Joven animalista
**Perrito callejero
**Lo adoptó...
UNO. Chico animalista
El joven M. es un animalista. La mañana de un domingo anduvo caminando en el barrio. Y de pronto, ¡zas!, se topó con un perrito callejero. Solo, triste y más solitario que nunca como parecía. Urgido de cariño y afecto.
Y el joven M. se acercó. Y le habló con ternura.
Y extendió la mano para acariciarle el lomo.
Y el perrito se dejó querer por sus palabras.
Y el joven M. lo cargó con mucho cuidado y más ternura. Y sin ninguna duda de que era un perrito callejero lo llevó a su casa para adoptarlo.
Lo bautizó con el nombre de “Domingo”.
DOS. El dulce encuentro
La dicha y la felicidad para el adolescente y el perrito. Uno y otro se encontraron y se redescubrieron.
Cada mañana, los dos salían a caminar al parque de la esquina.
Todos los días le daba de comer.
Incluso, lo llevó al veterinario para una revisión médica y determinar su estado de salud y aplicarle tratamiento médico si era necesario.
El joven M. también, claro, lo bañaba.
Y dormía a un ladito de su recámara en un camita exprofeso.
TRES. Crisis existencial
Estudiante de Ingeniería recién graduado, el joven M. encontró trabajo en una ciudad foránea.
Y ni modo, agarró camino. Y se fue. Y dejó a “Domingo” encargado a sus padres y dos hermanos.
Pero “Domingo” identificaba hasta con los olores a su jefe, su dueño, su propietario.
Y “Domingo” entró en la peor crisis emocional de su vida.
Por fortuna, del corazón estaba bien según el veterinario y “aguantó la vara” de la ausencia.
Pero desde entonces otra vez le volvió la nostalgia y la querencia y de manera visible se observaba triste.
La profunda, inalterable, tristeza en sus ojos.
CUATRO. Un perrito feliz
Por fortuna, al joven “M” le soplaron los vientos a favor en su destino citadino con su empleo.
Y meses después decidió llevarse a “Domingo” a vivir a su lado.
Y se lo llevó por avión al otro extremo del país y vivieron en un departamento que alquilaba y en donde el joven “M” vivía solo.
Ahora, con su nueva y gran, extraordinaria, compañía.
Desde entonces, el perrito tiene unos ojos radiantes que iluminan el día y la noche y siempre, siempre, siempre, moviendo la colita por tanta dicha y felicidad. (lv)