Fiel a la vocación
**Escritor austero
**Solidario con obreros
UNO. Fiel a la vocación
Jean-Paul Sartre alcanzó los más altos niveles de la narrativa mundial por una sencilla razón: además de su inteligencia incandescente y talento, porque consagró toda su vida al trabajo literario.
Cronista. Director de un periódico. Maestro. Conferencista.
Activista social. Militante en un partido político. Filósofo. Líder de una corriente filosófica. Tuvo infinidad de amoríos. Sobre todo, Lolitas tipo Vladimir Nabokov, y a quienes seguía viajando de Francia al país de origen de la amante joven en turno.
Pero por encima de todo, escritor.
Vaya, textos de más de mil páginas.
DOS. Rechazó el Nobel de Literatura
Una vida envidiable. Fiel a sí mismo.
Nunca cayó en la tentación de un cargo público como, por ejemplo, el escritor André Malraux, en par de ocasiones Ministro de Cultura con su amigo, el presidente de Francia, Charles de Gaulle.
Es más, fue uno de los pocos, excepcionales, escritores, en rechazar el Premio Nobel de Literatura.
Y todavía, caray, se dio tiempo para simpatizar con José Stalin, el asesino de veintiocho millones de rusos que enviara a la guerra contra Adolf Hitler, entre otros.
TRES. Porfiado y tenaz
Leía. Y leía mucho. Y anotaba datos, nombres, fechas, ideas, corrientes.
Y al mismo tiempo, escribía. Y escribía novelas. Ensayos. Artículos. Crónicas.
Con todo y que durante un tiempo de su vida estuvo a punto de quedar ciegos. Y dictando textos a una secretaria.
Una vocación singular. Porfiada. Tenaz.
Además, viajero incansable. Y por lo general, para explorar mayor información en los pueblos del Tercer Mundo luchando contra el imperialismo.
Solidario, viajó a Cuba, por ejemplo, para cronicar la revolución de los hermanos Fidel y Raúl Castro Ruz y de Ernesto El Che Guevara.
El Che lo recibió hacia las tres de la mañana en su Ministerio y tomaron whisky y fumaron puros cubanos y platicaron.
Simone de Beauvoir, la pareja de Sastre durante cincuenta años, a su lado, y a la expectativa silenciosa.
CUATRO. “La ceremonia del adiós”
Durante un tiempo, Sartre fue maoísta. Simpatizó con la lucha política y social de Mao Tse Tung.
Y aun cuando los maoístas pretendían domeñarlo y arrodillarlo, Sartre siempre mantuvo su independencia, libertad y dignidad.
“No estaba dispuesto a ceder ante ninguna presión. Comprendía el punto de vista de sus camaradas. Pero sin compartirlo” refiere Beauvoir en el libro autobiográfico, “La ceremonia del adiós”, editorial Contemporánea.
CINCO. Escritor austero
Exitoso en las letras era modesto y sencillo. Vivía en un pequeño departamento en París en el décimo piso de un edificio en el bulevar Raspail, “frente al cementerio de Montparnasse”.
Y llevaba una vida rutinaria.
De Beauvoir vivía enfrente. Y en su austero departamento solían reunirse para escuchar conciertos caseros.
Entonces, comían un huevo duro o una loncha de jamón y bebían un poco de whisky.
Y como uno y otro vivían separados, entonces, después del festín de huevos y jamón y whisky hacían el amor.
SEIS. Entender a los demás
Para Sartre, como filósofo y escritor, lo más importante era comprender a las personas.
Los políticos le eran ajenos. Marcaba una raya. Las fuentes para nutrir su vida y literatura siempre estuvieron en las personas humildes, modestas y sencillas.
Como, por ejemplo, cuando con los amigos intelectuales fundaron un periódico con obreros para defender sus derechos y motivando a los trabajadores para escribir.
Además, para vender el periódico en las calles y avenidas de París.
Pero su disciplina para escribir fue admirable. Y por lo regular andaba con una libretita escolar en el día y parte de la noche en reuniones amicales para registrar datos y hechos interesantes y escribir alguna que otra frase para el libro en cuestión. (lv)