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Reportajes
Miércoles 12 agosto, 2015

López Arias y Hernández Ochoa, mejores formadores de polí­ticos

El par de gobernadores trabajaba doble: como jefe del Poder Ejecutivo y enseñando polí­tica a sus discí­pulos
Muchos de ellos todaví­a están vigentes en la vida pública de Veracruz

Quizá los exgobernadores Fernando López Arias y Rafael Hernández Ochoa han formado los mejores discí­pulos en la polí­tica de Veracruz, a tal grado que en tiempo y forma lograron la vigencia en la vida local y todaví­a hoy...

Luis Velázquez

  • Los discípulos de Fidel Herrera/Yerania Rolón

siguen vigentes en la agenda pública.

Pero, además, con una experiencia polí­tica fuera de serie, con victorias y derrotas, que son las que más enseñan, y con un fogueo excepcional en el campo de batalla tanto en el frente como en el centro de la retaguardia.

Incluso, profundos conocedores de la naturaleza humana que según Gregorio Marañón, el estudioso de Tiberio, el emperador romano, consiste uno de los grandes atributos del polí­tico.

Todos aquellos polí­ticos parecí­an gigantes, porque eran sustancia pura en el ejercicio público, además de cultos y de grandes oradores, y con relaciones públicas en el altiplano, y con luz y capital propio.

Además, en la mayorí­a de los alumnos de López Arias y Hernández Ochoa, con graves excepciones, la polí­tica polí­tica era la razón de sus vidas, sin apostar nunca, jamás, ni a los negocios lí­citos ni ilí­citos ni tampoco al enriquecimiento rápido a la sombra y cobijo del poder.

Formados, además, en la cultura del esfuerzo que les permitió con los años y los sexenios escalar los peldaños polí­ticos, como ha de ser en la polí­tica, para evitar un desorden mental que lleve a la soberbia y la petulancia y se crean y sientan paridos por los dioses.

Cierto que otros gobernadores han formado de igual manera a sus alumnos. Pero, al mismo tiempo, se quedaron atrás en el intento, sin trascender más allá del sexenio que los arropó.

Más aún, en otros casos, los pupilos de algunos exmandatarios tuvieron vida efí­mera, porque luego enseguida se marearon con el poder y lo miraron con sentido patrimonialista, obsesionados con meter la mano al cajón y salir de pobres en menos de un sexenio.

LOS DISCíPULOS DE LÓPEZ ARIAS

Por ejemplo, Fernando López Arias, senador de la república y procurador de Justicia de la nación antes de llegar a la gubernatura en el sexenio 1962/1968, incorporó a su equipo a los siguientes discí­pulos, todos jóvenes, apenas iniciando en la vida pública:

Manuel Carbonell de la Hoz (subsecretario General de Gobierno, que fuera candidato a gobernador durante 72 horas), Manlio Fabio Tapia Camacho (exalcalde jarocho y diputado federal), Antonio Vázquez Figueroa (director del DIF a los 24 años de edad y diputado local a los 25 años) y Mario Vargas Saldaña (exalcalde jarocho, cuatro veces diputado federal y quien fuera precandidato a gobernador cuando Jesús Reyes Heroles, su amigo, era presidente del CEN del PRI).

Pastor Murguí­a González (exdiputado federal y lí­der campesino), Manuel Ramos Gurrión (presidente del CDE del PRI, director del IPE, diputado local y federal y senador de la república), Manuel del Rí­o González (secretario particular de Murillo Vidal) y Abel Ruiz Lopart (el polí­tico con más experiencia en materia agraria), Amador Toca Cangas (procurador de Justicia), Manuel Suárez Domí­nguez (director de Seguridad Pública que terminara suicidándose en una cárcel de Estados Unidos por sus ligas con los malandros), Amadeo González Caballero (el gran cacique sureño) y Taurino Caamaño Ramos (presidente del CDE del PRI y uno de los polí­ticos de mayor confianza de López Arias), entre otros.

LOS DISCíPULOS DE HERNíNDEZ OCHOA

Por el contrario, Rafael Hernández Ochoa, diputado federal y subsecretario de Trabajo y Previsión Social federal antes de la gubernatura, 1974/1980, formó a los siguientes discí­pulos, muchos de los cuales están vigentes:

Gonzalo Morgado Huesca (diputado local a los 24 años y presidente del CDE del PRI a los 25 años, dos veces diputado federal y delegado federal del ISSSTE), Fidel Herrera Beltrán (gobernador de Veracruz, cuatro veces diputado federal y senador), Miguel íngel Yunes (ex de todo, menos de gobernador) y José Luis Lobato Campos, QEPD, (director del IPE y secretario de Educación con Dante Delgado Rannauro) y Felipe Amadeo Flores Espinosa (ex de todo, menos de gobernador).

Carlos Padilla Becerra (director del DIF estatal, presidente municipal de Xalapa, funcionario federal y presidente del Comité Olí­mpico mexicano), Carlos Brito Gómez (ex de todo, menos de gobernador), y Carlos Domí­nguez Millián, QEPD (alcalde de Xalapa, diputado local y director de Enseñanza Media), Flavino Rí­os Alvarado (dos veces secretario General de Gobierno, dos veces secretario de Educación, diputado local y director de Acción Social que así­ inició) y Guillermo Zúñiga Martí­nez, QEPD, (alcalde de Xalapa, presidente del CDE del PRI, diputado local, y director de Universidad Autónoma de Veracruz).

Rafael Murillo Pérez (dos veces secretario de Finanzas), Francisco Portilla Bonilla (procurador de Justicia, dos veces presidente municipal de Córdoba y diputado local), Carlos Rodrí­guez Velasco (alcalde de Xalapa y diputado local), Carlos Rodrí­guez Moreno (presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos) y hasta Pericles Namorado Urrutia (procurador de Justicia, alcalde de Tuxpan y diputado local y federal), entre otros.

GRUPOS SÓLIDOS Y COMPACTOS

Fueron ellos, la mayorí­a, grupos compactos, donde unos a otros se apoyaban, incluso, se transmití­an sus experiencias para prepararse mejor, además de que estuvieron entrenados en el estudio, la disciplina y la tertulia académica como alternativa para foguearse más.

Lógico que tratándose de la lucha por el poder se concitaban intrigas y conspiraciones como suele darse en todos los grupos polí­ticos atrás del poder; pero, al mismo tiempo, fueron, digamos, la excepción, porque tanto Fernando López Arias como Rafael Hernández Ocho eran lí­deres sólidos y experimentados, con el puño firme para asestar el manotazo necesario a fin de que nadie se desbordara.

Además, oh prodigio, el par de gobernadores alentó entre ellos el sentido de la unidad, como por ejemplo, sexenios después pudo advertirse en la mayorí­a de sus discí­pulos que continuaron (y están en unos casos) vigentes hasta los últimos dí­as.
Así­, y como solí­a decir Hernández Ochoa, él trabajaba doble:

Primero, como gobernador, y segundo, como maestro, enseñando a sus párvulos, muchos de ellos jóvenes de 24 y 25 años.


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