Veracruz inédito
1 (Políticos, hijo de la violencia)
Desde el dominguito en la noche, quizá, las luces para los nuevos presidentes municipales de un total de doscientos doce en Veracruz.
Pero los comicios dejaron “un mal sabor de boca”.
Sin duda, el Veracruz que se vive y padece de forma huracanada y tormentosa.
Sin duda, el Veracruz que seguirá y desde el sexenio del priista Javier Duarte.
Sin duda, el anuncio del Veracruz donde los días y las noches serán peores, aun cuando ya lo son.
La estadística oficial es canija. Hipnotiza. Ocupa y preocupa a los más de ocho millones del Estado jarocho.
Y en los cuatro puntos cardinales.
Por ejemplo:
Un aproximado de quince asesinatos.
502 (quinientos dos) candidatos renunciando a la nominación y “con el caballo a la mitad del río” debido a las intimidaciones y amenazas.
Los atentados a varios aspirantes y suspirantes por las alcaldías, en uno de los cuales perdiera la vida la primera periodista en la era Nahle.
Avisack Douglas Coronado, en Rodríguez Clara, dejando dos hijas huérfanas.
Más de 170 (ciento setenta) candidatos con protección oficial.
Además de la vigilancia policiaca, los escoltas de cada uno.
Simplemente, “nunca”.
De entrada, los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros, exhibiendo el puño y las bíceps a los partidos políticos y a sus abanderados edilicios.
Ellos, tan seguros, ciertos y convencidos de que Veracruz forma parte de su patrimonio personal y colectivo.
Ellos, desafiando el llamado Estado de Derecho, aquel que en teoría garantiza la seguridad en la vida y los bienes.
Más, mucho más, en la vida porque los bienes “van y vienen”… si vuelven.
Unas campañas electorales como nunca, “con el alma en un hilo”.
Caray, más de quinientos políticos renunciando a la posibilidad edilicia por las amenazas vertidas.
Y, claro, como premisa universal, los malosos, entre otras cositas y hechos, para imponer a favoritos.
Pero de igual modo, la premisa universal de que los malandros fueron contratados por tribus políticas y/o políticos solitarios para amendrentar a los opositores, adversarios y enemigos.
Por encima de todo, el control de la delincuencia organizada en Veracruz.
Primero, cuando debutaron en el norte del estado tirando doce cadáveres sobre el puente del río que une a Tampico Alto, Veracruz, con Tampico, Tamaulipas, teniendo, digamos, como eje rector, la droga.
Después, sembrar y multiplicar el terror, el miedo y el pánico como cuando en la carretera de Tantoyuca a Pánuco rafaguearon el primer autobús de pasajeros en el país con la muerte, entre otros, de un bebé en brazos de su madre.
Luego, los carteles que empezaron a debutar en los cuatro puntos cardinales.
La distribución de la droga.
Los secuestros como estrategia para habilitarse de recursos económicos.
Las desapariciones.
La desaparición forzada.
Las extorsiones.
Los negocios como, por ejemplo, el control de las corporaciones policiacas.
Los negocios con los presidentes municipales para construir obra pública.
Los asaltos en caminos y carreteras de autobuses de pasajeros.
Y, claro, del transporte pesado en carros de carga.
Y de pronto, ¡zas!, como en la pasada campaña electoral de alcaldes, más de quinientos candidatos obligados a renunciar porque de por medio se atravesaba sus vidas y las vidas de las familias.
Sabrán el destino, el chamán, los brujos y las astrólogas el Veracruz en puerta… (lv)