Serenatas a la luz de la luna
**Guitarras en las madrugadas
**El pueblo que fue...
UNO. El pueblo olía a serenatas
En las madrugadas, las calles del pueblo olían a serenata. Eran un trío de tríos rasgando las cuerdas de las guitarras y cantando frente a la ventana y en pocos casos el balcón de las mujeres amadas. Sus parejas, en la intensidad del primer amor.
El primer deseo. La atracción. La dicha inmensa de amar a otra persona.
Era el trío de Albino Fernández, con un hermano, y un intérprete de voz extraordinaria.
Era el trío de Renato Cortés y quien hacía relampaguear la guitarra.
Y era el trío de Sergio Hernández Cortés, un chico con una voz maravillosa. En el pueblo le decían el “Jorge Negrete” y también el “Pedro Infante” de Soledad de Doblado.
DOS. “Amor al arte”
Cosas inolvidables de la vida, ¡ay los tiempos aquellos!:
Ninguno de los tríos cobraba un solo centavo.
Los tres tríos felices y dichosos de llevar serenata a las novias, las esposas y las amantes.
Digamos, “por amor al arte”.
Entonces, en la fila montón de novios, la mayoría estudiantes atenidos al “domingo” de papá y que apenas, apenitas, alcanzaba para comprar unos cigarritos y acaso, en una cooperacha, una o dos botellitas de licor, digamos, para mantener el ánimo.
TRES. Voces en competencia
Las serenatas iniciaban hacia medianoche. La cita era en el parque. Y con frecuencia, en la calle se escuchaban los gritos de los trabajadores de la Limpia Pública. Y era la hora de retirarse. El pueblo estaba despertando a un nuevo día.
A veces, en la euforia, los tres tríos se hacían uno solo. Y en el parque ensayaban como si fueran una orquesta de música clásica.
Y a la hora de la serenata, solían cantar dos canciones cada uno de los tres intérpretes.
Era una delicia escuchar las voces de los tres cantantes como si fuera una pelea estelar entre el gallo giro y el colorado en el palenque.
Una competencia de voces.
CUATRO. Tríos abstemios
Por lo general, las serenatas eran los viernes y los sábados en la madrugada. Cada semana.
Y como era una romería, entonces, por más y más botellas de licor que podían circular, nunca nadie se emborrachó ni pasó de tragos.
Apenas alcanzaba para unas dos copitas por persona.
Albino Fernández, Renato Cortés y Sergio Hernández Cortés nunca tomaban un solo trago de licor. Eran abstemios. Además, conservaban el orden y el respeto.
CINCO. Vivir de la nostalgia
Fue un tiempo maravilloso y que, por desventura, y hasta donde se sabe si se sabe bien, nunca se ha repetido.
Por ahí, de vez en vez, uno que otro trío. Pero hechos aislados.
Con todo y “el amor estando en cada habitación” como reza la canción inmortal.
Pero, bueno, la nostalgia también alimenta el alma y el corazón. (lv)

