Reporteros agraviados
1 (CEAPP, Poncio Pilatos del siglo XXI)
El primer reportero secuestrado y desaparecido en la era Nahle fue Alan García, el 22 de enero, en Poza Rica.
Doce días cautivo. En manos de los carteles y cartelitos, anexos y conexos.
Los malandros lo dejaron en libertad en la carretera de Poza Rica. Ahí, solicitó ayuda y llegó a casa.
El segundo reportero agraviado fue Eduardo Segura. De Tantoyuca.
Su camioneta, incendiada con bombas molotov.
Eduardo Segura acusó a un candidato a la alcaldía de Tantoyuca como el autor del ataque.
El tercer trabajador de la información secuestrado y desaparecido el sábado 19 de abril es Miguel Ángel Castillo Anaya.
De Pánuco.
Director del periódico digital, Pánuco Online.
La ONG Artículo 19 fue la primera, muchas horas antes, días, incluso, que la Comisión Estatal de Atención y Protección a Periodistas, CEAPP, aquella del “compromiso ético en la vida personal y profesional” de los trabajadores de los medios.
Se cumplen hoy cinco días desaparecido.
Indicativo y significativo: La CEAAP reveló que en el mes de febrero (dos meses antes) Miguel Ángel Castillo Anaya solicitó la protección oficial.
Y aun cuando inició trámites, de pronto, ¡zas!, los dejó.
Incluso, dice la CEAPP, desapareció de su radar.
En una primera lectura significaría que la CEAPP “se lava las manos” como el maestrazo Poncio Pilatos.
Y es que, se deriva, si primero pidió el auxilio oficial y luego “lo dejó al garete” y hasta desapareció, entonces, Castillo Anaya es el culpable de su propio secuestro y desaparición.
Pero, bueno, los hechos como son y el colega director del medio digital sigue desaparecido.
Tres agravios a los reporteros en la era Nahle.
Digamos, a tono con el resto del sexenio de Cuitláhuac García y en donde de periodistas desaparecidos terminaron con diez colegas asesinados.
Y el bienio de Miguel Ángel Yunes Linares con cinco colegas asesinados, entre ellos, un camarógrafo de América Central y en Acayucan y cuando reposaba en las oficinas de la delegación estatal del Instituto de Migración.
Y del sexenio de Javier Duarte con diecinueve asesinados y tres desaparecidos.
Caray, en el Duartazgo, reporteros obligados a cavar su propia sepultura y con una pistola en la sien.
Una reportera secuestrada en su casa y desaparecida y ejecutada y decapitada y su cabeza tirada en la calle y el cadáver a un lado en Boca del Río.
Tres fotógrafos y una secretaria (y de El Dictamen) secuestrados, desaparecidos, asesinados, destazados, envueltos en bolsas negras de plástico y arrojadas a un canal de aguas negras en la ciudad jarocha.
El mal fario desde el poder público como una pesadilla atroz para los trabajadores de la información.
Y siempre, empleados de los magnates de los medios.
Nunca el dueño de un medio plagiado, desaparecido, asesinado y sepultado en fosa clandestina.
Tampoco un familiar.
La vida reporteril como una pesadilla atroz.
2 (Todos son seres humanos)
Ningún reportero es más ni está encima, por ejemplo, de tantas mujeres feminizados en los cuatro puntos cardinales de Veracruz.
Tampoco ningún periodista es superior a las niñas y ancianos ejecutados, en unos casos, por una bala perdida, y en otros, los seniles, con el único objetivo del robo en sus casas.
Ningún destino periodístico tiene mayor valor que los hijos y parientes de familias secuestrados y desaparecidos dando pie a la formación de 46 (cuarenta y seis) Colectivos integrados con madres y padres buscando a los suyos.
Todos son seres humanos.
Y toda vida es invaluable.
En teoría, el Estado de Derecho alardea de “garantizar la seguridad en la vida” como la primera encomienda.
En la era Nahle, el pendiente social y económico, educativo y de salud, de seguridad y procuración de justicia y desarrollo humano es gigantesco.
Tarea de titanes de las neuronas y el espíritu para enaltecer la calidad de vida en las horas del día y de la noche.
3 (Vivir a la contraofensiva)
En un Veracruz convulsionado, los trabajadores de la información, entre tantos otros ciudadanos y núcleos laborales, hemos de aprender a vivir en medio de la ofensiva.
En el siglo anterior, en las salas de redacción de los periódicos se advertía que si como reportero en ningún momento se deseaba “ver fantasmas, entonces, no saliera de noche”.
Ahora, por ejemplo, quizá bastaría con nunca ocuparse de los malandros pues simplemente ellos llevan “todas las de ganar”.
Tampoco, claro, desafiar las entrañas de las tribus políticas escribiendo sobre sus trastupijes pues ellos son los dueños del poder.
En todo caso, de por medio está la vida. Y vivir con tranquilidad. Y la tranquilidad de la familia.
Quizá valga más la pena si se considera que por más y más que los medios publiquen cositas y hechos negros de los políticos, nada, absolutamente nada, pasa ni trasciende.
Ni menos, ayuda a resolver los asuntos pendientes para enaltecer la vida de la población.
4 (Miguel Ángel Castillo, vuelta a casa…)
Los dioses griegos…
Los chamanes…
La Santita Muerte…
Superman, y quien es reportero…
Posibiliten el regreso del colega Miguel Ángel Castillo a casa.
Ojalá. Ojalá. Ojalá. (lv)