De Ernestina Ascencio a Irma Hernández
1 (Indígena: muerta de anemia. Maestra: infartada)
En Veracruz, la historia siniestra empalmada. Del ultraje cometido por militares a la señora indígena de ochenta años de edad, doña Ernestina Ascencio, en la montaña negra de Zongolica a la muerte de la profesora jubilada y taxista, Irma Hernández, en Álamo.
Sexenios de Fidel Herrera Beltrán, QEPD. Y Rocío Norma Nahle García.
Doña Ernestina, ultrajada por soldados, fue revictimizada por el góber de entonces y el presidente de la república, Felipe Calderón Hinojosa.
La versión difundida de que su muerte había sido por una infección intestinal. Y por anemia y desnutrición, la enfermedad mítica y legendaria en el mundo indígena.
Incluso, hasta obligaron a médicos del Hospital Regional de Río Blanco a respaldar la versión sórdida.
Todo, para salvar a los soldados.
La mitad de México y casi casi la otra mitad observó y escudriñó el video donde unos diez sicarios, todos encapuchados, apuntan con su R 15 a la profe Irma Hernández.
Y a quien tenían arrodillada.
Y leyendo un documento oficial.
Y convocando a los “compañeros taxistas a pagar su cuota como debe ser o van a terminar como yo”.
Ella, terminó sin vida.
Durante varios días, la versión era que fue asesinada.
De pronto, Nahle, la góber, levantó el dedo índice y descubrió que en realidad la maestra había fallecido de un infarto.
Claro, claro, claro, (y en todo caso) de un infarto porque pistoleros encapuchados la tuvieron encañonada.
El miedo “y el miedo al miedo” y el terror y el pánico y el horror y la angustia y la desesperación (todo metido en un vaso jaibolero) de diez R 15 a punto de disparar sobre ella.
Y el corazón y las neuronas latiendo como descarriladas en la ladera.
Y lo que a los 62 (sesenta y dos) años de la profe, pocos, excepcionales seres humanos, resisten.
Vaya, ni Superman, ahora convertido en defensor de migrantes en Estados Unidos, sobreviviría a un infarto con diez sicarios a punto de apretar el gatillo de una R 15.
Nahle, igual, igualito que Fidel Herrera y Felipe Calderón, “tirando espada en prenda”.
Dijo:
“Mayoría de hechos violentos, ajenos a estructuras del crimen organizado”.
La historia, pues, empalmada.
De Fidel a Nahle.
De Felipe Calderón a Claudia Sheinbaum Pardo.
En ambos casos históricos, la defensa de los soldados y hoy de los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros.
En ambos casos, negando la realidad aplastante.
En ambos casos, creyendo las tribus gobernantes que el ciudadano de a pie y motorizado creen y a ciegas en sus palabras, dichos y declaraciones.
En ambos casos, sin ninguna sensibilidad social.
Ni respeto, claro, por la dignidad humana.
2 (¡Qué decepción y desencanto!)
El caso de doña Ernestina Ascencio… todavía vigente.
Digamos, que en el caso de la maestra Irma Hernández pudo, en efecto, morir infartado.
Se insiste: después de ser arrodillada y encañonada por diez sicarios.
Pero, caray, ninguna necesidad de Nahle de exhibirse y exponerse.
Bien pudo dejar que el secretario General de Gobierno se ocupara del asunto como encargado de la paz interna en Veracruz.
Y/o el secretario de Seguridad Pública, titular del ramo.
Vaya, hasta la Fiscal General y que luego de la investigación exhaustiva avalada (como en el caso de doña Ernestina Ascencio) por los médicos de algún hospital de la secretaría de Salud.
Y/o hasta por una Clínica de Salud.
Por una sencilla razón de peso y con peso:
La población tomó y sigue tomando mal la declaratoria de Nahle.
Únicamente le habrían creído los suyos.
Pero en un asunto tan polémico y controvertido y del que se ocupara hasta el periódico “El País” y en portada, nada más aconsejable que la prudencia y la mesura.
Nada, por ejemplo, gana un político (mujer, hombre o fantasma) con aparecer todos los días en la portada de un diario y a ocho columnas.
Felices y dichosos los narcos del norte de Veracruz.
3 (Destino social de Veracruz, lo importante)
Luego de tres lustros de tiros y balazos, importa Veracruz.
Pero más, mucho más importa el destino social de Veracruz.
Los indígenas. Los campesinos. Los obreros. Los colonos. La población de la clase media baja. Y media.
La clase media alta y alta “solitas se cuidan” como afirma Luiz Ignácio Lula da Silva.
Ta’canijo vivir cada día y noche escuchando (y en medio) de feminicidios, secuestros, asesinatos y fosas clandestinas.
Y de ñapa, caray, que las tribus políticas apuesten a negar la realidad.
La realidad palpable.
Unas elites políticas manifiestas en la incapacidad para garantizar el llamado “Estado de Derecho”.
Y como son ineficientes, el chorizo, el reality-show, “los golpes de pecho”, las negaciones y las mentiras y las mentirillas.
4 (Gran pendiente social)
Por encima de todo y de todos, Nahle necesita arreglar relación y convivencia con los ciudadanos anónimos.
Lo dice la Biblia clásica de la 4T: “El pueblo manda”.
Sin la confianza y el respeto de los gobernados, las tribus políticas valen.
Sean hombres o mujeres. (lv)