Vida dura y ruda
**Vaya liberación femenina
**Obreras domésticas
UNO. Vida difícil...
Ruda y dura la vida de la trabajadora doméstica. Y sin ninguna posibilidad de mejorar pronto. Con todo y la liberación femenina. Con todo y la ley votada en el Congreso federal para un salario digno y las prestaciones de ley.
Por ejemplo, la rutina cotidiana:
A: de casa en casa, pues desde hace ratito las patronas únicamente las contratan por un día a la semana. A veces, milagro, dos.
B: desde las siete de la mañana hasta cinco, seis de la tarde.
C: y con frecuencia, condicionadas a quedarse a dormir para que así, la explotación obrera sea mayúscula.
D: despedidas de un día para otro, incluso, por chismes.
DOS. Abuso de trabajo
E: con frecuencia, el acoso y el hostigamiento sexual. En ocasiones, del jefe de familia. Y en otras, de los hijos. Y hasta de los hijos adolescentes.
F: el pésimo mal trato. Vejaciones. Humillaciones. Regaños innecesarios.
G: tratados como animalitos de carga. Es decir, exceso y abuso de trabajo.
H: sin las prestaciones económicas, médicas y sociales. Si, por ejemplo, enferman, a sus casas. Y sin el pago de los días. Y menos, el pago y/o el apoyo para el servicio médico.
TRES. Tronido de dedos
I: mal vistas por las patroncitas. ¡Ay si llegan unos diez, quince, veinte minutos después de la entrada, porque las obligan a laborar y apenas, apenitas, con la mitad del salario!
J: y si son despedidas, cero indemnización. Vaya, las patroncitas, quienes siempre argumentan la razón de su lado, les truenan los dedos para que se larguen lo más pronto posible.
K: rara, extraordinaria ocasión, el aguinaldo. Y si se los dan, irrisorio. Casi casi una burla, una ofensa, una humillación.
L: en la relación laboral, las patroncitas siempre son dueñas universales de la razón. Las trabajadoras domésticas siempre son las culpables del error.
CUATRO. ¡Vaya hora de la mujer!
LL: las mujeres políticas alardean que es la hora de la mujer. La hora de la liberación femenina. Pero para ellas exclusivamente. Las mujeres indígenas, campesinas y obreras, de donde suelen provenir la mayoría de las asistentes domésticas, marginadas.
M: el Congreso federal aprobó una ley otorgando la justicia laboral a las trabajadoras domésticas. Pero son raras, excepcionales, las patroncitas aplicando los derechos humanos. Y, claro, ninguna autoridad vigila su ejecución. Ni siquiera el Seguro Social que por derecho le corresponde para supervisar si la ley es cumplida.
CINCO. Ninguna esperanza
N: peor tantito, ni siquiera pueden soñar con terminar la escuela secundaria y/o el bachillerato porque las horas de chamba las absorben. Ni siquiera el sábado, a menos, claro, que declinen laborar tal día. Pero como están urgidas de los centavitos necesitan fletarse.
Y si desean estudiar con un esfuerzo sobrenatural, ta’canijo el desgaste físico, cerebral y sicológico.
Más cuando por lo general la trabajadora doméstica es madre soltera y con dos, tres hijos, y quienes menores y adolescentes requieren la presencia física de la madre. (lv)