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8 Columnas
Viernes 10 octubre, 2025

Carlos Ferreyra, el tercer hombre


Francisco Ortiz Pinchetti/Tomado de Sin Embargo

Tuve con mi admirado colega Carlos Ferreyra Carrasco, fallecido el pasado miércoles, una amistad curiosa, a la vez distante y perdurable. Nos conocimos hace justo este mes 51 años y durante todo ese tiempo nos encontramos muy pocas veces.

Sin embargo, en alguna forma mantuvimos siempre una comunicación cordial, de mutuo interés profesional y personal. En la última etapa de su vida nos favoreció con sus incomparables relatos que publicamos regularmente en Libre en el Sur, nuestro medio comunitario.

Esa amistad nació de manera inesperada. Les platico que en octubre de 1974, viajé al estado de Michoacán con el fotógrafo Roberto Bolaños, ya fallecido. Íbamos a realizar un reportaje para Revista de Revistas de Excélsior sobre las entonces recientes apariciones de la Virgen María en el poblado de Puruarán, en el municipio de Turicato, ya en la Tierra Caliente michoacana, hoy convertido en “La Nueva Jerusalén”, una insólita ciudad-comunidad religiosa.

Conforme a lo planeado, Bolaños y yo viajamos en su impecable vocho rojo a Morelia, donde hicimos escala para pernoctar y seguir al otro día, muy de mañana, a nuestro destino periodístico. Tras de instalarnos en el Hotel Casino fuimos a iniciativa del fotógrafo a “tomar un té” en una de las cafeterías instaladas en los tradicionales portales. Estábamos en plena charla cuando irrumpió abruptamente a un lado de nuestra mesa, por la adyacente calle Madero, un hombre forrado de cuero, con botas, casco y gafas oscuras a bordo de tremenda y rugiente motocicleta. Era Carlos Ferreyra.

Luego de estacionar su bestia, se desenmascaró y muy sonriente se sentó con nosotros. Yo sabía de él como un reportero de Ultimas Noticias, pero no lo conocía personalmente. Bolaños sí. Fue él quien me lo presentó. Obvio, su primera pregunta fue sobre el motivo de nuestra estancia ahí. Le platicamos el asunto de las apariciones y nuestros planes para viajar a Puruarán al día siguiente. “¿Me invitan a ir con ustedes?”, preguntó inesperadamente. Acordamos salir muy temprano, a las 7, en el auto de Bolaños. Y a las 7 de la mañana siguiente estaba Ferreyra en el lobby del hotel.

Entre pláticas y de un tirón recorrimos los cien kilómetros al sur que nos llevaron entre cañaverales y plantíos de mango hasta Puruarán, (un pueblito entonces de unos cuatro mil habitantes) cerca del cual, según había trascendido, la Virgen del Rosario se le había aparecido a una viejita llamada Gabina Romero, entonces de 68 años de edad. El prodigio fue pronto avalado por el párroco Nabor Cárdenas, que entraría en conflicto por ese tema con el obispo de Tacámbaro y acabaría siendo destituido como titular de la parroquia y expulsado de la Iglesia.

Gabinita, como le llamaba la gente, decía recibir mensajes de la Virgen todos los días, al amanecer, los cuales dictaba luego de corrido al padre Nabor, que los apuntaba textualmente (“como una grabadora”, decía) en una libreta de pasta azul gruesa. Entre esos mensajes estuvo uno en el que pedía la edificación de una capilla en su honor, en el lugar de sus apariciones, deseo que el sacerdote atendió de inmediato.

Así que aquella mañana de octubre, como la de hoy, llegamos los tres periodistas a las inmediaciones del pequeño templo en busca del párroco y la vidente. Obviamente, no habíamos avisado a nadie de nuestra visita. El padre Nabor oficiaba misa en esos momentos, entre cánticos, flores, olor a incienso y un calor sofocante, acompañado por su ejército de “soldaditas” conformado por jovencitas del pueblo.

Apenas terminó la misa, Nabor se dirigió a su pequeña casa-oficina contigua al templo donde aguardábamos. “¡Ya los estábamos esperando!”, exclamó para nuestra sorpresa apenas dijimos ser periodistas. “La Virgen nos anunció su visita”, aseguró muy serio. “Miren”, dijo mientras se sentaba ante una mesita y tomaba de ahí la libreta azul para hojearla hasta la última anotación. “Este es el mensaje de hoy. Esto es lo que le dijo la Virgen a Gabinita”. Y leyó: “Tres hombres llegados de lejos te perturbarán con sus preguntas. Tienes que están alerta: pueden ser hombres en lugar de Satanás, o en cambio, Satanás en lugar de hombres”.

