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Escenarios
Miércoles 26 noviembre, 2025

Retrato político

**6 años en la gloria
**Luego, el infierno
**Caso Javier Duarte

UNO. El antes y el después

El caso Javier Duarte, icónico y simbólico. Retrata a las tribus políticas a plenitud. La vida pública, usufructuado con el acelerador metido hasta el tuétano.

El ejercicio del poder. La tarea de gobernar. “Aquí mando yo” expresó la fiscal general de Veracruz al tomar posesión.
De hecho y derecho, el resumen de los más de setenta años del PRI en Palacio Nacional.
Pero al mismo tiempo, la biografía social de los políticos antes y después.

DOS. Los jefes máximos

Los jefes de jefes. Los enviados del Ser Superior para salvar la tierra.
Aquí, “solo mis chicharrones truenan”. “Por encima de mí, únicamente Dios, si acaso”.
La soberbia del poder. La egolatría. El mesianismo. “Soy transparente y perfecto”.
“Y si me equivoco, nada pasa. Vuelvo a mandar”.
Tiempo aquel cuando Javier Duarte era rodeado por su cuarteto de guardias pretorianos y ni el humo del cigarrillo dejaban pasar.
Adolfo Mota, Éric Lagos, Jorge Carvallo y Alberto Silva Ramos.
Las mieles del poder. Las barbies. Con cargos públicos y varias tarjetas de crédito bancario.
Un sexenio, suficiente para “dejar de ser pobre”. Aliada y cómplice, su Graciosa Majestad, la Señora Impunidad.

TRES. La silla embrujada del palacio

Así fue durante más de siete décadas. Los priistas, en el peldaño más elevado del poder.
Así fue en los doce años de panismo.
Así fue en los seis años del Peñismo.
Y tal cual, en los seis años del obradorismo.
Eufemio Zapata entró con su hermano mayor, Emiliano, a Palacio Nacional. A un lado, Pancho Villa.
Eufemio buscaba en todos los salones la silla embrujada del palacio. Imaginaba una silla de montar caballos.
¿Por qué una silla de montar caballos? preguntó Emiliano.
“Porque a todos enloquece”.
Incluso, los hace levitar.
Un segundo después de ocupar la silla principal del palacio, el triunfalismo mesiánico alborota las neuronas, los corazones y los hígados.
Y a veces, el sexo.

CUATRO. Se pierden los estribos…

Seis años en el poder sexenal. Cuatro años en el palacio municipal. Tres y seis años en las curules.
Suficientes, para “perder los estribos”.
Más todavía: la hora de ajustar cuenta con los opositores, los adversarios, los enemigos.
Los (ex) amigos en la infancia, la adolescencia y la juventud abusadores de la dignidad humana. Excedidos el trato. Sobre todo, los peleoneros y rijosos.
Y, claro, en el camino, la tentación eterna de “meter las manos al cajón” y “ordeñar la vaca”. Y una vaca suiza, por cierto, para ordeñarse tres ocasiones en un solo día.

CINCO. La vida política es así…

De la gloria, algunos políticos pasan al infierno. Otros, se van, sin arañarse. En la impunidad.
Usufructuando “el dinero robado al pueblo”.
Por eso, México, en el primer lugar mundial de corrupción política en el siglo anterior.
Y todavía hoy, claro.
Los Morenistas, por ejemplo, inculpándose unos a otros.
Como en el priismo.
Historias conocidas. Historias por conocerse. (lv)


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