Veracruz, campeón en secuestros
1 (Plagiados, cobrado rescate y asesinados)
Un secuestrador de Veracruz ha sido sentenciado a 110 (ciento diez) años de cárcel.
La Unidad Especializada en el Combate al Secuestro logró la condena en contra de César N.
El 4 de mayo del año 2023, era Cuitláhuac García, la víctima estaba en su parcela en Rodríguez Clara.
Entonces, César y aliados y asociados y socios y cómplices le cayeron encima.
Se lo llevaron.
Luego, exigieron el pago de un rescate.
Lo cobraron.
Pero la víctima fue asesinada. Y arrojaron el cadáver en el pueblo de Caudalosa, también de Rodríguez Clara.
El 22 de julio del mismo año, 2023, la policía lo detuvo.
Ahora, el juez lo ha condenado a 110 de prisión.
Ciento diez años.
Desde luego, y salvo que el secuestrador tenga el ADN de Matusalén, morirá antes.
Morirá, quizá, tras las rejas.
Se ignora la edad del malandro.
Pero, digamos, si tuviera unos cuarenta años, entonces, habría de alcanzar la libertad cuando tuviera 150 (ciento cincuenta) años.
Y lo que, a primera vista, resulta insólito.
Para Ripley.
Con todo, la aplicación ideal de la ley, entre otros hechos y cositas, como escarmiento para los secuestradores.
Y feminicidas.
Y asesinos de mujeres y hombres.
Duro y rudo (y más cuando “Veracruz está de moda”) vivir con la pesadilla de los secuestros en los cuatro puntos cardinales del Estado jarocho.
Un negociazo de los carteles y cartelitos, sicarios y pistoleros, malosos y malandros.
Entre los malos se asesinan. Y secuestran.
Pero el tsunami de plagios ha alcanzado a ciudadanos de a pie y motorizados.
Incluso, empresarios. Profesionales. Amas de casa. Y hasta menores de edad.
2 (Tierra fértil para malandros)
El secuestro y desapariciones, gran negociazo en el país.
Pero más, mucho más, en Veracruz.
Por ejemplo, bastaría referir que el Estado jarocho es campeón nacional en secuestros y uno de los primeros cinco lugares nacionales en desaparecidos.
Entonces, de entrada, significaría que aquí constituye tierra fértil para los malandros el hecho de secuestrar.
Quizá, por el alto índice de impunidad.
Acaso, la población azorrillada que por aquí hay un secuestro, la familia se doble y arrodilla para cubrir el rescate.
Y sin avisar a la autoridad que pareciera existir únicamente en el papel.
Quizá porque los ciudadanos de a pie y motorizados son confiados, muy confiados, y dejan de andar a la defensiva y contraofensiva.
Acaso porque la población ha desarrollado un miedo y un pánico y un temor a los malandros.
Y también, a los cuerpos policiacos.
Y están conscientes de una (posible) alianza entre las partes para hacer y deshacer de la justicia “un trapo de cocina”.
Quizá porque nadie ha olvidado la frase bíblica de Javier Duarte de que “aquí no pasa nada”.
Y la frase de Nahle de que “en materia de inseguridad vamos bien, muy bien”, cuando los días y las noches son torrenciales y huracanadas.
Sabrán los expertos los millones de pesos que cada mes significan para los malosos, anexos y conexos, los secuestros y desapariciones.
Y en tales circunstancias, la condena de 110 años al secuestrador de Rodríguez Clara simplemente es “un daño colateral”. (lv)