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Barandal
Miércoles 30 octubre, 2024

Padres culpables

**Los hijos no leen
**Educación prenatal

ESCALERAS: Está probado y comprobado: los padres de familia (la madre, el padre) son los culpables de que en este país pocos, raros, excepcionales, hijos, lean.
Peor aún si se considera el dato oficial de que el mexicano únicamente suele leer un libro al año. Y un libro de autoayuda soñando con la utopía. Por ejemplo, ¿cómo hacerse millonario con el primer changarro?

Si los padres vivieran pendientes, convencidos, seguros, de que la lectura es un hábito y una costumbre que se va adquiriendo desde cuando el feto está en el vientre le leerían todos los días al hijo en proceso.

PASAMANOS: Además, apenas, apenitas, un bebé, seguirle leyendo, por ejemplo, cuentos infantiles.
Incluso, vaya, hasta los comics, las historietas y los cuentos infantiles.
Y conforme van creciendo (un año, dos años, tres años, cuatro años) dormirlos en las calles con la lectura de un cuento.
Y como en el caso de la señora madre del escritor Carlos Monsiváis Aceves, enseñar al hijo a leer y escribir hacia los cuatro años de edad.
Y acercarle el primer libro (en su caso fue la Biblia).
Vaya, hacia los nueve años, Monsiváis había leído la Biblia completita y hasta recitaba de memoria páginas completitas.

CORREDORES: Es más, si de pronto el niño cae en la trampa, inducido por los compañeros de la primaria, a leer comics, ni hablar, adelante, pues lo importante es leer.
Incluso, negociando con el niño a través del diálogo y la razón:
La lectura de un comic y la lectura de un libro clásico.
Uno por uno.
Te doy y me das.
Únicamente así podrá lograrse la gran transformación cultural en el país para construir, y a lejano plazo, una República de Lectores.

BALCONES: Más, mucho más, cuando “veinte y las malas”, pocos, excepcionales son los padres de familia leyendo un libro.
Y los abuelos, claro, quienes también han de apechugar cierta tarea y responsabilidad.
Y más cuando pocos, raros y extraños son los profesores leyendo uno o dos libros a la semana, más allá quizá, quizá, quizá, de los libros de texto y a lo que, claro, están obligados.
En el tiempo dominado por la tecnología, inducir al niño a leer un libro, una historieta, un comic en internet.
Y de ser necesario (como de seguro) otorgar un premio de aliciente al hijo.

PASILLOS: Digamos, si el padre (ni hablar) vive esclavizado en la chamba, entonces, el padre bien pudiera comprar libros infantiles para llevar a casa para que la madre lea a los hijos.
Y/o en todo, los abuelos.
Y/o los tíos y primos cercanos.
Incluso, hasta la trabajadora doméstica.
La clave, dirían el sicólogo y el terapeuta familiar, está en crear y pulir y volver a pulir el hábito de la lectura.
Digamos, como la práctica de un deporte de interés para el niño y en donde suelen sentirse a gusto.

VENTANAS: Nunca leer libros puede imponerse por decreto de la autoridad.
Ni porque de la noche a la mañana, los padres lo decidan cuando el hijo ya cursa, por ejemplo, la secundaria. Menos cuando acude al Bachillerato.
Es una práctica aprendida y aprehendida desde el vientre materno.
En todo caso, cuando el bebé nace. Y/o va creciendo.
Se trata de una revolución de las neuronas y el corazón zangoloteando la vida para enriquecer la perspectiva cultural de los hijos y desde cuando son fetos, bebés y niños. (lv)


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