Del “Veracruz de moda”…
1 (Un infierno llamado Veracruz)
La vida en Veracruz es un infierno. Incluso, una patraña la frasecita bíblica (tan manoseada) de que “Veracruz está de moda”.
Todos los días el tsunami de la violencia.
La sangre escurriendo en la mesa de los sacrificios en cada demarcación municipal.
Los días y noches plagados de tiros y balazos.
Cadáveres flotando en los ríos y lagunas, convertidos en panteones privados de los malandros.
Dos ejemplos:
En Orizaba, desapareció el médico del Seguro Social, Josymar Rossáinz Hernández.
El sábado 23 de agosto su cadáver arrojado en Mariano Escobedo.
En Azueta, el 21 de agosto desapareció Juan Daniel Gamboa Patrón, de 31 años, hijo del secretario General del PAN local, Jesús Gamboa.
Y hasta anoche, ninguna pista, ninguna señal, ningún rastro.
La vida, en la peor incertidumbre y zozobra de todos los tiempos.
Durante quince años, los ciudadanos de a pie y motorizados hemos escuchado la misma faramalla:
Estamos investigando.
Tenemos el retrato hablado de los asesinos.
Les seguimos la pista.
Pronto serán detenidos.
No habrá impunidad.
No habrá impunidad.
No habrá impunidad.
El resultado es fatídico y decepcionante:
Veracruz, campeón nacional en feminicidios.
Secuestros.
Desapariciones.
Extorsiones.
Asesinatos.
Y fosas clandestinas.
Los seis Jinetes del Apocalipsis.
Los seis Círculos del Infierno.
Parte de los males de la caja de Pandora enviada por Zeus, el dios mitológico más grande, a la tierra.
Desde entonces, cuatro gobernadores y Veracruz en llamas.
2 (“El miedo al miedo”)
De hecho y derecho, vivimos y “atrapados y sin salida” en la sicosis.
“El miedo al miedo” como le llamaba el gran poeta español, León Felipe.
El temor y el terror.
La incertidumbre y la zozobra.
Desde a una bala perdida hasta un secuestro y desaparición en la propia casa.
Desde el riesgo de caminar solitarios en una calle, incluso, al mediodía, y ser “levantados”.
Desde un asalto en la madrugada y desaparecer hasta el cadáver flotando en un río y/o una laguna. Incluso, en el Golfo de México.
Simplemente, y en una primera lectura, la autoridad incapaz de “garantizar la seguridad en la vida y los bienes” como establece el llamado Estado de Derecho.
Todos los días, la vida a la orilla del precipicio.
Nadie puede festinar con libertad haber librado el tsunami de violencia organizada y común.
El día o la noche “menos pensada” la maldición cae sobre las familias.
La extorsión, por ejemplo (Veracruz líder nacional) como la peor pesadilla.
Chicas secuestradas, desaparecidas y ultrajadas cuando transitaban por una calle y luego, en ocasiones, abandonadas en la vía pública.
Y en los peores casos, retenidas y desaparecidas.
Y desaparecidas con todo y el pago del rescate por la familia.
Se dirá que el Estado es incapaz de asignar un policía por cada ciudadano y/o familia.
Ok.
Pero, bueno, hay policías municipales y estatales.
Y la Guardia Nacional.
Soldados.
Marinos.
Y de seguro con una estrategia para enfrentar a los malandros.
Le llaman o llamaban “Construcción por la Paz”.
El resultado, sin embargo, cien por ciento desalentador.
La imagen social de que los carteles y cartelitos siguen ganando las batallas.
Desde hace quince años ahí están. (lv)