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Barandal
Miércoles 10 septiembre, 2025

Tsunami de dolor

**Nueva forma de matar
**Delante de testigos

ESCALERAS: Veracruz está sumido (y sumado en el país) en el tsunami del sufrimiento y el dolor. Miles de familias con un familiar secuestrado, desaparecido, extorsionados, asesinados y sepultados en fosas clandestinas.
Y el escurridero de impunidad.
Los malos, con saña y barbarie en contra de los demás. Alevosía, ventaja y premeditación.

Incertidumbre y zozobra. Y galopante.
Incluso, perversidad humana.
La degradación social en el rincón más arrinconado del infierno.
Y lo peor, nada, absolutamente nada, indica que el estado de hechos y cosas pueda cambiar.
Más, y como cuando en Veracruz las tribus políticas alardean (y sin sangrar de la lengua), que aquí “el índice de inseguridad ha bajado mucho, muchísimo”.

PASAMANOS: Los carteles y cartelitos, más recrudecidos. Asesinando sin piedad.
Y ahora, delante de testigos. Y de familiares.
Y sembrando el pánico. El miedo. “El miedo al miedo”. El terror.
Por ejemplo:
El sabadito seis de septiembre en Martínez de la Torre.
El dueño de la tortillería, El amigo, César P. G., fue ejecutado.
Y cuando despachaba el medio kilo y el kilo, dos kilos de tortillitas a la clientela.
Además, su familia presente.
Fue en la avenida Dos de octubre, esquina con Manuel Ávila Camacho. Colonia Benito Juárez.
Los sicarios entraron de súbito a la tortillería y abriendo fuego en su contra.
Luego, asesinado el comerciante, huyeron y se perdieron en el día salvaje de Veracruz.

CORREDORES: Un asesinato más. Y en el Veracruz polvoriento, huracanado y turbulento.
Antes, mucho antes, digamos, eran discretos. En todo caso, respetuosos de la naturaleza humana. Y mataban, digamos, en despoblado.
Ahora, delante de todos. Con testigos de cargo. No más para demostrar el puño y las bíceps de quienes mandan y cogobiernan.

BALCONES: En la tortillería, los balazos sonaron y resonaron.
Y la clientela, huyó.
Antes, mucho antes de que una bala perdida segara sus vidas.
Y las vidas de los suyos.
Más, cuando el dueño tuvo una muerte instantánea.
Se ignora si es o sería procedente escribir como premisa universal que lo asesinaron porque se negó a pagar la llamada cuota de piso.
Y/o porque la pagaba y de pronto decidió suspender la extorsión.
Y/o si porque los malandros aumentaron la cuota.
La vida como es en Veracruz. En la orilla del precipicio. Y con el riesgo de caer en la ladera prolongada. Y derecho, derechito, al fondo del infierno.
Un infierno llamada Veracruz.

PASILLOS: Muchas veces en el periodismo hay quienes se preguntan si tiene razón informativa seguir publicando los estragos de la violencia.
Incluso, hasta pensando en el riesgo de un trauma al lector en el sentido de que los días y las noches son negros, sórdidos y siniestros.
Y la vida se expone a la vuelta de la esquina. En la calle. Un asalto. Una bala perdida. Un secuestro. Una desaparición. Un ultraje en caso de la mujer.
Más porque la noticia roja aletea en las páginas de sucesos ensortijados los días y noches a través de los tiros y la sangre y nada pasa.
Mejor dicho, todo se vuelve peor cuando un pendiente tan añejo emana olores insoportables. (lv)


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