Ya se verá.
Mientras, la incógnita sobre el empleo del tiempo libre de los trabajadores.
Digamos, ¿serviría, por ejemplo, para que en el sexto día, el sabadito, se pusieran a estudiar, primero, la secundaria, el bachillerato y/o la universidad?

PASAMANOS: ¿Estudiar una carrera técnica para prepararse, incluso, hasta para mudar de chamba donde percibirían mayores ingresos?
¿Sería aprovechado para la convivencia familiar con la esposa y los hijos?
Incluso, ¿para revisar el aprovechamiento escolar de los hijos y estudiar juntos?
¿Y/o para agarrar la jarra desde el viernes en la tarde y “hasta que el cuerpo aguante” y despertar, quizá, en la recámara de un departamento o casa nunca vista y/o al lado de una mujer desconocida?
¿O para aplicarse en pendientes manuales para mejorar la casa?

CORREDORES: Si tienen ahorros, ¿sería utilizado el fin de semana para un periplo vacacional en alguna ciudad del pueblo donde han vivido?
¿Acaso para estudiar con los hijos en el día y para cenar con la esposa y las familias amigas?
Vaya, ¿sería empleado para leer un libro de principio a fin del día?
¿Un libro de autoayuda, un libro de asistencia sicológica, el libro de “hazte millonario de la noche a la mañana”?
¿O para dormir como un lirón hasta el mediodía y el resto de la tarde?

BALCONES: El uso, pues, del tiempo libre.
En Estados Unidos (ya se sabe) los jubilados por lo general se ponen a estudiar una carrera técnica con el objetivo de emplearse y/o en todo caso ofrecer servicios varios.
Desde albañilería y plomería hasta carpintería y pintura y mecánica automotriz, electricistas, etecé, etecé.
Un gran riesgo si la semana de cuarenta horas es aprobada por los legisladores federales sin un plan alterno ocupacional bien orientado.
La fama pública, por ejemplo, de la identidad del mexicano escenificada en el siglo pasado como el indito con huaraches y con sombrero de copa alta y alas anchas cubriendo la cara reposada en las rodillas y durmiendo “la mona” a un lado de la nopalera. (lv)