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8 Columnas
Miércoles 26 noviembre, 2025

Desnudan a los soviets mexicanos


Raymundo Riva Palacio/Tomado de El Financiero

Del norte llegó una borrasca que descobijó al gobierno de Claudia Sheinbaum. The New York Times publicó una información manejada en México por varios periodistas sobre la presencia rusa en este país, pero que al ser retomada con nueva información...

del Departamento de Estado y en el aparador del periódico más influyente del mundo, el tema cobró otra dimensión. El reportaje tiene un título provocador, “La desinformación de Rusia llega a México, buscando romper los vínculos con Estados Unidos” y, en su cuerpo, cita al responsable del Sistema Público de Radiodifusión del Estado mexicano, Jenaro Villamil, como uno de los principales diseminadores de esa propaganda.

Villamil es producto del ala radical que públicamente encabeza Jesús Ramírez Cuevas, y que como vocero del entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, lo ungió como el jefe de ese sistema, desde donde controla todos los medios públicos, federales y estatales, a los cuales ha impregnado de propaganda y de municiones para disparar contra todo aquel y aquello que tenga un pensamiento crítico. Los medios públicos, que deberían de ser los más abiertos, son los más cerrados, convertidos hoy en un instrumento de propaganda, similar a la que Villamil disemina todos los días.

El despacho del Times menciona un cable diplomático estadounidense enviado por la Embajada en México en abril de 2024, sobre la “expansión repentina y espectacular” de RT –antes Russia Today– en este país. La decana de los corresponsales mexicanos en Washington, Dolia Estévez, fue la primera que dio la voz de alerta sobre la creciente presencia de espías rusos en México en marzo de 2023, más de un año antes que se transmitiera el memorando diplomático, y le dio seguimiento a cómo también RT iba aumentando su presencia en este país.

El cable de la Embajada en México precedió a una investigación del Departamento de Justicia dada a conocer en septiembre del año pasado, donde se informó que habían desarticulado una operación rusa llamada coloquialmente “Doppelgänger” –que en alemán significa el cuerpo de influencia maligna que vive dentro de una persona–, no sólo contra Estados Unidos, sino contra varios de sus aliados, entre los que estaba México. Según una declaración jurada de 277 páginas, la campaña buscaba “fomentar el sentimiento antiestadounidense y exacerbar la confrontación entre Estados Unidos y México”, como en un documento de la Agencia de Diseño Social, un frente de compañías rusas, para emprender una campaña con el tema “México no perdona”.

México no era el aliado que creía Estados Unidos tener en el gobierno de López Obrador, que para entonces estaba alineado con el eje de enemigos de Estados Unidos, Rusia, Irán, Venezuela y Cuba. Anclado en la Guerra Fría, lo motivaba la ideología comunista, que arrastraba desde sus tiempos de funcionario del gobierno de Tabasco en los 80, sin haberse percatado –o ignorado, o no entendido– que la Unión Soviética había colapsado en 1991 y que el régimen de Vladímir Putin no tiene nada que ver con aquellos tiempos, sino con un gobierno autoritario, de culto a la personalidad, que construyó un capitalismo de amigos y caminó de una economía de mercado a la cleptocracia.

Si bien había notables similitudes entre los regímenes de Putin y López Obrador, en su entorno el universo era ideológico. Ramírez Cuevas, un propagandista históricamente desfasado, abrió las puertas en ese campo, pero otros, como el exdirector del Centro Nacional de Inteligencia, el general Audomaro Martínez, lo hizo con los espías rusos, a quienes le proporcionó la lista de agentes encubiertos de Estados Unidos en México, que provocó un choque en los últimos días de Christopher Landau como embajador en México.

El reporte del periódico neoyorquino cita un reciente estudio de la Alliance for Securing Democracy, una iniciativa del Fondo Alemán Marshall, que analiza, expone y desarrolla estrategias para contrarrestar la manipulación de información extranjera e interferencias en democracias, que señala que el Club de Periodistas en México tiene una fuerte relación con RT y funciona como “un vocero de Rusia y Cuba”. El exposé del Club de Periodistas lo hizo meses antes Estévez, en abril del año pasado, y señaló que podría ser la primera institución cooptada por Rusia. “Entrega más premios a propagandistas, ideólogos y conspiranoicos rusos que a cualquier otro grupo extranjero”, apuntó. “Es la ‘asociación civil’ que más replica la desinformación del Kremlin y los discursos de Vladímir Putin en sus redes sociales y publicaciones”.

El informe de la Alliance afirma que el club, a través de su agregador de noticias y de su revista Voces del Periodista, “actúa como un conducto de propaganda pro-Kremlin y anti-occidente, lavando (colocando contenido de su fuente original en una plataforma diferente para ocultar de dónde proviene la información) casi dos terceras partes de su contenido desde abril de 2025 de RT en español, Sputnik Mundo y la agencia estatal cubana Prensa Latina”.

El club tiene financiamiento del Senado, que controlan allegados a López Obrador, y el respaldo de Ramírez Cuevas, que como lo hace la embajada rusa en México, cada vez que se establece la relación de Rusia con López Obrador y el régimen, salen las camisas negras del régimen a contrarrestar con ataques en las redes sociales acompañados por insultos. No fue extraño que el tema fuera pasado por alto ayer por la presidenta y que la maquinaria de propaganda no buscara descalificarlo, con lo cual evitó magnificarlo. Pero el lograr que fuera ignorado en México no significa que se evapore.

El mensaje fue transmitido, aunque no está claro si se entendió en Palacio Nacional, toda vez que en las últimas semanas se ha visto que la presidenta Claudia Sheinbaum y la primera línea de la maquinaria propagandista del régimen se están peleando contra molinos de viento con visiones absurdas y fantasiosas. Su problema no está en México, donde tiene control de todo: el Ejército, las cúpulas empresariales, el Congreso, el Senado, la Suprema Corte, una buena parte de los medios y lo que usted quiera añadirle, porque no va a errar. El problema está fuera, específicamente, en Washington. Si no lo ve en su vastedad, no está entendiendo el fondo de donde está metida y, por lo tanto, sin instrumentos para enfrentar lo que se le viene.


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