Sacando jugo a las horas del día y de la noche.
Viajando al lugar de los hechos para reportear “en vivo y a todo color”.

PASAMANOS: Además, un reportero honesto. Integro. Honrado.
Y con relaciones y contactos de norte a sur y de este a oeste de Veracruz.
Y en varias entidades federativas donde ha cronicado los estragos de la violencia, por ejemplo, con los desaparecidos y al lado de Colectivos, integrado con padres con hijos y parientes secuestrados y desaparecidos.
Más todavía: Noé como un turista mochilero moviéndose de un continente a otro como tantos jóvenes en el mundo y alquilando posadas para dormir y asearse y seguir empujando la carreta y remando la canoa y explorando zaguanes.

CORREDORES: Una gran transformación periodística y literaria en Noé.
Iniciado como fotógrafo y de deportes mudó a cronista deportivo.
Luego pasó a información general.
Un tiempo efímero (por fortuna para el periodismo) como jefe de prensa.
Entonces, de la aldea jarocha se volvió corresponsal de la revista Proceso.
Y al mismo tiempo, su viraje a la literatura escribiendo libros.
Y gracias a los libros caminando en el país siguiendo la huella del crimen y los secuestrados y desaparecidos y asesinatos y fosas clandestinas.

BALCONES: Ahora, Noé, con nuevos amigos y mirando lejos.
Por ejemplo, entre otros:
Alejandro Almazán. Cuatro veces Premio Nacional de Crónica. Premio Internacional de Periodismo “Gabriel García Márquez”.
Almazán con más diez libros públicos, abriendo las puertas y ventanas de medios en la Ciudad de México a Noé.
Martín Caparrós. Argentino. Más de treinta libros publicados. Varios premios nacionales e internacionales de literatura y periodismo. El amigo a quien frecuenta en su casa en España.
Ricardo Ravelo Galo. Unos veinte libros publicados. Unos, best seller. Casi casi, su otro yo.

PASILLOS: Como pocos, excepcionales cronistas, Noé sigue creciendo.
Además, tan animalista que primero tenía un perrito. Ahora, un gatito.
En las mañanas, pasea con el perrito en el Paseo de los Lagos de Xalapa.
Y en la tarde suele pasear con el gatito y tirarse y revolcarse en el pasto de un parque.
En la noche, roba horas al reposo nocturno para teclear el siguiente libro y que está cocinando.
Y si el América, su equipo favorito de futbol, juega en alguna cancha del país toma el autobús totolero (por más barato) para llegar al destino deportivo. (lv)