Ahora, de nuevo, una voz de alerta en Tik Tok.
En la Isla de los Perritos, sin comida y sin agua.
Y a la deriva médica.
Ningún veterinario generoso por ahí.

PASAMANOS: Allí los concentraron cuando en el pueblo ribereño de pescadores eran más numerosos que los peces capturados en el Golfo de México.
Y los corazones solidarios extendieron la mano.
Pero con el tiempo, otras prioridades les ganaron y han ido quedando en el ostracismo.
¡Ay, Ernest Hemingway, quien en la Finca Vigía en Cuba tenía, aprox., cincuenta gatitos y todos atendidos!
Incluso, tenía un gatito preferido al que solía trepar en la mesa cuando comía y le servía un platito con leche y espolvoreada con gotitas de whisky y al que tan adictivo se volvió.

CORREDORES: Caray, la Isla de los Perritos en Alvarado bien pudiera convertirse en un atractivo turístico.
Y que, bueno, atractivo turístico fueron durante tantos años los barcos pesqueros abandonados luego del sueño del presidente Luis Echeverría Álvarez de un impulso extraordinario, fuera de serie, al pueblo.
Tiempo aquel cuando la mitad de los turistas nacionales y la otra mitad llegaba a Veracruz y luego enseguida agarraban camino a Alvarado para tremendos banquetazos de mariscos.
Y ahora, detenidos en la ciudad jarocha y Boca del Río con el despegue de la sazón del mar.
Antes, mucho antes, del Festival de Salsa creado por el priista Salvador Manzur como presidente municipal.

BALCONES: En el Tik Tok omitieron precisar el número de perritos en la isla alvaradeña.
Pero si están en la antesala de la muerte, sean veinte, cincuenta, cien, aprox., significará una noticia de ocho columnas en la prensa nacional.
Y considerando que la mitad de la población y casi casi la otra mitad es animalista.
Quizá el héroe máximo el cineasta Emilio “El Indio” Fernández, quien en todas las películas sobre la Revolución siempre incluía a la mujer del guerrillero trepado en el caballo a un lado.
Y en el otro lado un perrito.

PASILLOS: El avisito parroquial de la muerte acechando a los perritos ahí está en Tik Tok.
Y ojalá en ningún momento se repita la historia del COVID cuando mil veces anunciado en las redes sociales ninguna autoridad levantó la mano y dejaron se multiplica como los peces y los panes en la boda de unos pescadores donde Jesucristo fue invitado.
En todo caso, si la fiebre animalista ya pasó en Alvarado, pues entonces, todos los perritos asfixiados en las cámaras de gases.
Claro, antes de suicidarse, Adolf Hitler ordenó le pegaran unos tiros a su mascota, un perrito, para evitar cayera en manos de los soldados de José Stalin. (lv)