Fue el viernes 15 hacia las 19:25 horas.
El dron sobrevolando casi casi como Superman pendiente vigilando la tranquilidad en la ciudad gótica.
Cinco minutos después del dron gravitando sobre el penal “fueron arrojados hacia el patio central dos artefactos de fabricación casera” (Notiver).
Los carteles… reaccionando y en disputa “por la manzana de la discordia”.
Los negocios ilícitos.
Desde la autoridad dirán que significa la respuesta de los carteles a la política oficial.
¡Hosanna, hosanna!
Pero luego, por ejemplo, de ocho meses y medio del nuevo gobierno de Veracruz.
Y a partir, además, del desaguisado en el reclusorio de Tuxpan.
Los penales, las grandes escuelas del crimen en el país.
Y sea como sea, concesionadas a los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros.
Un año casi ya de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Seis años de Andrés Manuel López Obrador.
Seis años de Cuitláhuac García Jiménez.
Ocho meses y medio de Nahle.
Es decir, la misma política de tolerancia a los malosos en la era de la 4T como antes, mucho antes, con el priismo y el panismo y el perredismo y los verdes y naranjas, etecé, etecé.
Hora crucial. La hora, por ejemplo, de sanear el sistema penitenciario en el país y/o hacer como que aplican un operativo para seguir igual.
O peor.
El dron lanzado al penal de Tuxpan, palabras mayores.
Anuncio, entre otros hechos y cositas, de que la lucha seguirá.
Unos veinte reclusorios en el Estado jarocho con el llamado cogobierno.
Por un lado, la autoridad haciendo como que ejerce el poder.
Y por el otro, los carteles manejando cosas vitales.
Otro mensaje claro el asesinato del director del penal de La Toma.
Es Veracruz. El Veracruz guinda y marrón. El Veracruz posobradorista. (lv)