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Expediente 2025
Sábado 03 mayo, 2025

La muerte de un hombre feliz

1 (A los 73 años quiso darse gran regalazo en el burdel)

En Chiapas, un hombre murió. Y falleció de muerte natural.
Entonces, cumplía 73 (setenta y tres) años y quiso darse un obsequio de primera.
Se fue al congal del pueblo en Huixtla, solo, sin avisar ni confesar a nadie el objetivo superior.
Llegó a la zona de tolerancia y luego de una pajareada eligió el congal.

Se llamaba Andrés y cumpliría 73 años.
Digamos, en la séptima década.
Y con el cuerpo lleno de vida.
Bullendo energía.
Y en tanto y por lo general, las relaciones prohibidas y hasta clandestinas suelen darse en las noches, Andrés llegó a la casa de citas antes del mediodía.
Miró el paisaje femenino y seleccionó a una chica.
Platicaron.
Tomaron unas cervezas.
Se pusieron de acuerdo.
Y don Andrés la tomó de la mano y caminaron hacia el cuarto del deseo y el placer y la aventura efímera.
Y en el camino se le atravesó un fulminante paro cardiaco.
Y cayó muerto.
Quedó en el piso.
En la oficina policiaca sonó el teléfono antes del mediodía.
Avisando de la muerte de don Andrés.
Nunca pudo festinar el regalazo que él mismo se había prometido.
Pero, bueno, quizá en la imaginación vivió el encuentro prohibido con intensidad volcánica.
Y por lo mismo, más afiebrado.

2 (La casa de las bellas durmientes)

En 1961, el escritor japonés, Yasunari Kawabata, Nobel de Literatura, publicó la novela "La casa de las bellas durmientes".
Era (quizá todavía) una casa donde los ancianos podían disfrutar del deseo, el placer y el sexo a plenitud.
Cada anciano concertaba una cita con la Madame para una noche de incendio corpóreo.
Un senil llegó hacia las diez de la noche a "La casa de las bellas durmientes".
Y en una habitación lo esperaba una chica de unos veinte años.
Estaba acostaba (como era el ritual) totalmente desnuda.
Y boca abajo, entre otros hechos y cositas, para evitar su identificación.
La vida placentera de aquellos ancianos estaba en que de las diez de la noche a las seis de la mañana lo único, lo único, lo único que podían hacer era mirar y admirar a las chicas aquellas.
Sin tocarlas absolutamente para nada.
Mejor dicho, tocarlas y saborearlas con la mirada y el paladar.
¡Y ay de quien "se pasara de tueste" porque era lanzado a madrazo limpio por los guaruras!

3 (Memorias de mis putas tristes)

En el año 2004, Gabriel García Márquez, otro Nobel de Literatura, publicó la novela "Memorias de mis putas tristes".
Un hombre cumpliría noventa años de edad.
Y de igual manera que el chiapaneco Andrés, quiso darse ultra contra súper regalazo.
Habló por teléfono con la Madame de una casa de citas y a quien conocía, antiguo cliente que era.
Y le dijo que cumpliría 90 años y deseaba estar con una chica de 18 años y virgen.
La Madame le pidió unos días.
Y en la víspera del cumple, habló por teléfono al hombre aquel y le informó que la chica estaba lista.
El hombre de 90 años llegó a la cita y se encerró con la bella doncella.
Y tomaron unos tragos de champagne.
Y el anciano se quedó dormido.
Y la chica, atónita y perpleja, lo pasó mirando el resto de la noche.
Hacia las seis de la mañana, la hora final, ella se retiró de la habitación prohibida.
El anciano despertó más tarde.
Y preguntó a la Madame sobre la chica:
"Perdiste la oportunidad", le dijo. "Te quedaste dormido".

4 (Don Andrés, en el paraíso)

Nunca el chiapaneco Andrés consultó al cardiólogo antes de su festín soñado.
Pero, bueno, su muerte fue dichosa.
Del congal a la funeraria.
Y de la funeraria al camposanto.
Del paraíso terrenal al paraíso celestial, digamos, ajá.
De seguro estará en el cielo paseando y acompañado de ángeles y querubines.
Y comiendo la manzana prohibida de Eva y Adán. (lv)


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