Tras de una risotada sarcástica, el cura agregó, mientras me acercaba la libreta como para demostrarme la autenticidad de lo escrito en ella: “Te van a perturbar tres hombres con sus preguntas, dice la Virgen a Gabinita. Quizá sean ustedes… ¡No vayan a ser, Dios nos libre!”. Leí el mensaje: era textual.

Francamente azorados los tres, proseguimos con la entrevista., que resultó harto interesante por cierto. Intentamos hablar luego con doña Gabina, pero literalmente salió huyendo de nosotros, despavorida, luego de decirnos apenas que llevaba encima una cruz demasiado pesada por las súplicas y encargos que le hacía la gente y que la virgen no le permitía hablar con nosotros. “No puedo platicarles, no me deja ella”, dijo al perderse entre los feligreses que la acosaban, cientos.

El sorprendente vaticinio de la Virgen sobre nuestra presencia fue por supuesto el tema de todo nuestro viaje de regreso a Morelia. Entre divertidos y confundidos, tratamos en balde de encontrar alguna explicación y optamos por tomarlo a guasa y pasar un rato divertidos. “¡Se me hace que un angelito me siguió y fue con el chisme!”, dijo Ferreyra, ocurrencia que provocó nuestras carcajadas.

El episodio, que publiqué entonces en Revista de Revistas, marcó sin duda mi amistad con Ferreyra Carrasco, moreliano por cierto, a quien consideré siempre no sólo como un estupendo reportero, sino también y sobre todo uno de los mejores cronistas de mi generación. Las pocas veces que volvimos a encontrarnos, la referencia a Puruarán fue inevitable y además siempre jocosa.

En honor a su magnífica prosa, incluyo aquí fragmentos de uno de sus últimos relatos publicados en Libre en el Sur, en agosto de 2023, intitulado “Mi viaje inolvidable”

De pequeño, mis vacaciones las pasaba en una granja en Puruándiro, donde hurtaba garbanza cruda de la canoa de los puercos al igual que a las gallinas las despojaba de un poco de salvado. Ambos alimentos sabían a gloria.
(…)

En 1953 con el ahorro de medio sueldo pude pagarme mis primeras vacaciones. Obvio decir que fue a Morelia, y que el salario mínimo legal era de 80 pesos mensuales. Con mis 40 dracmas me encaminé a un viaje que muchos años se institucionalizó. Esa primera experiencia fue para grabarla en la mente y las entrañas toda la vida.
(…)

Los proletas íbamos a la terminal de segunda clase. Los Flecha Roja eran los preferidos a pesar de su lema, antes muertos que tarde. No había asientos numerados así que era común aventarse el viaje nocturno, doce horas colgado del tubo en el techo y buscando acomodo entre los postes y entre los asientos.

Difícil entenderlo si no es simplemente por la extrema juventud, pero recargabas una pierna en el borde de un asiento o del susodicho tubo, hasta que se te dormía y entonces a cambiar de punto de apoyo. El brazo en escuadra con la cabeza dormitando en una duermevela ocasionalmente interrumpida por los espasmos de los vomitones.

En 60 kilómetros hay 600 curvas, diez por kilométro. Antes de llegar a las primeras veinte o treinta vueltas, empezaba el concierto. Había quienes expertos o precavidos, llevaban dos o tres bolsas de papel, una dentro de otra. Muchos vomitaban sobre sus sarapes o de plano se doblaban para guacarear en el piso.

Las vendedoras de tamales, atole y corundas, se mezclaban con los viajeros que visitaban los sanitarios o simplemente se desentumían, invitándolos a llevar la panza llena para no vomitar en las curvas. En una cosa tenían razón: sudaban pena y algo de angustia quienes no tenían nada que expulsar.

Al llegar a Morelia, en la terminal, el chofer se iba feliz a almorzar menudo o pollo de plaza en espera de que a pesar de sus doce horas de manejo, le dieran salida a otro destino…

Prolífico como pocos, Carlos Ferreyra Carrasco tenía una facilidad innata para contar historias pueblerinas, llenas de sabor, con un estilo muy peculiar, muy suyo. Nunca olvidaré el día en que de manera absolutamente fortuita se convirtió en el tercer hombre de nuestra aventura mágica en Puruarán. Pido en serio a Nuestra Señora del Rosario que se acuerde de él y lo tenga junto a su Male adorada. Válgame.


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