de que se escapara de la cárcel La Catedral, en Antioquia, en el noroeste de Colombia. Hoyos confiesa que no sabe por qué el hombre sobre el que todo el paí­s tení­a los ojos le respondió a su primera carta, con la que pretendí­a abrir la puerta para saber cómo Escobar le explicarí­a a su hija la violencia de su paí­s. “Nunca lo vi personalmente. Ahora creo que me iba a utilizar para algo”. Pero, tras cinco misivas, nunca supo las motivaciones del personaje, que años más tarde se volverí­a mí­tico, para confiar en ella y contarle que querí­a ser periodista, que daba lecciones a su hijo sobre cómo debí­a cuidar a las mujeres, que renegaba del machismo y que pregonaba el respeto a los homosexuales.

La cadena de mensajes empezó cuando ella, siendo reportera de televisión en la época más violenta de Medellí­n, decidió plantarse en la ví­a que conducí­a a la prisión acordada con el Gobierno para su entrega a la justicia a cambio de no extraditarlo.

Sally Palomino/El Paí­s

  • Silvia Hoyos. "Los días del dragón"

“Tení­a muchas preguntas”.En 1988, su tí­o, el entonces procurador general de la nación, Carlos Mauro Hoyos, habí­a tenido la valentí­a de declarar la lucha al narcotráfico y por eso se convirtió en objetivo de Escobar, que terminó ordenando su secuestro y muerte. La periodista, entonces con 20 años, también habí­a sido testigo del asesinato del defensor de derechos humanos Héctor Abad Gómez, en 1987. “Vi de frente la cara de la muerte”, dice Silvia Hoyos, quien, impulsada por un deseo de saber, se aventuró a mandar el primer mensaje.

“Mi plan consistí­a en ganarme su confianza hasta encontrar el momento oportuno para preguntar lo que tanto rondaba en mi cabeza”. Y le escribió: “Señor Escobar, como usted entenderá, después de su entrega el paí­s seguramente querrá conocer cómo pasó su primera noche en cautiverio y a qué piensa dedicar sus dí­as en la cárcel”. La respuesta llegó más rápido de lo que esperaba y por la misma ví­a que usó para enviarla.

El conductor de un camión a quien apodaban Cara de Queso fue el emisario. Escobar le contaba que se dedicarí­a a la lectura y que en ese momento leí­a a Stefan Zweig. Fue el 20 de junio de 1991 el dí­a en que ese mensaje abrió el camino a otros. La modalidad de entrega, sin embargo, cambió. Una alerta en su beeper le anunció en cuatro oportunidades más que habí­a una carta de Escobar esperándola en un parque o en una tienda. Aunque la primera se convirtió en su estreno en el mundo de primicias informativas cuando dio a conocer su contenido en la televisión, Hoyos, por temor, no reveló las siguientes.

Escobar le contó que leí­a cuatro periódicos a diario, que aconsejaba a su hijo Juan Pablo, entonces de 14 años, sobre los peligros de la droga y el alcohol. Con orgullo le decí­a que Manuela, su hija de siete años, era una “caja de música” a la que escribí­a y grababa cuentos para que los escuchara antes de dormir.

“Era difí­cil creer que se tratara de la misma persona”, cuenta la periodista, quien por esos dí­as se enteró de que estaba embarazada. Los mensajes continuaron y la cara de Pablo Escobar, el padre, se hací­a más visible. "Manuelita siempre es el personaje central de mis cuentos. Ella lo exige así­. ¿Quién no se siente feliz de ser padre con unos hijos tan bellos como los que tengo?", se lee en las cartas. Hoyos reconoce que nunca fue capaz de pedirle las explicaciones que tanto habí­a planeado. El miedo no la dejó y su prioridad se convirtió en la hija que esperaba, la misma que años después le preguntarí­a si el Escobar que figuraba en unas hojas que tení­a entre su ropa era el que marcó una historia de terror en Colombia.


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