Asesinatos y crímenes masivos para exterminar a los enemigos políticos.
Al mismo tiempo, “la prueba de fuego” para que cada político soñando con escalar los peldaños más elevados de la administración pública muestre y demuestre habilidades, cualidades, atributos, fogueos, experiencias y formación política.
En el subsuelo, germinando en tierra fértil el deseo, la tentación, la pasión, el sexo y el amor descarrilado entre los jefes de jefes con las compañeras jefazas encaramadas en la política.

DOS. Amores prohibidos

Cada tribu política midiendo fuerzas y exhibiendo los puños y las bíceps para derrotar a los otros.
Los enemigos. Los adversarios. Los opositores.
Y en medio, los amores prohibidos.
Por ejemplo, la embajadora de Estados Unidos en el Reino Unido (Keri Russell) latiéndole las neuronas y el corazón por el secretario de Relaciones Exteriores (David Gyasi), un artista de color.
Y viceversa.
El marido de la embajadora (Rufus Sewell), ya retirado de la política y al mismo tiempo, obsesionado con seguir ejerciendo el poder.
Y atrás del trono conyugal.
Por eso mismo, “aguantando vara” con la presunta relación amorosa de su esposa, la embajadora con el ministro del Exterior.

TRES. Ganar la confianza de la jefa

En el mismo eje rector de las pasiones, el par de asesores políticos de la embajadora.
Un hombre de color teniendo como amante a la compañera asesora.
Y uno y otro, interpretando a políticos en la palestra y en el palenque, con los guantes puestos para imponerse entre sí.
Y para ganar la confianza y la voluntad y la empatía de la embajadora.

CUATRO. Biblia de la política

La serie fílmica una especie de Santa Biblia de la política.
Un curso intensivo donde queda claro y comprobado que una de las más elevadas virtudes de un político es conocer, y a fondo y al detalle, la naturaleza humana.
Y conocer, sobre todo, los talones de Aquiles, los puntos flacos y frágiles, de los otros.
Desde los compañeros y colaboradores hasta los jefes de jefes.
Digamos, como si fuera el punto de partida y la punta del iceberg para escalar en la administración pública.
Y por supuesto, lo mejor amarrado y cimentado en el suelo y el subsuelo pues en política nada fructifica tanto como el chismerío y las intrigas.
Poderoso aquel subalterno, por ejemplo, que suele hablar al oído al jefe máximo y ser escuchado.

CINCO. Cosmetóloga política

En la creación del personaje fílmico de la embajadora intervino, todo indica, hasta una cosmetóloga de primera.
Quizá una diseñadora de imagen. Y de imagen exitosa, claro.
Por ejemplo, desde el vestuario propio para cada evento y con mucha, muchísima elegancia y finura, hasta la forma de caminar de la embajadora y de ponerse de pie y de escuchar de pie a los interlocutores.
Caray, hasta la gran elegancia para caminar con pantalones entallados.
Un curso de capacitación política “pronta, rápida, expedita”, eficaz y eficiente. (lv)