La tía G.
**Muy callada
**50 años sin hablar
UNO. La tía G.
La tía G. vivió unos cincuenta años de edad. Toda la vida enferma. De una pierna que rengueaba al caminar. Y de una dura y ruda y canija depresión.
Y en las cinco décadas se ganó el sobrenombre de “La silenciosa”, porque desde niña nunca se le conoció la voz.
Por voluntad propia renunció al habla. Apenas, apenitas, en plática con su señora madre pronunciaba un sí y/o un no como un murmullo.
Su vida se redujo a escuchar a los demás y a mostrar su aprobación y complicidad con la mitad de una sonrisa.
DOS. La más hacendosa
Cincuenta años sin pronunciar una palabra.
En la escuela primaria en el rancho únicamente impartían hasta el tercer año.
La tía G. solo cursó el primer año, suficiente para aprender a leer y escribir.
Y ella misma tomó la decisión de dejar el morralito con los útiles escolares, unos cuadernos y unos lápices.
Y los padres respetaron la decisión.
En contraparte, desde niña era la más hacendosa de los ocho hermanos, la mayoría mujeres.
Además, tenía buena sazón. Sus platillos, una delicia.
Incluso, hasta echando tortillas con maíz blanco y cociditas en el comal sobre el brasero ardiendo con leña y unas gotitas de gasolina.
TRES. Discreta. Muy discreta.
Nunca se casó. Ni tampoco se le conoció un pretendiente. Ni menos que ella suspirara por algún galán.
Era callada. Discreta. Muy discreta.
Y en la mañana temprano, antes del amanecer, su vida iniciaba en la cocina y terminaba luego de la cena de la familia y era la última en retirarse a su recámara.
Así fueron sus días, semanas, meses y años durante más de cuarenta años.
CUATRO. El cuerpo llagado…
Por eso, cuando los males de la pierna derecha se fueron recrudeciendo hasta de plano dejarla inválida y quedara condenada a vivir tendida en un catre en su recámara, la solidaridad de los hermanos, mujeres y hombres, fue grandiosa.
Ejemplar.
Entre todos se turnaban y hacían guardia bajo control disciplinario y se encargaban de su aseo y de su alimentación.
Más porque de pronto el cuerpo se le empezó a llagar porque las 24 (veinticuatro) horas del día permanecía acostada. Y casi casi en la misma posición.
CINCO. Modelo de bondad
En la enfermedad de tantos años nunca despotricó en contra del Ser Superior ni la Virgencita de Guadalupe.
Más porque en ella, un modelo de bondad y justicia y de un profundo, inalterable respeto a los derechos humanos de todos, era inverosímil padecer una enfermedad tan ruda y dura y atroz.
Murió de un infarto cardiaco, nunca pidió una sedación paliativa para acabar con su vida de dolores y sufrimientos. (lv)