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Lunes 10 noviembre, 2025

El descuartizador de Veracruz

1 (Casi casi un “Cochiloco” jarocho)

Hay un jarocho poco conocido. Apenas, apenitas, tiene 26 (veintiséis) años. Quizá tengan su foto en la ficha policiaca. Acaso los policías la traían en su cartera para identificarlo en un encontrón.
Pocos ciudadanos de a pie y motorizados saben de su pasado. Pero el reportero Federico García, alias R. E., de Notiver, lo perfila como un discípulo, por ejemplo, del asesino serial de mujeres, Goyo Cárdenas.

Y hasta seguidor de “Las Poquianchis”, las hermanitas dueñas de burdeles en el centro de la república y quienes mataran y ordenaran matar a más de sesenta daifas insubordinadas e incómodas.
Se llama Juan Antonio y está clasificado como “un criminal de alta peligrosidad”.
Y está a disposición del juez de Papantla.
En su historial algunos de sus episodios truculentos.
Y “sigue acumulando cargos” escribió Federico García.
En Papantla, decapitó a un hombre.
En Coxquihui, intentó matar al presidente municipal electo, Lauro Becerra García.
En el mes de septiembre asesinó a Tomás Colio Pérez y le rebanó la cabeza y la abandonó en una cubeta en una calle.
En la colonia Benito Juárez de Papantla “ejecutó un ataque con explosivos en la vivienda de un policía apodado ‘El Balín’”.
En el mundo delincuencial ya ganó un apodito.
“El descuartizador”.
Poniendo a “Veracruz de moda”.
¡Ah!, en la conseja popular, sus ligas con una célula de la DO “operando en la zona”.
26 años.
Una fichita.
Quizá un malandro.
Su vida, definida por las malas amistades. Amistades peligrosas.
Fue detenido “luego de disparar en contra de un detective de la Policía Ministerial”.
Además, perverso.
Luego de matar a Tomás Colio Pérez, por ejemplo, lo decapitó.
Y después, manifestando su identidad sicológica, su alma, su espíritu, su experiencia, sus vivencias, abandonó la cabeza en una cubeta.
Y tendida en la calle.
Al paso de los peatones.
Una estrategia, digamos, malandresca para disparar el miedo “y el miedo al miedo” (León Felipe).
Y el temor y el terror para amacizar la versión de “los demonios sueltos” en el llamado Segundo Piso de la Cuarta Transformación.
Casi casi, Damián Alcázar en el filme cinematográfico “El infierno”, acomodando un sombrero de ala ancha a un hombre asesinado.
Y clavándole estaca con narcomensaje.
Veracruz, pues, con tales hábitos y costumbres, en las grandes ligas de la delincuencia organizada.
Juan Antonio B. G. está preso.
Pero su fama se multiplica y sin decir adiós a los muchachos.
De 26 años le resta larga vida.
Al momento, nadie le ha llamado carroñero ni miserable.
Pero el daño sociológico y sicológico al “Veracruz está de moda” resulta impredecible.
Bastaría referir la actitud de los empresarios. Únicamente suelen invertir en las entidades federativas donde esté, aprox., garantizada la seguridad en la vida y los bienes.
Su vida bien alcanza para un corrido norteño.
La vocación de Juan Antonio parece, más bien parece, delincuencial.
El olor a tiros y balazos.
El olor a sangre.
El olor a muerte.
El olor a cadáveres.
Y como dice Joaquín Cosío, el famoso “Cochiloco” en la película “El infierno” del cineasta Luis Estrada: “Si ando en el narco es porque no hay de otra”.
Más con cinco hijos y una joven esposa embarazada.
Las razones de “El Cochiloco”.
Las razones de Juan Antonio B. G.
Su historia en un corrido puede adoptarse como la canción de moda de los malandros.
Un tema para Manuel Eduardo Toscano, el compositor favorito de Paquita la del barrio, aquel de “Rata de dos patas”.
Y aquel de “tres veces te engañé”…

2 (“Lo bailado nadie se lo quita”)

Por vez primera, un reportero, Federico García, alias R. E., se detiene en la historia de un malandro.
Una narrativa nueva y fresca en el ejercicio periodístico.
La mirada acuciosa del historiador.
El trasfondo de la historia social y más allá del delito manifiesto.
Un descuartizador de la vida humana.
Un hombre fuera de la ley, un humorista acomodando una cabeza decapitada en una cubeta en la calle.
Un asesino pretendiendo quitar la vida a un político. El alcalde electo de Coxquihui.
Un terrorista lanzando ataque con explosivos en una vivienda y propiedad de un policía.
Un homicida solitario “dedicado a matar civiles por encargo”.
Sabrá el chamán los años en la delincuencia organizada de Juan Antonio.
Pero “lo bailado nadie se lo quita”.
Ahora falta el dictamen del Juez de Control y Juicio Oral del Poder Judicial de Papantla, la tierra maravillosa de los Voladores y del Tajín y de Juan Zimbrón, el patriarca icónico y simbólico de la región indígena durante tantos años. (lv)



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