Tercero, porque la obligación número uno del llamado Estado de Derecho “es garantizar la seguridad en la vida y los bienes”.
Y, cuatro, “por el bien”, ajá, de la misma autoridad.
Su nombre. Su crédito. Su prestigio. Su tarea.
El lunes ocho de septiembre, en Coxquihui, fue secuestrado Ramon Valencia Pérez, ex candidato de MORENA a la presidencia municipal.
Y candidato porque antes, su padre, Germán Anuar Valencia, también nominado y por MORENA, fue ejecutado.
Y el miércoles diez de septiembre, antier, el cadáver de Ramón Valencia apareció en El Espinal.
Sus restos… embolsados.
Y al lado de otro cadáver que todavía sin identificar.
Además, en el turbulento y huracanado Coxquihui, atacado el domicilio del alcalde electo, Lauro Becerra.
Y en El Espinal, ejecutado otro profesor. Alberto García.
En tanto, vaya paradoja, la fiscal general repitiendo en Xalapa el mismo discurso somnífero y soporífero.
“No habrá impunidad”
No habrá impunidad.
No habrá impunidad.
Se ignora, por ejemplo, si su jefe de prensa y/o subalternos le creerán.
Pero “veinte y malas” el grueso de la población es pesimista.
Agnóstica.
Incrédula.
Mejor dicho, para reírse y pitorrearse.
En un Veracruz, por ejemplo, campeón nacional en feminicidios y más de mil niños huérfanos.
Y con doce políticos asesinados.
Y una reportera asesinada.
Y un reportero desaparecido.
Etecé. Etecé.
Y en todos los casos, el estribillo inmortalizado: “No habrá impunidad”.
¡Por misericordia y piedad, paren esta masacre!
De veras, de veras, de veras, está cañón vivir así en los cuatro puntos cardinales del Estado jarocho glorificado y enaltecido por Agustín Lara y hasta por Juan Gabriel con aquella canción de “Amar en Veracruz”.
Caray, primero el padre asesinado en Coxquihui.
Ahora, el hijo.
¿Tan duras y rudas las pasiones políticas obsesionados con la silla embrujada del palacio municipal?
¿Andaban en malos pasos?
¿Tan rudas y duras que ninguna autoridad ha podido frenar el tsunami de incertidumbre, zozobra e impunidad?
¿Tan fuertes son los compromisos con la fiscal general para continuar en el poder, allí donde ella misma y “en la plenitud del pinche poder” avisara a todos que “Aquí mando yo”? (lv)