Pueblo de migrantes
**Huir a E.U.
**¡Pinche desempleo!
ESCALERAS: Soledad de Doblado es un pueblo de migrantes. Mujeres, hombres, familias migrando ante el desempleo, el subempleo y los salarios pichurrientos.
Y ante la miseria, la pobreza y la jodidez.
De aquellos tiempos en el siglo pasado cuando el pueblo era gran productor de papaya y exportada a la Ciudad de México a la Central de Abastos (varios camiones diarios saliendo para el viejo Distrito Federal), nada queda.
De los campesinos dueños de parcelas de tres y cuatro hectáreas sembrando maíz, frijol y ajonjolí, la mitad para el consumo familiar y la otra mitad para venderse, parcelas vendidas y/o abandonadas.
El campo dejó de ser fuente de ingresos.
PASAMANOS: De aquella antigua producción lechera donde montón de jefes de familia la vendían de casa en casa y recién ordeñadita de las vacas en el rancho, únicamente quedaron el suspiro y la nostalgia.
De aquel pueblo gran productor de obreros en las industrias y fábricas regionales, unos cuantos sobrevivieron.
Más, luego de los ajustes de cuentas en las empresas debido a los ajustes sindicales de líderes.
Ahora, los jóvenes echándose el morralito con dos mudas al hombro y agarrando camino a Estados Unidos como migrantes sin papeles.
Y también, mujeres. Chicas y mujeres casadas, divorciadas y hasta viudas.
CORREDORES: Respetada y respetable aquella señora aposentándose en Texas.
Primero, trabadora doméstica. Después, una fondita para abastecer a los migrantes de México y América Latina. Ahora, un restaurante con comida mexicana.
Además, punto de referencia porque tiene a montón de paisanas de Soledad de Doblado como empleadas y quienes la idolatran y admiran.
Incluso, hasta con una colonia con paisanos para auxiliarse unos a otros. Y para la sana distracción el fin de semana.
BALCONES: Un paisano es hijo de un campesino. Y en el pueblo “fue de todo y sin medida”. Ayudante de mecánico. Ayudante de pintor. Chofer. Jornalero. Panadero. Etecé. Etecé.
Y día llegó cuando con otros chicos de unos veinticinco años migraron a Estados Unidos.
Se establecieron en Carolina del Sur. Y chambeando en el campo. Y el paisano de nombre Ciro se mantuvo leal al dueño del rancho aquel. A diferencia, incluso, de otros paisanos que prefirieron migrar a otras entidades federativas soñando como el flechador de la luna.
PASILLOS: Varios años después, Ciro fue ascendido a caporal y luego a jefe. Es más, el patrón lo ayudó para nacionalizarse.
Fue cuando pudo llevarse a la esposa y a los hijos y a los padres ancianos a su lado.
Y al pueblo, Soledad de Doblado, como la canción de “La Martina”, “ni por el caballo volvió”.
Una hija dice: “Nada ya nos une a Soledad. Nuestra vida está acá”.
Lo refiere el viejito del barrio:
“La patria de un hombre está donde tiene garantizada la papa”. (lv)